MEDIO MARINO

Pescar compresas en aguas de Barcelona

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Los barcos arrastreros que faenan en las aguas costeras de Barcelona se encuentran a menudo con una desagradable sorpresa: cuando alzan sus artes de pesca, aparecen adheridos a los hilos, prácticamente pegados, kilos y kilos de restos de celulosa y algodón procedentes de compresas, toallitas higiénicas y salvaslips.

Se trata en su mayor parte de productos arrojados por el retrete, de forma imprudente e incívica, que han acabado en el agua al colapsarse el alcantarillado en momentos de lluvias intensas. Los residuos, que ocupan una gran superficie en el fondo marino más cercano a la ciudad, alcanzan en casos extremos "acumulaciones de varios palmos de alto" relata José Antonio Caparrós, veterano patrón de un arrastrero con puerto en Barcelona, quien asume que ahora debe irse muy lejos, hasta el Garraf, para lograr pescar gamba. "El problema no es nuevo -insiste-, pero ahora hay mucho más".

A diferencia de los plásticos o los restos de vegetación, que flotan y son más fáciles de recoger, los productos derivados del algodón y la celulosa absorben el agua y acaban depositándose en las profundidades. Y allí permanecen hasta que se descomponen y finalmente los arrastra una red. "Los arrastreros hacen un poco de basureros del mar", ilustra Vicens Forner, vecino y cronista de la Barceloneta que documenta desde hace años la actividad pesquera en el puerto de la ciudad.

PROBLEMA AMBIENTAL

La abundancia de restos es lógicamente un problema ambiental que dificulta el ciclo de la vida y luego mengua la productividad biológica, pero es también un inconveniente para la propia actividad pesquera y el manejo de las artes de arrastre. "Como estos residuos absorben el agua, cuando sacamos la red -afirma Caparrós-, podemos llegar a cargar hasta una tonelada de restos. Esto mojado pesa un motón. Puedes quedarte parado por las compresas putrefactas". 

Con la ayuda de una pistola a presión, Pedro lleva horas limpiando las redes del barco de Caparrós una a una. Tiene para días porque los restos de celulosa están incrustados como pegamento. "Es un trabajo brutal. Perdemos siempre unos días tratando de quitar estos trozos", lamenta el patrón. Los restos se han de recoger en un contenedor porque está prohibido devolverlos al mar.

Caparrós acusa a la depuradora de aguas del Llobregat de ser la responsable de que estos residuos acaben en el mar, y esgrime como argumentos que "el problema aumentó cuando se inauguró la planta y que donde hay más es precisamente donde acaban los emisarios submarinos". "Como no pueden tratar las compresas, las arrojan directamente", añade. Sin embargo, ello no explica por qué el mismo problema se registra en otras muchas zonas.

DESDE EL ALCANTARILLADO

"No es cuestión de las depuradoras. Las compresas y las toallitas acaban en el mar en situaciones de tormentas intensas, a través de los rebosaderos de la red de alcantarillado", resume Ignasi Mateo, especialista de la Agència Catalana de Residus (Departament de Territori). Es como un "sistema de seguridad" que evita que las cloacas rebosen y, en su lugar, desvía los residuos directamente hacia el mar, añade. Difícilmente va a cambiar este mecanismo. "El problema -insiste Mateo- es que la gente sigue tirando por el váter materiales que no deberían ir allí". Luego, las corrientes se encargan de repartir los residuos. No son plásticos, pero su desintegración no es inmediata. Ni mucho menos. 

No hay estudios para evaluar la toxicidad de estos productos en el medio. "Sí han hecho algunos análisis sobre la ingestión de microplásticos por parte de la fauna marina, pero en este campo no hay mucha literatura científica", asume Mateo. Entre el 70% y el 80% de los residuos que se recogen en el mar son de origen terrestre, llegados fundamentalmente a partir del alcantarillado y las rieras. Un 20% procede de actividades que se realizan en el mar, como el transporte de mercancías y los barcos recreativos. Y finalmente hay un pequeño porcentaje derivado de la pesca, especialmente redes rotas o encalladas.

Según Caparrós, el problema que sufren los arrastreros es la punta del iceberg del estado del mar. "Se quieren poner la etiqueta de ecologistas, pero todo el distrito barcelonés de pesca, desde Badalona hasta Port Ginesta, está lleno de residuos", lamenta. "Aunque nos acusan de sobreexplotación del mar y nos restringen las capturas, los meses y las zonas de pesca, nosotros no somos los culpables. ¡Si ahora estamos menos de la mitad que hace unos años¡", añade. En el puerto de Barcelona hay actualmente una decena de arrastreros y unos 25 barcos en total. "Las administraciones nos ignoran", concluye.

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