HISTORIAS DE PILOTOS

"¿Miedo? ¿riesgo? ¿peligro? Simplemente, inconsciencia"

El norteamericano Kenny Noyes, que sufrió un accidente escalofriante en Motorland, en el 2015 relata en un apasionante y esclarecedor libro cómo resucitó y volvió a la vida

Carles Checa y Randy Mamola, dos auténticos campeones, arropan al expiloto de Superbikes y reconocen que la pasión es lo que mueve a niños y jóvenes hacia el motociclismo

Kenny Noyes

Kenny Noyes / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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En uno de los años más horribles del motociclismo español, en la temporada en que tres chicos, casi niños, Hugo Millán (14 años), Dean Berta Viñales (15) y Jason Dupasquier (19) perdieron la vida en la pista, el norteamericano Kenny Noyes, hijo del, por qué no decirlo, mítico periodista Dennis Noyes, ha escrito un libro ‘Glasgow 3’, tecleando, durante meses, con solo sus dos dedos índices su portátil. Y lo ha hecho, única y exclusivamente, para decirle a todos aquellos que han sufrido accidentes que los han dejado inválidos o desahuciados para la vida, como le ocurrió a él tras su grave caída en Motorland, en el 2015, cuando sufrió traumatismo craneoencefálico grave (Glasgow 3, el más severo de la escala, de ahí el título del libro), que hay esperanza, que sí se puede.

Kenny no solo lo ha escrito. Lo ha vivido, lo ha logrado. “Aún me queda mucho, pero quiero seguir transmitiendo esperanza e ilusión a todos los que sufren terribles lesiones”. Kenny es casi tan la bomba como su esposa Iana, que ha peleado junto a él cada minuto de los últimos seis años. Es por eso que no le queda más remedio que soltar una carcajada cuando le recuerdas que una de las primeras frases de este espectacular, llamativo y motivador volumen es: “¿Quién es esta tía tan buena que hay al lado de mi cama?”. Grito que lanzó Kenny cuando, tras 17 días de coma profundo en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, de Zaragoza, descubrió que su esposa apenas había dormido unos minutos durante esas 408 horas.

"Yo estuve muerto y, cuando resucité, quise volver a ser el que era: un piloto de verdad, por eso fui campeón"

— Carlos Checa / Campeón del mundo de Superbikes

Lo de Kenny ha sido una pelea contra el tiempo y las lesiones, peregrinando de Zaragoza al Institut Guttmann, pasando por Step by Step, un lugar donde casi obran milagros. Fue en el Guttmann donde su compañero de habitación provocó la primera reacción al comentarle “así que tú eres piloto de motos, vaya, pues al menos tú sí sabes por qué estás aquí, pues sabías lo que te jugabas, pero a mí me atropelló un autobús, cuyo conductor se durmió”.

Y es que, en efecto, cuando Kenny, de 42 años, se citó con el no menos mítico compatriota Randy Mamola, de 62 y cuatro veces subcampeón del mundo de 500cc, y Carles Checa, de 49, expiloto de 500cc y campeón del mundo de Superbikes (Ducati, 2011), no tienen más remedio que hablar del miedo, riesgo y peligro de ser piloto, de correr, de superar, fácilmente, los 300 kms/h.

No hay duda que el momento más terrible de esa charla fue cuando Checa y Randy lanzaron al aire la pregunta de qué movía a los niños, a los jóvenes, a los pilotos enormes, a correr. Y, ante el silencio más contundente jamás escuchado, Kenny abrió la boca a cámara lenta (“ese es mi principal problema aún, un tema mecánico en la mandíbula, que me impide, de momento, hablar con facilidad”), suelta con la contundencia de un catedrático de Harvard: “La inconsciencia”. Y repite: “In-cons-cien-cia”.

"No quiero ser un ejemplo para nadie, pero sí deseo servir de ayuda a los que han sufrido accidentes como el mío"

— Kenny Noyes / Expiloto de Superbikes

Es verdad que, luego, tanto Checa como Mamola añaden pasión, mucha pasión; adrenalina, muchísima adrenalina; ganas, ilusión, atrevimiento, amor por el deporte y las carreras, gustar, agradar, levantar al público de sus asientos y gradas. Ellos son la voz de un montón de generaciones y, sobre todo, son el vivo reflejo, no solo de la pasión por correr (y/o la inconsciencia, sí, sí), sino el resultado, por qué no decirlo, de tirar los dados y tener suerte. La misma de la que careció, por ejemplo, Kenny, un ser infinitamente prodigioso, que rodó por los suelos a 66 kms/h. en Motorland, con tan mala suerte que su Kawasaki rebotó en las protecciones y toda entera se estrelló en su casco.

Y ahí empezó su calvario. A Iana y a papá Dennis les dijeron que no había nada que hacer. Pero esos doctores no sabían con quien hablaban. Se diría que Iana tiene el móvil de Dios y decidieron ganar esa batalla. Ni se quedaría en silla de ruedas (camina kilómetros y kilómetros con el andador y, cada semana, sube 19 pisos hasta su casa), ni sería un vegetal. Trataría de ser uno más, tampoco un ejemplo, no lo pretende, aunque los que han leído su libro y sufren sus heridas, le agradecen la ayuda que les ofrece.

"He tenido mucha suerte, sí. He corrido mucho y sufrido muchas caídas, pero jamás he dormido en un hospital"

— Randy Mamola / Cuatro veces subcampeón del mundo de 500cc

La suerte de Kenny fue sus ganas de vivir y su entorno. La suerte de Checa, muerto durante unos minutos en la UCI del hospital central de Nottingham, tras accidentarse en Donington en 1998, fue ese dedo celestial que le señaló como elegido para, 13 años después, coronarse campeón de SBK. La fortuna de Randy fue aún más providencial: cientos de carreras, miles de vueltas, miles y miles de ocasiones a 300 kms/h., incontables accidentes “y ni una sola noche en el hospital ¡ni una!”.

Kenny, como Carles, volvió a nacer y ha tenido que aprenderlo todo de nuevo, como si fuese un bebe. “Antes, me dejaban las motos para que escribiese (las pruebas para las revistas) y, ahora, escribo para contar que fui en moto. Lo de ahora es menos peligroso, pero también menos divertido. Hay quien dice que acabé siendo mejor piloto que papá, pero será imposible ser mejor escritor”.

No le crean. Kenny e Iana han demostrado poder lograr lo que se propongan en esta vida. Han hecho un cursillo de cómo resucitar, aunque jamás estuvieron muertos.

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