INICIATIVA INTERNACIONAL

Vivir sin generar basura: el reto del residuo cero

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Antonio Madridejos

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Cinco hogares catalanes muy variopintos, sin ninguna relación con los organizadores, accedieron al reto que les propuso la fundación ReZero para intentar vivir durante un mes generando el mínimo de residuos posibles. Y el resultado ha sido espectacular: una montaña de basura, con un peso abrumador de los pañales desechables, se transformó de repente en apenas cuatro frascos, según el ejemplo de Daniel Palou y Cecília Caralt, vecinos de Cistella (Alt Empordà) y padres de un niño de un año. "Sin un gran esfuerzo y sin que nos haya costado más caro, hemos reducido la basura a menos de la mitad", dicen otros dos participantes en el reto, Jordi Arias y Christian Koester, que viven en Barcelona.

El desafío del Residuo Cero es una iniciativa internacional que impulsa la reducción de los residuos y muy particularmente de las basuras domésticas como medio para evitar los problemas asociados a los vertederos y la incineración, el agotamiento de los recursos naturales y el gasto energético del reciclaje, entre otras cuestiones. "Es casi un filosofía, un cambio de tendencia", resume Rosa García, directora de ReZero, la antigua Fundación para la Prevención de Residuos. "Ahora que se priman los productos no reutilizables y no reparables, en medio de una vorágine consumista, nosotros propugnamos todo lo contrario", añade García. Su lema es "Yo soy Coco", de consumidor consciente.

Sin vinculación con la organización

Para el experimento se seleccionaron cinco familias que no fueran activistas y que no estuvieran vinculadas con la fundación o con asociaciones ambientales. "Queríamos gente normal", dice García. Durante el primer mes, los voluntarios mantuvieron sus hábitos habituales en lo que concierne a las basuras. Debían, eso sí, limpiar los residuos generados para que los técnicos de ReZero los pudieran analizar, guardar y computar semanalmente. "Muy pronto empezamos a comprobar la gran cantidad de basura que se puede acumular en pocos días", reconoce Jordi Arias, que regenta dos tiendas té e infusiones En su casa destacaban especialmente los bricks de leche y los envases de yogur.

La segunda fase fue el reto en sí: un mes intentando reducir al máximo la generación de basura. Aunque los voluntarios recibían un catálogo de consejos y un kit de ayuda, incluidos varios envases reutilizables y una bolsa de red para las compras, el éxito dependió exclusivamente de su fuerza de voluntad y de su ingenio. Y, por supuesto, todo lo que fue imposible reducir acabó correctamente en el contenedor adecuado. "Si no podíamos comprar a granel, mirábamos que fuera de vidrio y gran tamaño", dice Isabel Sanuy, estudiante universitaria de Balaguer y residente en Barcelona. Isabel participó en el reto junto a sus compañeras de piso, Carlota Vázquez y Eva Alcácer, también universitarias. De lo que no pudieron prescindir, admiten, es del agua mineral embotellada.

Casi como un reality show, los participantes se grabaron a sí mismos reflexionando sobre sus hábitos y todo ese material acabará formando parte de una película en internet de cinco capítulos que se ha rodado con la productora Forma I&M.

La materia orgánica, un caso aparte

Un capítulo especial correspondió a la materia orgánica, que por motivos obvios tuvo un tratamiento especial. Lo único que tenían que hacer los participantes era pesarla y llevarla luego al contenedor marrón. No obstante, una de las familias optó incluso por reciclarla para fabricar compost con el que fertilizar un jardín comunitario. Fueron Julita Mañosa y Josep Company, jubilados de Castellar del Vallès, y contaron para este cometido con el asesoramiento del especialista Ramon Plana.

Cada familia tenía sus necesidades. En el caso de Daniel y Cecília, ambos maestros, una de las soluciones fue echar mano de los pañales reutilizables de tela. "Nosotros gastábamos casi un paquete de pañales grande entero cada semana", recuerda él. Según la presidenta de ReZero, los de tela reciclable pueden suponer "un ahorro de hasta 1.000 euros en la vida de un bebé". En otro de los grupos, el formado por las tres estudiantes universitarias, se optó aunque con éxito desigual por las copas menstruales como alternativa a las compresas. "Vino a hablarles una especialista -prosigue García- porque se trata de algo muy desconocido".

Sin envoltorios

Según el criterio de los voluntarios, una de las prácticas más provechosas fue la compra de producto fresco sin envoltorio. Por ejemplo, a la hora de adquirir pescado o carne, acudían a la tienda con el táper y pedían que allí se lo depositaran. "No se seca tanto y la puedes colocar directamente en las nevera o el congelador", dice Daniel. Además, así se evita emplear porexpán. "Las bandejas en el congelador aumentan el consumo energético porque se trata de un material muy aislante", insiste García.

"Conseguimos el reto del residuo cero salvo excepciones, como las cartas y los recibos que nos llegaban por correo", bromea Daniel. La pareja de Cistella no empleó ni una bolsa como envoltorio para el transporte. "Siempre las llevamos cuando vamos a comprar", prosigue. Tampoco compraron productos envasados, salvo el salmón ahumado, "que no hubo manera de encontrarlo sin plástico".

Daniel y Cecília compraron leche fresca a granel en una vaquería, práctica permitida desde la pasada primavera, pero no lo lograron con el aceite porque está prohibido. "Tampoco encontramos cerca gente que nos vendiera cerveza sin envase", añade. También aprendieron a elaborar yogures en el horno: "No solo salen buenísimos, sino que además sabemos que no tienen ningún aditivo", dice él. Con un solo litro de leche fresca, que la compran en la vaquería a 60 céntimos el litro, fabrican ocho yogures.

Leche a granel

Jordi y Christian tuvieron más dificultades para encontrar leche fresca. "Solo conocemos una tienda en Barcelona, que está en el Clot, pero nos obligaba a desplazarnos y al final acabamos sucumbiendo a los tetrabriks", admite el primero. También lamenta no haber sido capaz de encontrar ni una tienda que vendiera pienso sin envasar para su perro. En cambio, asegura que fue muy buena la experiencia con los jabones y detergentes de las tiendas Goccia Verde. "Puedes ir con tu envase y te lo llenan", ilustra.

"Para nosotros ha sido una buena experiencia y hemos aprendido muchas cosas", confiesa Daniel. Lo mismo opinan Vanessa Rodríguez y Carlos Escudero, un matrimonio de Barcelona con dos hijos: "Cada día vamos perfeccionando nuestros hábitos"."Es cuestión de organizarse -añade Jordi-. Antes iba al súper y compraba por impulso, ahora lo hago más diariamente. Y gasto menos". "No ha supuesto ningún esfuerzo. Si estudias Biología como yo, sueles estar muy sensibilizada por estas cosas", concluye Isabel.