Fauna sorprendente

El uso de herramientas por animales, en peligro por la pérdida de biodiversidad

La disminución de poblaciones animales limita el estudio de adaptaciones esenciales para entender la evolución humana

Los primates no humanos utilizan herramientas para diferentes fines.

Los primates no humanos utilizan herramientas para diferentes fines. / Pixabay

Ramón Díaz

Ramón Díaz

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El uso de herramientas por parte de diferentes especies animales ha sido constatado ya desde la antigüedad. Esopo cuenta en una de sus fábulas como un cuervo sediento encuentra una jarra con un poco de agua, a la que no llega con su pico. Entonces arroja piedras a la jarra, con lo que consigue que el nivel del agua suba lo suficiente como para beberla. Este mismo comportamiento ha sido observado en la naturaleza en varias especies de aves.

Se ha comprobado, por ejemplo, que los cuervos de Nueva Caledonia, en Oceanía, fabrican herramientas con forma alargada, de gancho o con púas arrancadas de las hojas de las plantas, con las que extraen larvas y otros alimentos inaccesibles dentro de trozos de madera.

Los cuervos de Nueva Caledonia fabrican herramientas con forma alargada, de gancho o con púas arrancadas de las plantas, con las que extraen larvas y otros alimentos inaccesibles

Está demostrado que los córvidos transmiten socialmente su comportamiento, e incluso van añadiendo mejoras a lo largo del tiempo; esto es, muestran lo que los científicos denominan ‘evolución cultural acumulativa’.

Pero la acelerada pérdida de biodiversidad, impulsada por las actividades humanas, no solo amenaza la supervivencia de especies, también erosiona la comprensión científica sobre comportamientos culturales animales, como el uso de herramientas.

Un estudio publicado en ‘Science’ alerta de que la disminución de poblaciones animales limita el estudio de adaptaciones clave, esenciales para entender la evolución humana y diseñar estrategias de conservación efectivas.

Los comportamientos culturales en animales, desde los cantos de las ballenas hasta el uso de palos debidamente ‘fabricados’ por parte de los chimpancés para extraer termitas, pasando por la modificación de ramas para poder rascarse por elefantes, son habilidades transmitidas socialmente que permiten a las especies adaptarse a entornos cambiantes.

‘Rastros culturales’

Según el estudio, estas prácticas no solo son vitales para su supervivencia, sino que ofrecen claves sobre los orígenes del aprendizaje y la innovación en diferentes especies, incluidos los humanos.

La primatóloga Ammie Kalan, coautora de la investigación, explica que las adaptaciones al cambio ambiental no solo benefician a los animales, sino que proporcionan información crucial sobre los orígenes del comportamiento y el aprendizaje entre especies. "Sin embargo, la reducción global de sus poblaciones dificulta lo que aún podemos descubrir".

El uso de herramientas deja evidencia física, como piedras modificadas o ramas fracturadas, que los científicos analizan para reconstruir patrones de comportamiento.

Estos ‘rastros culturales’ son análogos a los artefactos arqueológicos humanos, permitiendo comparaciones con especies extintas. Por ejemplo, el estudio de cómo los monos capuchinos golpean nueces con piedras ayuda a interpretar herramientas de homínidos antiguos.

"Los primates no humanos comparten una historia evolutiva común con los humanos, y su estudio puede proporcionar información importante sobre nuestros orígenes", indica Lydia Luncz, coautora del estudio, que añade: "Estas criaturas singularmente complejas están en peligro de extinción, lo que pone de relieve la urgente necesidad de protegerlas y conservarlas, y también su modo de vida".

Mono capuchino cascando nueces.

Mono capuchino cascando nueces con la ayuda de piedras. / Tiago Falótico

La investigación señala que la disminución de poblaciones reduce la variedad de comportamientos observables. En grupos pequeños, las tradiciones culturales, como técnicas de caza o comunicación, pueden perderse más fácilmente, incluso antes de que la especie desaparezca. Esto limita la capacidad de los científicos para entender cómo las especies enfrentan desafíos como el cambio climático o la fragmentación de hábitats.

Un ejemplo crítico de las consecuencias de la pérdida de biodiversidad es el de los orangutanes de Borneo, cuyas poblaciones fragmentadas muestran menor diversidad en el uso de herramientas para acceder a alimentos, agua o parejas, comparado con grupos más grandes y estables. Esta pérdida de conocimiento colectivo reduce su resiliencia ecológica.

Un patrimonio compartido

Frente a este panorama, el estudio propone integrar tecnología digital en los esfuerzos de conservación. Escaneos 3D de herramientas animales, grabaciones de vocalizaciones y mapeo de sitios de forrajeo son métodos emergentes para preservar datos culturales.

Estos recursos tecnológicos, accesibles para futuras generaciones de científicos, podrían compensar la falta de observación directa en un mundo con menos biodiversidad.

Además, reconocer el valor de las culturas animales podría impulsar estrategias de conservación más holísticas. Por ejemplo, proteger áreas donde se practican comportamientos únicos, como los nidos complejos de ciertas aves, sería tan prioritario como salvar la especie misma.

La pérdida de diversidad conductual no es solo un problema ecológico, sino una brecha en el conocimiento humano. Las culturas animales ofrecen espejos para entender nuestra propia evolución. Las herramientas de piedra de los chimpancés, por ejemplo, iluminan cómo los primeros homínidos desarrollaron tecnologías similares.

El estudio también enfatiza que la conservación debe trascender el enfoque tradicional en números poblacionales. "Proteger a un animal no es solo salvar su material genético, sino también las tradiciones que lo definen como especie", señalan los autores.

Los investigadores urgen a la comunidad internacional a incluir la preservación cultural en los marcos legales y políticos de conservación. Esto implica financiar proyectos que documenten comportamientos en riesgo, crear bancos digitales de datos y educar al público sobre la importancia de estas ‘herencias vivas’.

La crisis de biodiversidad, concluyen los investigadores, provoca también una crisis de conocimiento. Al ignorar la dimensión cultural de la vida animal, la humanidad pierde parte de su propia historia, de su pasado, exponen.

"Reconocer este patrimonio compartido es vital para la ciencia, la educación y para recordar que todas las especies en este planeta estamos entrelazadas en una red de supervivencia", destacan los investigadores.