Especies vulnerables

Alerta por la muerte de cetáceos arrollados por barcos

Una joven cría de calderón es sacrificada ante la gravedad de sus heridas por arrollamiento

Una joven cría de calderón es sacrificada ante la gravedad de sus heridas por arrollamiento / FRANCIS PÉREZ

Valentina Raffio

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mar adentro, cetáceos y barcos, los grandes mamíferos marinos y las grandes embarcaciones humanas para navegar por las aguas, se ven obligados a compartir un mismo espacio. En ocasiones, sin embargo, esta 'convivencia forzada' se tambalea cuando la presencia de unos pone en riesgo la supervivencia de los otros. La comunidad científica y las asociaciones ecologistas alertan de que el aumento del tráfico marino está intensificando las colisiones con ballenas, delfines, cachalotes, belugas, narvales y zifios, unos encontronazos accidentales que suelen pasar desapercibidos para los tripulantes pero que para los animales pueden suponer la muerte.

En las últimas semanas, sin ir más lejos, se han dado a conocer diferentes casos de cetáceos que habían fallecido a raíz de una colisión con una embarcación. En Tenerife, una cría de calderón de apenas ocho meses fue hallada por un equipo de investigadores con una profunda herida en la zona de la aleta caudal que dejaba su cola prácticamente colgando, por lo que, tras la valoración de un veterinario, tuvo que ser sacrificada. En Tossa de Mar, un ballenato de Cuvier apareció muerto en las playas de la localidad con un incisivo corte en la cabeza y diferentes costillas rotas. En ambos casos, los expertos atribuyeron los decesos a la colisión de estos grandes mamíferos con embarcaciones de gran tamaño que, probablemente, circulaban por las aguas a gran velocidad.

"Lamentablemente no se trata de incidentes puntuales, sino de un problema de conservación de primera magnitud", valora Beatriz Ayala, especialista del programa marino del World Wildlife Fund (WWF) en Canarias. "Llevamos años viendo cómo las colisiones entre embarcaciones y cetáceos amenazan la supervivencia de estos animales y hasta ahora no se han tomado las medidas necesarias para evitar estos accidentes. Mientras, el tráfico marítimo aumenta, incluso en zonas con altas densidades de cetáceos, y cada vez tenemos más pruebas del impacto que ello supone para el medio marino", añade Ayala tras recordar que estos choques suponen un riesgo tanto para los animales como para las propias embarcaciones.

"Lamentablemente no se trata de incidentes puntuales, sino de un problema de conservación de primera magnitud"

Beatriz Ayala

— Especialista del programa marino del World Wildlife Fund (WWF) en Canarias

Un problema de magnitud desconocida

En el litoral catalán, entre el 2010 y el 2018, la  Xarxa de Rescat de Fauna Marina (XRFM) contabilizó un total de 312 cetáceos muertos arrastrados hasta las playas. En el archipiélago canario, uno de los lugares del mundo con mayor diversidad de cetáceos, entre el 2006 y el 2012, el número de animales muertos hallados alcanzó los 320 ejemplares. Los expertos atribuyen la mayoría de estas muertes a la actividad humana, dado que la incidencia de enfermedades bacterianas o víricas entre estas especies no es demasiado recurrente. El encontronazo con los humanos, en cambio, sí. Más en un contexto en que el tráfico marino, cada vez más rápido y recurrente, está en aumento.

"En la mayoría de casos, las autopsias realizadas a los cetáceos que encontramos varados desvelan que los animales estaban sanos. El tráfico marino y la pesca accidental se sitúan como las principales causas de muerte accidental de cetáceos. Y no solo aquí, sino a nivel mundial", desvela Mariano Domingo, investigador del IRTA-CReSA, profesor del Departamento de Sanidad y Anatomía Animal de la UAB y responsable de las necropsias de la fauna marina protegida hallada en las costas catalanas. "No podemos conocer la magnitud real del problema porque tan solo podemos ver y analizar los cadáveres de cetáceos que encontramos varados en la costa. Pero más allá de estos, también suponemos que hay muchos animales que fallecen y acaban arrastrados mar adentro. Estos simplemente desaparecen, por lo que nunca entran a formar parte de las estadísticas", comenta Domingo, quien recientemente ha coordinado la necropsia de la ballena hallada en Tossa.

"Las colisiones directas son solo parte del problema. No hay que olvidar que los ruidos emitidos por las embarcaciones también ponen en riesgo a los animales", argumenta Santiago Palazón, biólogo del Servei de Fauna i Flora del Departament de Territori i Sostenibilitat de la Generalitat. "También los estamos exponiendo a elevados niveles de estrés, una progresiva degradación de su hábitat y a una disminución de la disponibilidad de sus alimentos", añade Ayala, quien recuerda que tanto la comunidad científica como las asociaciones ecologistas llevan años denunciando esta situación.

