Animales

Historia del gato: ¿Cuándo y dónde empezaron a ser nuestras mascotas?

La convivencia entre estos felinos y los humanos comenzó hace miles de años en un solo lugar de la Tierra

Historia del gato: dónde y cuándo se convirtió en nuestra mascota

Historia del gato: dónde y cuándo se convirtió en nuestra mascota / alphacoders

Ramón Díaz

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Mesopotamia fue la cuna de la civilización; el lugar donde nacieron la arquitectura monumental, la planificación territorial, la contabilidad, el desarrollo urbano, el alfabeto y la escritura. Pero ese fértil espacio entre los ríos Tigris y Éufrates fue también el lugar donde empezaron a convivir los humanos y los gatos. Así lo revela un estudio de la Universidad de Missuri (EEUU), que se acaba de publicar en la revista ‘Nature’ y desvela la verdadera historia del gato.

"La domesticación de los gatos probablemente se inició como una relación simbiótica entre los gatos monteses (subespecie Felis silvestris ) y los pueblos de las sociedades agrarias en desarrollo en Mesopotamia", señala el estudio.

Los autores, no obstante, cuestionan que los gatos sean en realidad animales domesticados, pues siguen siendo en muchos aspectos "salvajes" y, a diferencia de mascotas como los perros, apenas han cambiado su comportamiento tras ‘unirse’ a los humanos. Es más, si se suelta un gato doméstico en la naturaleza, probablemente seguirá cazando, sobrevivirá y se apareará. Un perro doméstico tendrá siempre muchas más dificultades para salir adelante.

La relación entre humanos y gatos comenzó a medida que aquellos hicieron la transición de cazadores-recolectores a agricultores; esto es, cuando pasaron de ser nómadas a asentarse en lugares concretos para trabajar la tierra. Fue hace unos 10.000 años.

"Los audaces gatos monteses probablemente capitalizaron una mayor densidad de presas (roedores) cerca de los humanos", mientras que estos "se beneficiaron de la depredación sobre estas alimañas", recoge el estudio.

Un gato con una pieza recién cazada.

Un gato con una pieza recién cazada. / pixabay

Los patrones de diversidad y diferenciación genética observados en los gatos del estudio son paralelos a los de otras especies, especialmente a los humanos una vez que se convirtieron en agricultores, lo que sugiere que "la historia humana está escrita en el ADN de las especies domesticadas", apunta el estudio.

Controladores de plagas

La agricultura permitió a los humanos recolectar gran cantidad de alimentos. Había excedentes, lo que atraía a ratones y ratas. Era, por tanto, el lugar ideal para los gatos, cazadores implacables, que empezaron a ser vistos por los humanos con auténticos "controladores de plagas".

La fascinación que desde el primer momento sintieron los humanos por un animal tan tierno y distante a la vez, tan mimoso y sin embargo autosuficiente, hizo que se llevaran gatos durante sus migraciones por todo el planeta.

Para determinar el momento en que los gatos se convirtieron en mascotas de los humanos, los investigadores tomaron muestras genéticas de más de un millar de gatos, de ascendencia principalmente euroasiática, en Europa, Asia y África.

Eligieron lo que denominan "gatos criados al azar"; es decir, salvajes, callejeros, domésticos, comunitarios o de granero. Ejemplares que, en realidad, siguen siendo ‘semidomesticados’ desde el punto de vista del comportamiento, puesto que pueden volver rápidamente al estado salvaje.

El resultado de la investigación no deja lugar a dudas: "La estructura general de la población actual de gatos sugiere una sola población mundial, con un aislamiento significativo por la distancia de las subpoblaciones periféricas".

Cuatro gatos domésticos.

Cuatro gatos domésticos. / unsplash

"La diversidad de la población de gatos respalda los patrones de migración de los humanos y otras especies simbióticas", destacan los autores. Esto es, los gatos emigraron junto a los humanos y fueron colonizando los mismos territorios a los que éstos llegaban.

Los orígenes de los gatos domésticos se centran, según los resultados del estudio y como sospechaban los investigadores, en la cuenca del Mediterráneo oriental, extendiéndose mas tarde a las islas cercanas y hacia el sur a través de la costa hasta el valle del Nilo. Y de ahí a dominar todo el mundo.

Un animal "muy especial"

El estudio genético también muestra que los gatos de Europa occidental presentan diferencias genéticas significativas con respecto a los que viven, por ejemplo, en el sureste de Asia. 

Leslie Lyons, genetista felina y profesora de medicina comparativa en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Michigan, resaltó que a diferencia de los caballos y el ganado, que han visto varios eventos de domesticación causados por humanos en diferentes partes del mundo en varios momentos de la historia, la genética felina respalda "firmemente la teoría de que los gatos fueron domesticados solo en Mesopotamia, antes de migrar".

Lyons, quien ha investigado la genética felina durante más de 30 años, considera al gato un animal "muy especial". Un animal que, además, puede ayudar en gran medida a los investigadores, usándolo como modelo biomédico para estudiar enfermedades genéticas que afectan tanto a los gatos como a las personas. Por ejemplo, la enfermedad renal poliquística, la ceguera y el enanismo.

Silueta de un gato.

Silueta de un gato. / unsplash

"La genética comparativa y la medicina de precisión juegan un papel clave en el concepto 'One Health’ (una sola salud), lo que significa que cualquier cosa que podamos hacer para estudiar las causas de las enfermedades genéticas en los gatos o cómo tratar sus dolencias puede ser útil para algún día tratar a los humanos con las mismas enfermedades", señala Lyons.

En un estudio publicado el año pasado, Lyons y sus colegas, que han creado un ensamblaje del genoma del gato que casi completo, descubrieron que la estructura genómica del gato es más similar a la de los humanos que a la de casi cualquier otro mamífero que no sea primate. Y esta circunstancia es de gran ayuda al estudiar enfermedades comunes entre ambas especies.

Informe de referencia: https://www.nature.com/articles/s41437-022-00568-4

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