En peligro de extinción
Las fascinantes ‘flores cadáver’, en grave riesgo: solo quedan 162 ejemplares silvestres
La deforestación, el cambio climático y la recolección indiscriminada, unidos a la endogamia, amenazan el futuro de la inflorescencia más grande del mundo

Ejemplar de flor cadáver en el Jardín Botánico de Kiel (Alemania). / EFE
Es una de las plantas más fascinantes de cuantas existen en el mundo. La Amorphophallus titanum, conocida como ‘flor cadáver’ por su fétido aroma a carne en descomposición, se enfrenta a una nueva y grave amenaza para su conservación: la falta de registros históricos detallados en las colecciones botánicas globales.
La gestión inadecuada de datos sobre estas plantas excepcionales ha provocado una alarmante pérdida de diversidad genética, poniendo en riesgo su supervivencia a largo plazo, tal y como alerta un estudio liderado por investigadores de la Universidad Northwestern y el Jardín Botánico de Chicago.
Originaria de las selvas de Sumatra, en Indonesia, la flor cadáver es una rareza botánica. Su inflorescencia es la más grande del mundo, ya que puede llegar a superar los tres metros de altura. Además, emite un olor nauseabundo para atraer a sus polinizadores: moscas y escarabajos carroñeros.
Sin embargo, su fama no la libra del peligro de extinción. Según estimaciones recientes, solo quedan en todo el mundo 162 individuos en estado silvestre debido a la deforestación, la destrucción del hábitat, el cambio climático y la recolección indiscriminada.
Además, su biología la convierte en una planta excepcional: sus semillas no pueden almacenarse en bancos convencionales, ya que pierden viabilidad al secarse. Por ello, su conservación depende exclusivamente de colecciones vivas en jardines botánicos e instituciones científicas. Pero estos esfuerzos se enfrentan a obstáculos críticos.

Olivia Murrell (izquierda) toma muestras de polen de una flor cadáver de una colección viva. / Olivia Murrell
"Las flores femeninas y masculinas no se abren al mismo tiempo", explica Olivia Murrell, autora principal del estudio. "Cuando las flores femeninas están listas, el polen aún no está disponible, y viceversa. Esto obliga a los conservacionistas a usar polen almacenado, a menudo de la misma planta o de parientes cercanos, lo que aumenta la endogamia", añade.
‘Cuello de botella’ genético
Los investigadores estadounidenses analizaron datos de 1.188 plantas provenientes de 111 instituciones en Norteamérica, Europa, Asia y Oceanía. Los registros, recopilados desde hace 150 años, llegaron en formatos dispares: desde notas manuscritas hasta hojas de cálculo sin estandarizar.
Los hallazgos fueron contundentes. Las tres principales conclusiones fueron:
–El 24% de las plantas eran clones de otros ejemplares, lo que reduce la variabilidad genética.
–El 27% de los cruces se realizaron entre individuos estrechamente emparentados.
–Solo el 0,9% de las plantas procedían directamente de expediciones de recolección en la naturaleza, consideradas ‘fundadoras’ de la diversidad genética.
"La mayor tasa de datos faltantes ocurrió cuando las plantas se trasladaban entre instituciones", detalla Murrell. "Las plantas viajaban; pero sus registros, no. Con el tiempo, se perdía información crucial sobre su origen y parentesco", destaca la investigadora.
La falta de estandarización en los registros complicó incluso la reconstrucción de los linajes. Por ejemplo, dos expediciones realizadas en 1993 y 1995 aportaron el 54% de los ejemplares actuales, lo que sugiere un ‘cuello de botella’ genético.
Además, menos del 5% de los traslados de material vegetal fueron intercontinentales, limitando el intercambio de diversidad entre regiones.

Un ejemplar en un parque botánico de EEUU / US Botanic Garden
La disminución de la diversidad genética con el tiempo conlleva una disminución de la aptitud biológica, apuntan los autores. En general, las plantas endogámicas podrían no producir tanto polen o incluso morir justo después de florecer.
La población, en su conjunto, tampoco tiene la variación necesaria para sobrevivir. Por lo tanto, si una enfermedad o plaga afecta a plantas genéticamente similares, todas las plantas de esa población tienen mayor probabilidad de sufrirla.
Extinción por endogamia
La endogamia no solo reduce la resistencia a enfermedades, sino que también afecta directamente a la supervivencia. Un caso extremo documentado en el estudio muestra que todos los descendientes de una institución eran albinos, carentes de clorofila, y murieron poco después de germinar.
"Si nada cambia, la población podría extinguirse por endogamia", advierte Murrell. "La variación genética es esencial para adaptarse a amenazas como plagas o cambios ambientales. Sin ella, una sola enfermedad podría eliminar gran parte de la población", indica.
Para revertir esta crisis, el equipo propuso cinco medidas clave:
- Documentar exhaustivamente el origen de las plantas recolectadas en la naturaleza, incluyendo el número de ejemplares y su destino.
- Estandarizar los registros entre instituciones, utilizando plataformas unificadas como el módulo de pedigrí de PlantSearch.
- Rastrear parentescos para evitar cruces entre individuos relacionados.
- Transferir datos completos junto con las plantas durante traslados.
- Definir claramente términos como "accesión" para evitar ambigüedades en los registros.
Aunque el estudio incluyó un análisis genético molecular en 65 plantas –que confirmó baja diversidad y alta endogamia–, los investigadores enfatizan que se hacen necesarios "esfuerzos globales" para salvaguardar la especie. La creación de bancos de polen congelado y la colaboración interinstitucional son "pasos prometedores, pero insuficientes sin datos precisos", exponen.

La inflorescencia más grande documentada científicamente de una flor cadaver, que floreció en mayo de 2003 en el Jardín Botánico de la Universidad de Bonn (Alemania): lLa altura es de 306 cm desde el tubérculo y 274 cm desde el suelo. / © W. Barthlott
"Las colecciones vivas son un seguro contra la extinción, pero si no sabemos qué tenemos ni cómo relacionarlo, ese seguro pierde valor. Mantener registros no es burocracia: es conservación", opina Murrell.
El estudio concluye que el futuro de la singular flor cadáver dependerá de que la comunidad botánica logre traducir su fascinación por esta planta en "acciones coordinadas y basadas en datos". Porque, tal y como alertan, "cada clon y cada cruce mal documentado acercan a esta maravilla natural a un punto de no retorno".
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