LOS SUSTOS DEL HEPTACAMPEÓN

El Top-3 de las caídas de Marc Márquez

Marc Márquez (Honda) rueda por la escapatoria del circuito de Mugello, en el 2013, cuando se tiró de su moto a 280 kms/h.

Marc Márquez (Honda) rueda por la escapatoria del circuito de Mugello, en el 2013, cuando se tiró de su moto a 280 kms/h. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Muchas caídas. Muchísimas. Cierto, este año menos que nunca. Normal. A su talento, a su terrible y agresivo estilo de pilotaje, Marc Márquez Alentá, el campeonísimo de Honda, ha añadido experiencia, mucha experiencia, siete años en la máxima categoría, en MotoGP, y un conocimiento único, extremo, total sobre el comportamiento de su Honda RC213V, aquel que no tienen sus compañeros de marca Cal Crutchlow y Jorge Lorenzo. De manera que, ahora, Márquez corre tanto como antes, pero con mayor sabiduría y estrategia. Pero como él siempre ha explicado “no hay manera de ser competitivo con esta Honda si no la llevas hasta el extremo. Y eso provoca, lógicamente, caerse mucho”, insiste el campeonísimo de Cervera.

La primera sesión de entrenamientos del Gran Premio de Tailandia supuso la caída nº 10 de Márquez esta temporada, lo que habla muy bien del piloto de Honda en el sentido de que, tal y como él mismo reconoció el jueves al llegar al Chang Circuit, de Buriram, “la intención este año era ser más regular, tratar de acabar siempre en el podio y caerse menos”. Y, sí, menos se ha caído, bastante menos, pues el año pasado se fue al suelo 23 veces y, en el 2017, estableció su propio récord con 27 caídas. Eso sí, Márquez siempre bromea con la frase de “yo no quiero caerme, yo pretendo mejorar esa estadística, pero si he de caerme 20 veces para ser campeón, me caeré”.

La Honda quedó destrozada

La caída del viernes fue fea, fea, fea. Eso fue reconocido por todo el mundo, desde el propio Márquez hasta su jefe de equipo, el excampeón Alberto Puig, pasando por el mismísimo doctor Ángel Charte. Y se produjo en el inicio del fin de semana en el que se puede proclamar, por octava vez, campeón del mundo. Y, sí, pudo hacerse mucho daño en la columna vertebral, en la tibia y tobillo izquierdo. Pero salió limpio de fracturas porque, como defiende su preparador físico, el discreto Genís Cuadros: "Prefiero que tenga la flexibilidad de un gato, que la fortaleza de un perro".

La caída, en la que destrozó por completo su Honda RC213V, se produjo al final de la primera tanda de ensayos, en los últimos cinco minutos, cuando afrontaba la doble curva, sexta-séptima, enlazada en la que perdió agarre, tal vez, por haber pasado, nada más salir de boxe, por una zona sucia, de tierra y polvo, que hizo que el neumático trasero perdiese eficacia. “No puedo decir por qué me he caído, pero sí estoy convencido de que ha sido culpa mía y no un fallo técnico o un defecto de la rueda”.

No es fácil, en una trayectoria tan, tan, llamativa en cuanto a caídas se refiere --y triunfos (78), y títulos (casi 8)--, hacer un ranking de tropiezos de Marc Márquez, pero todo el mundo coincide en que, al margen del accidente provocado por la lluvia, en octubre del 2011 en Sepang (Malasia), que le generó la preocupante y grave lesión en su ojo izquierdo (doble visión) de la que, finalmente, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente por el doctor Sánchez Dalmau, la caída de este viernes forma parte del Top-3 funesto del campeonísimo de Cervera (Lleida).

¿Cuáles son las otras dos?, pues las sufridas, curiosamente (o no), en el 2013, su maravilloso, sorprendente y atractivo año de debut en MotoGP, el año que rompió todos los récords de precocidad de los norteamericanos Kenny Roberts Freddie Spencer, convirtiéndose, al final de temporada, en el campeón más joven de la historia y en el debutante más espectacular de todos los tiempos.

