Fiesta ensordecedora en el fin de curso de los estudiantes de Ferrari
Los 800 estudiantes de la Escuela de Mecánicos de Ferrari, en el pueblo de Maranello, celebran cada año el fin de curso con sus coches tuneados y sus motos, al grito de "¡se acabó el curso!"
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Uno no puede viajar a Mugello, sede este fin de semana del Gran Premio de Italia de motociclismo, y no detenerse en Maranello, visitar el precioso museo de Ferrari e, incluso, darse una vuelta por el circuito de Fiorano donde la fábrica del 'Cavallino Rampante', obra del mítico Enzo Ferrari, prueba sus coches de carreras, incluidos los F-1 que pilotan, sin demasiada suerte, de momento, el español Carlos Sainz y el monegasco Charles Leclerc.
Y, de pronto, te das cuenta de que coincides con ¡el día! El día en que los 800 estudiantes de la Escuela de Mecánicos de Ferrari, pegadita al museo y a unos cuatro kilómetros de la fábrica de los coches de lujo, que, el año pasado, rompió todos sus récords de ventas y beneficios al colocar en el mercado de superlujo 13.221 vehículos, que proporcionaron a la fábrica 939 millones de euros netos de ganancias.
Final ruidoso
Este miércoles, pues, a las 10.30 horas de la mañana de este soleado 7 de junio, decenas de estudiantes han bajado de sus clases hasta el patio y la placita que rodea su escuela para, acompañados de sus amigos, celebrar la más ruidosa de las fiestas, perdón, el más ruidoso de los finales de curso que existen en el mundo. Todos ellos, con sus coches, muchos de ellos tuneados o reconstruidos con enorme gusto por ellos mismos, han celebrado al grito de "il corso è finito!" que han terminado uno de los cinco cursos, sí, sí, salir mecánico de Ferrari cuesta media década de estudios tanto en mecánica como electrónica, la base actual de los coches de calle y carreras.
Los estudiantes se han ido congregando en la plaza y han aparecido amigos con coches y motos ruidosas, muy ruidosas, que han acabado convirtiendo el espacio en un concierto de tubos de escape, bocinas y "¡gas-gas!" de sus motos, mientras todos al unísono retransmitían, en vivo y en directo, a través de sus móviles, la fiesta a sus compañeros y colegas que están en distintos puntos de la zona.
"Es una tradición", dice orgulloso y feliz Filippo, que ha terminado su tercer año en la escuela. "Sé que mucha gente piensa que estudiar mecánica es sencillo, pero no es así, esta escuela es muy, muy, dura y exigente, por ello, una vez acabados los cinco cursos, tienes trabajo fijo en la fábrica de nuestro caballo rampante". "Es por ello", señala Paolo, que acaba de estrenarse con la fiesta al concluir su primer año, "que esta celebración, cosa de niños, cosa de jóvenes pero, sobre todo, un asunto de locos, de apasionados por el motor y la velocidad, por las carreras, por Ferrari, es de lo más divertido que nos ocurre durante todo el curso".
Deseando el final
Entre los estudiantes hay dos privilegiados, Carlo y Giampiero, dueños de dos modificados, restaurados y tuneados Fiat 500L, con el capó trasero levantado y sostenido por dos hierros, para que respire su poderoso y ruidoso motor. Le pregunto a Giampiero si me vendería su 'Cinquecento' y me dice, con una sonrisa de oreja a oreja: "Ni por todo el dinero del mundo, y si me entero que mis hijos o mis nietos se lo venden algún día, haré que llueva fuego desde el cielo". ¡Dios!, ese 'piccolo' Fiat es, sin duda, una joya.
"La verdad es que durante los primeros días del mes de junio, los muchachos están bastante insoportables", cuenta Davide, uno de los profesores de la escuela. "Suerte que como son días solo de exámenes, todo es mucho más soportable, pero se pasan el día esperando este momento que para ellos es el fin del curso y, sobre todo, una mañana muy divertida para compartir con sus familias y amigos el final de los estudios y, cómo no, también enseñar algunas de sus obras maestras, que se hacen en horas pero, muy especialmente, en sus días libres. Ellos mismos van arreglando, reconstruyendo o reparando sus coches, todos ellos, por descontado, de segunda mano, antiguos, algunos más que viejos".
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