"No podemos conocer la magnitud real del problema porque tan solo podemos ver y analizar los cadáveres de cetáceos que encontramos varados en la costa"

Mariano Domingo

— Investigador del IRTA-CReSA

Animales especialmente vulnerables

Los choques entre vida marina y creación humana, habitualmente accidentales, suelen acabar con la fauna autóctona muerta o malherida. "En la naturaleza, un animal herido es un animal casi muerto. En el caso de las heridas por arrollamiento, los animales tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir", recuerda Palazón. "Estamos hablando de especies especialmente vulnerables. Los cetáceos, por más grandes e imponentes que nos puedan parecer, se quedan totalmente indefensos ante los disturbios provocados por la actividad humana", añade Ayala. No hay que olvidar que estos grandes mamíferos marinos necesitan subir a la superficie para respirar, por lo que pueden quedar más expuestos al ruido, desorientarse y acabar colisionando con una embarcación. 

Investigaciones realizadas por expertos de la Universidad de La Laguna apuntan a que este fenómeno supone un riesgo muy importante para la supervivencia de especies vulnerables. En el caso de los cachalotes, por ejemplo, las muertes de estos animales por arrollamientos podrían superar las tasas de crecimiento natural de la especie, lo que significa que el número de muertes por atropello pronto podrían superar las cifras anuales de nacimientos. Los datos recogidos por la Red de Cetáceos Varados en Canarias, de hecho, apunta a que hasta un 89% de los cachalotes varados en el archipiélago presentan signos de colisión.

"Cuanto más tráfico tenga un puerto, mayor es el peligro para los animales. Sabemos que, por ejemplo, en el puerto de Barcelona deben haber muchas más colisiones de las que detectamos ya que estamos ante un lugar muy concurrido por todo tipo de barcos y, a la vez, una importante zona de paso para los cetáceos", añade Palazón. Esta misma situación podría estar ocurriendo en los grandes puertos españoles, tanto en aquellos más turísticos, como los de Tenerife, Islas Baleares y Las Palmas, como en el caso de los comerciales de Valencia, Algeciras y Bilbao. 

"En la naturaleza, un animal herido es un animal casi muerto. En el caso de las heridas por arrollamiento, los animales tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir"

Santiago Palazón

— Biólogo del Servei de Fauna i Flora del Departament de Territori i Sostenibilitat

"No hacer nada no es una opción"

"Las palabras y las buenas intenciones por si solas no bastan. Hay que concretar toda esta preocupación en acciones concretas que logren proteger de manera eficaz a la fauna marina", reflexiona Domingo. "Necesitamos aplicar de manera urgente unas medidas sólidas y basadas en el conocimiento científico para evitar las colisiones entre la fauna marina y la actividad humana. Los expertos ya han hablado y han dicho qué tipo de acciones deberíamos aplicar para frenar este problema. Ahora solo falta que se actúe", añade Ayala.

"Lo importante es no buscar culpables, sino actuar de forma responsable, con directrices gubernamentales, para compatibilizar el uso humano de la mar con la supervivencia de la fauna protegida que lo habita", añade Natacha Aguilar de Soto, experta en cetáceos de la Universidad de La Laguna quien hace tan solo unos días, a través de la Conferencia sobre Áreas Marinas Protegidas de Mamíferos Marinos celebrada en Grecia, lanzó la voz de alarma sobre este problema. "No hacer nada no es una opción", zanja la investigadora.

La Organización Marítima Internacional (OMI), en colaboración con otras instituciones dedicadas a la conservación de la fauna marina, apunta a la creación de unas directrices para reducir el riesgo de colisión entre embarcaciones y cetáceos. Entre estas destaca la reducción de la velocidad de los trayectos, planificación del itinerario (medida con la que se evitaría el tráfico en las zonas con mayor densidad de animales), vigilancia permanente (para poder esquivar a tiempo el choque), notificación de accidentes (para recopilar datos completos sobre la frecuencia y gravedad de estos accidentes) y fomento de las investigaciones científicas (para conocer el impacto de este fenómeno).

En esta misma línea, los expertos también sugieren que se impulsen programas de formación específicos para navegantes en los que se expliquen cómo evitar estos accidentes y cuáles son los protocolos a seguir ante un eventual impacto con un animal. Hasta ahora, tan solo unas pocas escuelas cuentan con programas específicos para los futuros oficiales de buques en los que se trabaje el posible impacto de las embarcaciones con la fauna marina.