Genís Cuadros, su preparador físico siempre dice que prefiere que Marc tenga "la flexibilidad de un gato, que la fortaleza de un perro"

La primera caída sería, sería, estremecedora, se produjo, el 31 de mayo de ese 2013, en el velocísimo Mugello, cuando Márquez se tiró de su Honda a 280 kilómetros por hora. Faltaban 15 minutos. Marc, como casi siempre, marchaba entre los cinco primeros en los segundos ensayos del GP de Italia. Y, de pronto, en la recta larga, antes de trazar la curva de derechas de San Donato, el entonces bicampeón de Cervera perdió el control de su Honda RC213V a 320 kilómetros por hora, la moto le empujó hacia el muro, él se tiró a 280 km/h e impactó con la barbilla (bueno, la barbilla del casco) en el suelo, provocándose, tan solo, una fuerte contusión. «Hacía tiempo que no lo pasaba tan mal», dijeron al unísono Julià y Roser, los padres de Marc, presentes en el trazado.

Si Marc impacta con el muro, las consecuencias hubiesen podido ser gravísimas, muy serias. «Justo después del cambio de rasante de la recta he frenado, pero se me ha cerrado la dirección. He intentado salvar la caída, pero la moto me empujaba hacia el muro y he saltado para evitar golpearlo. Me he dado un fuerte golpe en la barbilla y un tirón en el cuello. Pero estoy bien».

El otro gran percance se produjo pocas horas antes de que se diese la salida al Gran Premio de Inglaterra, que se corrió, en Silverstone, el primero de septiembre de ese mismo año mágico. Fue en el llamado ‘warm-up’, es decir, el ensayo previo a la carrera donde los pilotos prueban la moto que van a utilizar en el gran premio.

Son 20 minutos importantes, no tanto como vitales, pero decisivos para saber que la moto y uno mismo están punto. De ahí que en esos 20 minutos se corra a saco, a tope. Tan veloz fue Márquez en ese entrenamiento matinal, que la rueda delantera de su Honda le patinó cuando iba a 150 km/h. Y justo, justo, cuando a Cal Crutchlow se le había escapado de las manos su Yamaha.

Ponerse el hombro en su sitio

De pronto, los comisarios que retiraban la moto del británico vieron volar sobre ellos la RC213V de Márquez. Salieron corriendo y salvaron la vida de milagro. Y Marc rodaba por el suelo. Se levantó y todos pensaron que se había roto, que había perdido el Mundial y que quienes llevaban meses pronosticando que el ‘rookie’ se haría daño, porque corre mucho, arriesga demasiado y va colgado de su moto, tenían razón. Pero Marc se levantó. Ya sabía lo que tenía. Sentía el mismo dolor que en Brno en el 2010. Su hombro izquierdo se había salido de sitio.

«Metí la mano por dentro del mono y noté que estaba fuera. Nada de clavícula, pensé». Y se fue corriendo a la ambulancia. Sabía que, en esos casos, es vital ponerse en manos del doctor en los 10 primeros minutos. Pasado ese tiempo se puede recolocar el hombro, pero ya se precisa anestesia y, entonces, igual los médicos no te permiten correr. De ahí que Márquez entrase en la clínica de Silverstone al grito de: «¿Dónde está el médico que mete los hombros?». Y el médico que mete los hombros ya estaba allí, junto al doctor Ángel Charte, el ‘ángel de la guarda’ de estos chicos. «¡Sin anestesia, doctor, sin anestesia!», dijo Márquez mientras apretaba los dientes y casi se mordía los labios. ¡Zas! Hombro en su sitio. Luego, infiltración, masaje y esparadrapos azules, de esos milagrosos tan de moda para reforzar la musculatura. Y a correr.

Y Márquez, que este invierno ha terminado sometiéndose a una delicadísima y, sobre todo, durísima recuperación en ese hombro izquierdo a manos de los doctores Víctor y Teresa Marlet y Xavier Mir, mantuvo esa misma mañana una batalla épica, histórica, con el mejor de los Jorge Lorenzo (Yamaha), tanto que ambos cruzaron la meta separados por centímetros. Bueno, 0.081 segundos. Es decir, nada. Juntos.