PREGUNTAS CON HISTORIA (V)

¿Cuántos españoles han logrado un podio en F-1?

La F-1, repleta de datos, estadísticas, historias humanas y técnicas, anécdotas y vivencias, es un buen campo para ejercitar su memoria en este divertido y entretenido Trivial deportivo que les ofrece El Periódico

El aristócrata Alfonso de Portago fue el primer español que logró un podio en el Mundial de F-1.

El aristócrata Alfonso de Portago fue el primer español que logró un podio en el Mundial de F-1. / periodico

Miguel Martínez

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Puede que el primero que asalte la memoria, por su proximidad, sea el de Carlos Sainz, el hijo del bicampeón del mundo rallyes y doble vencedor del Dakar. El chico, de 24 años, que se ha abierto paso en la jungla de la F-1 para buscarse un lugar al sol, un contrato seguro en una escudería clásica, y muchas expectativas de llegar a los equipos grandes. Y su punto más alto llegó, el año pasado en el Gran Premio de Brasil, en el que arrancaba último. Nadie pensaba que podía llegar tan alto. Un rosario de adelantamientos increíbles en la estrecha pista de Interlagos le catapultaron a su primer podio en F-1, el cuarto de un español en la historia de este deporte.

El madrileño continuó así la lista en la que un barcelonés, Pedro de la Rosa, inscribió su nombre en tercer lugar. Fue en 2006, en un electrizante GP de Hungría que Fernando Alonso lideraba con más de un minuto de diferencia tras una memorable remontada bajo la lluvia. Una tuerca mal anclada acabó con su liderazgo al secarse la pista y abrió las posibilidades de la gloria a su compatriota. Al volante de un McLaren —sustituía a Juan Pablo Montoya— DLR comenzó una remontada en la que se topó por el camino a Michael Schumacher. El heptacampeón luchaba por su octavo título y puso al servicio de la causa todas las argucias legales e ilegales —es el piloto más sancionado de la historia— para evitar el adelantamiento de Pedro. Pero no pudo, y el catalán le superó, finalmente, aunque perdió en el intento un tiempo precioso para poder llegar al vencedor deaquella carrera, Jenson Button, campeón del mundo seis años después, pero que, en aquella carrera, lograba su primera victoria en F-1.

Más fácil de recordar son alguno de los 97 podios que Fernando Alonso logró en 18 años de F-1, una  idílica relación que arrancó en el GP de Malasia de 2003, cuando hizo buena la primera 'pole position' de su carrera para lograr el que sería también su primer podio en F-1, con un calor insoportable y sin agua —por una avería— en el sistema de hidratación. Y aún peor, con gripe y 39 de fiebre, que casi le hacen desmayarse en el podio. Suerte que tenía 21 años, lo que suponía entonces un récord de juventud en la F-1. La historia de esos 97 podios es la historia de dos títulos (2005 y 2006) y tres más (2007, 2010 y 2012) que pudieron ser y no fueron, una relación con el cajón que finalizó en el GP de Hungría 2014 vestido de rojo Ferrari.

El gran Marquéz de Portago

Con Ferrari logró el podio el primero de los cuatro españoles en abrir esta serie, Alfonso de Portago, un aventurero aristócrata que disputó el triunfo a Juan Manuel Fangio en el GP de Gran Bretaña de 1957, un segundo puesto que relanzaba sus aspiraciones de hacerse un hueco entre los grandes. Aristócrata español, descendiente del conquistador de La Florida,  Alvar Núñez Cabeza de VacaAlfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, más conocido como el Marqués de Portago, comenzó, en 1922, una vida llena de lujos y aventuras. Pelo largo y cuidadosamente desaliñado, cazadora negra y el pitillo colgando de sus labios, Fon, como le llamaban sus amigos y familiares, era guapo, ingenioso, elegante, rico, aventurero y de enrome éxito entre las mujeres a las que él también adoraba.

Los restaurantes de Madrid, los clubs de Londres, París o Nueva York, el verano en la Costa Azul, el invierno en Saint Mortiz…  Nada le llenaba. Sobre todo, le gustaba el deporte. Probó en la hípica. Fue el mejor jockey amateur de las carreras de obstáculos. De hecho es el único español que ha participado en el Gran National. Pero le aburrían los caballos y la dieta estricta para competir con pequeños jinetes esmirriados. Probó en la aviación, pero le quitaron la licencia por sobrevolar el Támesis y pasar bajo el puente de Londres con un pequeño avión para ganar una apuesta de 500 libras.

Comenzó a interesarse en los coches de velocidad al tiempo que durante el invierno de 1955, mientras esquiaba en Sankt Moritz y contemplaba su pista de bobsleigh, se le ocurrió hacer un equipo español. Probó también en la modalidad individual de skeleton pero, al final, llamó a dos primos y dos amigos para hacer dos equipos, uno de bobsleigh a cuatro, y otro a dos. El aprendizaje y entrenamientos les llevaron a multitud de accidentes, varias piernas y brazos rotos entre su cuadrilla, pero logró nada menos que un cuarto puesto en los Juegos de Cortina d¿Ampezzo, en 1956, un soberbio resultado para el deportes español.

