EL ADIÓS DE UN MECÁNICO DE LUJO

Ullate: "Yo vi volar un sofá desde un 11º piso, en el título de Crivillé"

Xavier Ullate, primero por la derecha, en la celebración del título de 500cc de Àlex Crivillé, en 1999, en Río. Detrás, Santi Hernández, actual ingeniero de pista de Marc Márquez.

Xavier Ullate, primero por la derecha, en la celebración del título de 500cc de Àlex Crivillé, en 1999, en Río. Detrás, Santi Hernández, actual ingeniero de pista de Marc Márquez. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Ha visto llorar a un montón de pilotos y campeones. Ha visto desesperarse a puñados de ingenieros. Ha visto llevarse las manos a la cabeza, destrozados, inundados de temor, a cantidad de mecánicos. Ha visto, ¡claro que sí!, disfrutar a decenas de miembros de un box, un equipo, una escudería, hasta de una gran fábrica japonesa, por un simple podio. Y sí, aunque no lo parezca, aunque ni siquiera él diera crédito a sus ojos, ha visto a japoneses volviéndose locos por un título mundial.

Xavier Ullate (Sabadell, 6 de junio de 1967) deja el Mundial de MotoGP después de 28 años ininterrumpidos en equipos oficiales, trabajando para auténticos campeones, tratando de domesticar a las bestias de 500cc y, ahora, manteniendo impecable, impoluta, la Yamaha M1 de Maverick Viñales. Lo deja porque ya tiene bastante, porque cree, de sobras, haber cumplido un ciclo de su vida que empezó cuando, el día de Reyes de 1992, año olímpico, un tal Cañete, que trabajaba en el departamento de competición de Montesa Trial, le dijo al mismísimo Santi Mulero −otro mito del ‘paddock’, el técnico que hizo bicampeón del mundo de 250cc a Sito Pons−: "Llévate a este chaval, Santi, que es canela en rama. No te arrepentirás".

28 años en equipos de fábrica

Ullate, que siempre ha estado en equipos oficiales, de fábrica y, por tanto, no tiene queja alguna del trato que ha recibido, fuera y dentro de los circuitos, en comodidades viajando y viviendo siempre cerquita de los trazados, reconoce que "la vida del mecánico, fuera de los grandes equipos, es durísima, modestísima y muy, muy, dura de soportar". Es más, él mismo no cree que hubiese durado en esas condiciones los 28 años que ha estado en la categoría reina.

Ni, por supuesto, se hubiese coronado, curiosamente junto a Santi Hernández, ahora ingeniero de pista de Marc Márquez, en aquel esplendoroso 1999, junto a Àlex Crivillé cuando, en el Hilton de Río de Janeiro, celebraron "a lo bestia, a lo grande" el primer título mundial de 500cc de un español. Y, posteriormente, los tres cetros conquistados, junto a Jorge Lorenzo (2010, 2012 y 2015), en Yamaha.

"La celebración del título de ‘Crivi’ fue inolvidable y de todo aquello se encargó el gran Ángel [Nieto, claro]", recuerda Ullate. "Fue un no parar desde que llegamos al hotel Hilton, de Río, tras la carrera. Todo empezó con una barbacoa a lo bestia, junto a la piscina, y acabó con un sofá volando, desde la habitación de Àlex, en la planta 11ª del hotel, hasta la piscina. No mató a alguno de nosotros ¡de milagro!".

Aquel sofá que voló

El caso es, cuenta Ullate, que, a las 11 de la noche, cuando acababa de empezar la fiesta, Àlex estaba ya muerto, muerto, "cansado a más no poder". Y se subió a su habitación. Y Nieto se dio cuenta de su desaparición. Subió al piso, golpeó la puerta de la habitación hasta que Àlex le abrió y, una vez dentro, empezó a gritarle que qué se había creído. "Pero, bueno, Àlex, ¿qué haces en la cama? ¡Eres campeón del mundo! ¡El primer español que gana el título más grande! Venga, venga, levántate, esta fiesta ha de ser interminable. ¡Hay que romperlo todo!".

Y para demostrarle que, en efecto, había que romperlo todo, le dijo al pobre de ‘Crivi’: "¡Venga, ayúdame, que tiraremos el sofá a la piscina!". Y sí, explica Ullate, lo cogieron entre los dos y por la ventana que salió disparado hasta la piscina. "¡Y, ahora, el televisor!", gritó el 12+1. Y Crivillé, con el punto de sensatez que le quedaba tras un día histórico, le dijo: "No, no, Ángel, el televisor, no, que puede explotar". Y no lo tiraron, no.

Eran otros tiempos, de carreras y de fiestas, de convivencias y relaciones. Era otro 'paddock'. Y eran, claro, otras motos. "Y otro tipo de trabajo. Yo, en broma, en los últimos años, solía decir a mis amigos que ahora el mejor mecánico es el que tiene la moto más limpia. ¿Por qué? Pues porque de mecánicos empezamos a tener más bien poco. Ahora todo, todo, es electrónica y son los ingenieros de esa especialidad los que manejan la moto. Nosotros, cuando llega el piloto y nos dice ‘esto no va’, no podemos hacer nada. Le meten el ordenador, miran la telemetría y, con el teclado, le enchufan lo que sea, pero ya nos manchamos muy poco las manos de grasa y/o aceite".

Eso sí, la responsabilidad siempre está. Y es dura. Y hay mucha tensión. Y sufres queriendo que a tu chico le vaya de maravilla. "En un taller de la calle, el mecánico te arregla la moto, te la prepara y, antes de entregártela de nuevo, dan dos o tres vueltas a la manzana y se asegura que todo está en su sitio. Aquí no, aquí preparas la moto y no te quedas tranquilo hasta que ves pasar a tu piloto por la recta de meta a más 300 kilómetros por hora. Solo entonces sabes que todo está OK".

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