Crisis climática

El primer borrador de Glasgow apunta a un acuerdo "extremadamente débil"

El texto que resume las negociaciones no menciona el fin de los combustibles fósiles ni el calendario de reducción de emisiones

En la octava jornada de la COP26, observadores y activistas denuncian que están siendo excluidos del debate

Activists take part in a protest during the UN Climate Change Conference (COP26), in Glasgow, Scotland, Britain, November 8, 2021. REUTERS/Russell Cheyne

Activists take part in a protest during the UN Climate Change Conference (COP26), in Glasgow, Scotland, Britain, November 8, 2021. REUTERS/Russell Cheyne / REUTERS/Russell Cheyne

Valentina Raffio

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El futuro del planeta se decide esta semana en la ciudad escocesa de Glasgow. Tras un frenético arranque plagado de grandes promesas y borrosos pactos globales, la Cumbre del Clima (COP26) se adentra en la fase más crítica de las negociaciones. En tan solo unos días, gobiernos de todo el mundo presentarán la nueva hoja de ruta para intentar frenar el avance de la crisis climática. Este lunes, tras ocho días de intenso debate, la organización ha publicado el primer borrador de este texto y, según denuncian expertos y activistas, los acuerdos que están sobre la mesa son "extremadamente débiles".

El texto, publicado por la misma presidencia de la COP26, recoge de manera esquemática todos los temas que ahora mismo forman parte de las negociaciones. Los gobiernos, afirma el escrito, reconocen la gravedad de la situación, admiten la petición de la comunidad científica sobre aumentar la ambición climática y se comprometen a diseñar una transición justa. Pero, según recoge este primer borrador, todavía no se ha llegado a un acuerdo sobre el calendario para aplicar la drástica reducción de emisiones que se necesita para frenar el aumento global de las temperaturas. Tampoco se menciona ni explicita ni implícitamente el fin de los combustibles fósiles (o el fin de los subsidios a los grandes contaminantes). 

Todo apunta a que las negociaciones se han enquistado en dos cuestiones que, más allá del debate medioambiental, destacan por un marcado transfondo geopolítico y económico. Preocupa, y mucho, que los acuerdos sobre estas cuestiones queden sesgados por injerencias de la industria. Sobre todo tras la publicación de un análisis de la plataforma 'Global witness' que corrobora que, en estos momentos, el lobby del petróleo, el gas y el carbón ha enviado a más de 500 representantes a la COP26; más que cualquier otro país presente en la mesa de negociaciones.

El malestar por la opacidad del debate aumenta este lunes tras la denuncia de observadores, activistas, oenegés y entidades sociales presentes en la Cumbre del Clima. "La organización está utilizando la excusa de las restricciones del covid para excluirnos de los espacios de negociación. No se está teniendo en cuenta el punto de vista de la sociedad civil, de los afectados, de las generaciones del mañana", denuncian portavoces de la plataforma Climate Action Network tras tomar el micrófono durante el último plenario de Naciones Unidas. 

Tensión en Glasgow

La semana decisiva de la Cumbre del Clima ha arrancado con mucha tensión en el aire. Este lunes, sin ir más lejos, los accesos al recinto que alberga la COP26, el Scottish Event Campus, se ha colapsado en varias ocasiones con largas colas, cuantiosos controles y muchas, muchísimas, dudas sobre la dinámica del evento. Ya en el interior, han sido muchos los asistentes que se han mostrado molestos por la excesiva afluencia de personas, la falta de espacios para trabajar o el mar de plásticos que envuelve todas y cada una de las opciones de comida disponibles en el epicentro de las negociaciones sobre crisis climática.

Colas en la zona de acreditación de la COP26.

Colas en la zona de acreditación de la COP26. / Valentina Raffio

En el corazón del recinto, gobiernos y entidades de todo el mundo han desplegado sus pabellones para lucir sus compromisos con el medioambiente. Irónicamente, Arabia Saudí y Rusia, dos de los países que más de están desmarcando de los pactos globales de Glasgow, han desplegado las dos estands más vistososo de todo el evento. En el otro extremo, centros de investigación ecológica de prestigio internacional se han presentado al evento con una escueta paradita y unos carteles que alertaban que, promesas políticas a parte, el mundo se dirige a una era de desastres climáticos.

Según recoge un reciente balance realizado por Naciones Unidas, en el mejor de los casos, si los países cumplen con los compromisos anunciados hasta la fecha se podría lograr una reducción anual de nueve gigatoneladas de gases de efecto invernadero. Pero si queremos limitar el aumento global de las temperaturas, las emisiones deberían caer más de 22 gigatoneladas antes de 2030. El análisis corrobora, una vez más, que la única manera de frenar el calentamiento global es cortar a la mitad los niveles de polución de nuestra especie y lograrlo de manera inmediata. 

Discursos y luchas

El gran desafío de Glasgow es lograr un pacto global en un mundo donde el desacuerdo aumenta día a día. "Estamos en un momento de tensión geopolítica donde es difícil apostar por la cooperación global. Pero si hay algo que debería trascender estos debates es la lucha frente al cambio climático", ha declarado este lunes el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, en una intervención que ha acaparado todas las cámaras. Durante su discurso, el mandatario ha reprochado el negacionismo climático de la administración Trump y la "peligrosa ausencia de urgencia" que se desprende de la falta de actuación de países como China y Rusia.

Mientras en las salas de prensa se hablaba del rifirrafe geopolítico, en los pasillos de la COP26 activistas climáticos de todo el mundo mostraban la otra cara de esta crisis. A primera hora de la mañana, una manifestación a las puertas del recinto recordaba que la lucha por los combustibles fósiles, además de contaminar, ha desencadenado innumerables muertes. A media mañana, otra protesta denunciaba los asesinatos de activistas por defender el Amazonas. Más tarde, jóvenes ecologistas se reunían para recordar, una vez más, que si Glasgow fracasa también fracasa su futuro. El mundo depende de lo que se decida en estas cuatro paredes. 

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