Aquellos viejos tiempos

Se olvidó de los siguientes juegos de invierno de 1960 en Squaw Valley, y se centró en el automovilismo de la mano del piloto Nano Da Silva, uno de sus mejores amigos con el que compartió verano desde la infancia en Biarritz. “Al principio, no sabía ni cambiar de marcha, pero era muy listo, era este tipo de personas que todo se le da bien”, solía repetir Da Silva. A partir de 1954, participó en carreras de Sport, Gran Turismo y F-1 por todo el mundo. Después de unos inicios temerarios plagados de accidentes, no tardó mucho tiempo en ganarse el respeto de los mejores, de Juan Manuel Fangio, Stirling Moss o Peter Collins. La Habana, Caracas, Buenos Aires, Suecia, Francia, México, Nassau… Ganó seis carreras en categoría Sport, tres en la de Gran Turismo; venció a Stirling Moss en el Tour de Francia Automobile, y participó en cinco carreras de F-1 (la temporada constaba de ocho grandes premios) para lograr un fenomenal segundo puesto en el GP de Gran Bretaña de 1956 por detrás de Fangio, el primer podio español en la Fórmula 1. Lo había hecho con coches de su propiedad, Maseratti, y Ferrari, principalmente. “Il Commendatore” Enzo Ferrari se fijó en él y le ofreció un volante oficial en 1957.

La temporada arrancó en enero con el GP de Argentina y un dominio abrumador de Maseratti, que colocó cuatro coches en las cuatro primera posiciones. Alfonso de Portago fue el primer Ferrari clasificado, por delante Collins, Von Trip… Pero el Mundial no se reanudaba hasta el 19 de mayo con el GP de Mónaco. Una semana antes, se celebraba La Mille Miglia, un recorrido desde Brescia a Roma de Ida y vuelta y 1.500 kilómetros por sinuosas carreteras. La prueba, de enorme tradición, se había vuelto muy peligrosa con el paso de los años y los cada vez más potentes coches. Alfonso era un temerario, pero sabía de la peligrosidad. “Los pilotos somos una especie que suele morir los domingos por la tarde”, había dicho en una entrevista a la BBC tras fichar por Ferrari, su gran anhelo. Había dejado de pagar por sus coches, y ese año cobraba dos millones de francos junto a los acuerdos por patrocinio. No quería correr en Italia, pero en una carta enviado a un amigo, desveló que Enzo Ferrari le obligó.

Por entonces. el Marqués de Portago disfrutaba de una enorme popularidad y un increíble éxito entre las mujeres, lo que deterioró su matrimonio con Carroll McDaniel. “Tú no lo sabes, pero serás mi esposa”, le dijo al verla por primera vez en el lujoso restaurante Maxim de París. Acabaron casándose, claro, y la norteamericana le toleró de todo. No temía a otras mujeres, salvo a la primera topmodel de la historia, la también norteamericana Dorian Leight, la musa en la que Truman Capote se inspiró para su novela Desayuno en Tiffany.

El 12 de mayo de 1957, Fon salió de Brescia al volante del Ferrari nº 531 con su amigo Edmund Nelson como copiloto.  Pese a no conocer el recorrido, aunque debutaba aquel año, se mantuvo entre los cuatro de cabeza con intención de atacar al final. Cuando la carrera llegó a a su ecuador en Roma, Leight apareció entre la multitud para saludarle con un pañuelo, Portago dio un volantazo, detuvo el coche de forma violenta y, sin tener en cuenta el tiempo que podía perder, esperó a que Linda llegara al coche para besarla antes de seguir carrera en una escena de película: dos guapos disfrutando de la vida y el peligro antes de que el destino se cruzara de nuevo en su camino.

A dos horas del final, en la última asistencia de la carrera situada en Bolonia, los mecánicos detectaron un problema en la suspensión de Ferrari 531, una de las barras estaba rota y el neumático rozaba en algunos momento con el chasis. Los mecánicos aconsejaron la reparación, Portago dudó, pero siguió adelante, A la altura de Cremona ya ocupaba la tercera posición, y poco después atravesaba Mantua como un rayo.  Las murallas de Guidizzollo anunciaban los últimos 50 kilómetros. “Si muriese mañana no por ello hubiese dejado de vivir 28 años maravillosos”, había declarado en una entrevista pocos días antes. La rueda de su Ferrari reventó a 250 kilómetros por hora, un domingo a las 4 de la tarde “cuando mueren los pilotos”. Falleció a los 28 años de edad junto a su copiloto Edmund y 10 espectadores, cuatro de ellos niños. Nunca más volvió a celebrarse la Mille Miglia.

La siguiente pregunta:

¿Qué otro delantero entró en la historia de los Mundiales en el mismo partido en el que el ruso Oleg Salenko consiguió el récord de cinco goles? Aquí la respuesta.