Análisis con insectos

Investigadores de la Universitat de Girona estudian cómo se regeneran los bosques afectados por incendios forestales

Los ambientólogos analizan el ciclo de vida de las chicharras, que viven bajo tierra

Recomiendan que el 30% de la madera quemada se deje en el lugar del fuego para favorecer su regeneración

Investigadores de la UdG estudian cómo se regeneran los bosques afectados por incendios a partir de poblaciones de cigalas

Investigadores de la UdG estudian cómo se regeneran los bosques afectados por incendios a partir de poblaciones de cigalas. /

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Investigadores de la Universitat de Girona (UG) estudian cómo se regeneran los bosques quemados a partir de las poblaciones de chicharras. Se centran en incendios que han afectado masas de pino carrasco. Año tras año analizan determinadas zonas y cogen todas las mudas que encuentran de estos insectos.

Como las chicharras pasan la mayoría del ciclo vital bajo tierra, alimentándose de savia, son un buen indicador para ver el estado en que se encuentran las raíces; y en consecuencia, el bosque. De momento, los investigadores han visto que hacen falta entre seis y siete años porque las poblaciones de chicharras se recuperen. Para favorecer la regeneración de los bosques quemados, los investigadores proponen que como mínimo entre el 20 y 30% de los árboles y la madera quemada se dejen en el mismo lugar.

Estudio del subsuelo

En Vilopriu (Baix Empordà), zona afectada por un incendio en 2010 y ahora, sobre todo, poblada por pinos de entre 4 y 5 metros que han crecido a escasa distancia uno de los otros, los dos investigadores del Departamento de Ciencias Ambientales de la UdG, Pere Pons i Josep M. Bas, estudian la parte subterránea de un ecosistema después de un fuego forestal.

Plano detalle de la muda de una cigala.

Plano detalle de la muda de una cigala. / ACN / XAVIER PI

Para hacerlo, los dos científicos se centran en un grupo de insectos que pasan la mayor parte de su vida bajo tierra: las chicharras. Año tras año, estudian cómo ha evolucionado la población en una determinada parte del bosque. Se fijan en un tramo de 100 metros lineales a ambos lados de una pista forestal y lo siguen concienzudamente.

Hasta 10 años enterrados

Buscan las mudas de chicharra que cuelgan de arbustos y matorrales. Es el último cambio de piel que hacen estos insectos después de salir de bajo tierra y elevarse. Los juveniles de la chicharra del pino, la especie más abundante, llegan a vivir hasta 10 años enterrados, donde se alimentan de savia no elaborada. Pero una vez en el exterior, los adultos mueren en una o dos semanas; el tiempo justo para aparejarse y completar el ciclo vital.

"Como las chicharras pasan la mayor parte de la vida bajo tierra, son un buen indicador de aquello que pasa al suelo de un ecosistema después de un incendio", concreta Pere Pons. "Como comen la savia de las raíces, nos indican el estado de salud en que se encuentran las raíces de los pinos, de los arbustos y de las plantas herbáceas", añade.

Ocho pinares investigados

Entre los exoesqueletos que recogen hay, sobre todo, de chicharras del pino. Pero también otros tipos, como la chicharra argentada o la chicharra gorda. Cada vez que encuentran una muda, miden a qué distancia se encuentra del suelo y lo anotan en un registro. Esto los permite saber, año tras año, qué población de estos insectos hay en el lugar. Y, de paso, ver cómo se ha regenerado la zona quemada por el fuego.

El estudio que llevan a cabo los dos investigadores en Biología Animal empezó ahora hace nueve años. Durante este tiempo, han hecho seguimiento de la población de chicharras en ocho pinares afectados por fuegos forestales. La mayoría en comarcas de Girona, pero también en el Bages. En Girona, han hecho muestreos a zonas del gran incendio del Empordà del 2012, en Blanes (Selva), en Vilopriu y en Colomers (Baix Empordà) y en Roses (Alt Empordà).

Resultados definitivos pronto

Los dos investigadores prevén que en uno o dos años ya podrán extraer resultados definitivos de la investigación (entre otros, porque tienen que acabar de seguir todo un ciclo de vida cumplido de los insectos). Pero ya de entrada, las conclusiones preliminares dicen que tienen que pasar entre seis y siete años antes las poblaciones de chicharras no se recuperan.

"El primer año después del incendio, en contra del que se podría pensar, hay una abundante salida al exterior de este insecto una vez completada el ciclo subterráneo; pero a partir de entonces, y durante años, su número baja de manera notoria", concreta Pons. "Esto lo atribuimos a la degradación de las raíces; el primer año, a pesar de que el pino se haya quemado y esté muerto, las raíces todavía contienen savia, pero a partir de entonces se acaba el alimento para las larvas", añade.

Raíces que no se recuperan

Esto también es un indicador del estado en que se encuentra el suelo que se ha quemado. "Esto nos indicaría que hasta después de unos años las raíces de los hábitats forestales no se recuperan, que es cuando las chicharras tienen suficiente recurso para sobrevivir", explica el investigador de la UG.

La recuperación de las chicharras, a su vez, también es un indicador de biodiversidad. Porque este insecto tiene diferentes depredadores, que vuelven a la zona quemada (como por ejemplo hormigas, avispas, roedores, pájaros o zorros).

Hasta Ventalló

Después de coger muestras en Vilopriu, los dos científicos de la UG se acercan al área quemada por el incendio que hubo en Ventalló (Alt Empordà) este fin de semana pasado. Los troncos de los pinos más jóvenes, totalmente ennegrecidos, contrastan con las copas otros de más altos, que no se han quemado (a pesar de que el incendio también ha muerto el árbol).

Pere Pons i Josep M. Bas también han estudiado cómo se tendría que gestionar un pinar que se ha visto afectada por un incendio. Proponen que la madera quemada no se retire inmediatamente, sino que se deje pasar cierto tiempo. "Para evitar que con la entrada de maquinaria haya erosión y también para poder reflexionar cuál es la mejor actuación que hay que hacer a las fincas quemadas", concreta Bas.

Pinaza que cubra la ceniza

Los investigadores, además, sostienen que como mínimo entre el 20 % y el 30 % de los árboles y la madera (por ejemplo, las copas) se dejen en el lugar. "Si son pinos que se poueden aprovechar, recomendamos que si se talan, se esperen unos meses", explica Bas. "Que las copas se dejen en la zona del incendio, porque la pinaza cubra la ceniza, las piñas suelten las semillas y esto favorezca la captación de carbono para el ecosistema y disminuya la erosión", añade. En otros casos, además, la solución puede ser no intervenir (y dejar que el bosque quemado evolucione a dinámica natural).

"Todo esto, al final, es materia orgánica que ayudará que el bosque se regenere mejor y lo vuelvan a colonizar determinadas especies", dice el investigador de la UG. "Estos sustratos de ramas quemadas a la zona de los incendios acaban siendo un apoyo para plantas que pueden germinar, o para especies de pájaros, reptiles y mamíferos que los pueden aprovechar", concluye Bas.