Efectos colaterales de la cuarentena

El largo confinamiento enmudece a Barcelona y su mar

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Michele Catanzaro

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La insólita sensación de escuchar los pájaros cantar en Barcelona, que relatan muchos ciudadanos confinados por el covid-19,  tiene ahora un sustento numérico. La contaminación acústica que solía azotar la ciudad ha bajado empicado desde el inicio de la cuarentena. Así lo sugieren las mediciones de una quincena de sensores, gestionados por ciudadanos voluntarios en el marco de una iniciativa llamada Smart Citizen. Los dispositivos, desplegados en varios puntos de la ciudad, han registrado reducciones de al menos 5 decibelios. O sea, el ruido ha bajado más del 50%.

"Es muchísimo. Supone la diferencia que hay entre el ruido de un polígono industrial, alrededor de 70 decibelios, y el máximo permitido por la normativa de Barcelona, 65 decibelios", explica Miquel Ortega, doctor en Ciencias Ambientales y responsable del blog  Contaminacio.barcelona, que ha recopilado los datos de contaminación acústica.

Más de la mitad de la población de Barcelona vive en zonas con exceso de ruido, según cálculos de Ortega basado en los niveles establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un estudio del 2016 del Instituto de Salud Global de Barcelona (IsGlobal) estimó que el ruido causaba casi 600 muertes prematuras al año en la ciudad, una cifra parecida a la de la contaminación ambiental.

Como una supermanzana

"Es como si durante un día toda Barcelona se hubiera convertido en una supermanzana", comenta Ortega. De hecho, las reducciones medidas son parecidas a las registradas en las nuevas supermanzanas de Sant Antoni y Poble Nou.

Los nuevos datos no tienen validez científica porque los sensores son gestionados por personas distintas y se encuentran en alturas y posiciones diversas. El ayuntamiento prepara un informe riguroso sobre los efectos del confinamiento en la contaminación acústica basado en sus instrumentos. Sin embargo, las caídas detectadas por Smart Citizen son elocuentes.

Dos sensores emplazados en la esquina entre la calle de Urgell y la avenida de Roma, un punto representativo de las calles de más tránsito de la ciudad, registraron un cambio de 67 a 61 decibelios. El sensor de la calle del Doctor Dou, en el Raval, pasó de 58 a 52 decibelios, casi igual al ruido nocturno. En la calle de Ros d’Olano, en Gràcia, la diferencia casi alcanzó los 8 decibelios.

Los decibelios se expresan en escala logarítmica, de modo que una reducción de unos pocos decibelios representa un recorte importante en porcentaje de presión acústica. "Por ejemplo, una conversación normal entre dos personas está alrededor de unos 55 decibelios, mientras el ruido de un aspirador alrededor de 70", explica Ortega.

Dos sensores emplazados en patios de escuelas (Vila Olímpica y Poble Nou) dieron una señal curiosa. A partir del 13 de marzo, cuando se cerraron los centros educativos, desaparecieron unos picos de ruidos que coinciden con las horas de patio.

Sin embargo, "la causa principal del ruido en nuestra ciudad son los coches", apunta Miquel Ortega. Por esto, la reducción es más marcada en las calles de tránsito que en la secundarias.

"Una parte importante del ruido urbano viene de los vehículos. Era previsible que bajara por el confinamiento", afirma José María Baldasano, experto en contaminación de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). "Esto representa un mensaje claro a la administración y a la sociedad sobre qué esfuerzos tenemos que hacer para cambiar hacia una ciudad saludable", añade. "Abordando el problema de los coches podemos beneficiarnos del lado de la contaminación y del lado del ruido", afirma Ortega.

"En las calles con afectación de ruido nocturno, la población puede haber ganado calidad de descanso [durante el confinamiento]", afirma Jordi Romeu, investigador en contaminación acústica de la UPC.

Silencio en el mar

Otro ámbito de la ciudad en el que el tráfico se ha reducido drásticamente es el mar. Quedan los barcos pesqueros pero la actividad comercial está casi desaparecida. "Estamos midiendo reducciones drásticas de los niveles de ruido submarino", explica Michel André, director del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la UPC.

"Esta reducción deja a la vida salvaje una oportunidad de expresarse que no había tenido en 100 años. A nivel científico es una oportunidad única", explica el investigador.

De momento, es pronto para medir efectos directos en los cetáceos y otros animales que se comunican por medio del sonido. "Probablemente se van a sentir menos acosadas por actividades humanas. Si dejemos espacio acústico y físico vamos a dejar que las especies salvajes puedan tener rincones nuevos", concluye André.

La ESA retrata la polución de BCN

El satélite Sentinel 5P de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha confirmado desde el cielo lo que las estaciones de medición de la contaminación de Barcelona habían sugerido. Es decir, una descomunal caída en las emisiones de dióxido de nitrógeno, un gas contaminante y dañino para la salud emitido por los coches. La imagen de la ciudad forma parte de unas mediciones llevadas a cabo encima de la región de Wuhan, de Italia y de España y que revelan el impacto de las medidas de confinamiento. La ESA está pendiente de analizar los datos y por esto no cuantifica los niveles de reducción. Sin embargo, la mancha de emisiones presentes delante de la costa catalana en marzo del 2019 resulta casi ausente en los diez días de confinamiento analizado este marzo.