El islote de S'Espalmador reclama protección frente a la presión turística

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OLGA MERINO / BARCELONA

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Los propietarios de S’Espalmador, los hermanos Norman y Rosy Cinnamond Planás, alertan del progresivo deterioro que viene sufriendo el islote de las Pitiusas, situado al norte de Formentera, e instan al Gobierno balear a que adquiera esta joya medioambiental como salvoconducto para garantizar su pervivencia. Es más, los dueños defienden que la fórmula más eficaz para garantizar su conservación sería que el propio turismo, el que amenaza con degradarla, cargara con el peso de la financiación. La cuestión pasaría por atraer a viajeros que pagasen una tasa por visitar un entorno natural casi incólume.

El arquitecto barcelonés Norman Cinnamond recibió ayer a EL PERIÓDICO en su domicilio con el fin de aclarar ciertas cuestiones: en efecto, S’Espalmador está en venta, pero no al mejor postor. La familia prefiere que el islote, un enclave de 1,4 kilómetros cuadrados de excepcional valor ecológico, quede en manos públicas, y de hecho lleva más o menos un año en conversaciones con el Consell Insular de Formentera. ¿El problema? Que las arcas de la Administración están sin blanca.

A tal efecto, para facilitar la transacción, los Cinnamond Planás retiraron S’Espalmador del mercado inmobiliario en la Navidad pasada y acaban de rebajar el precio de 24 a 18 millones de euros si adquieren el islote las administraciones, tal vez con ayuda de fondos de la Unión Europea.  El precio quedaría en 20 millones si se hiciera la compra a plazos.

OFERTAS QUE DOBLAN EL PRECIO

“Hemos recibido ofertas de compra de particulares de hasta 30 millones de euros -no diré de quién-, pero preferimos que S’Espalmador permanezca como patrimonio de las Baleares; esta isla hay que entenderla”, afirma el arquitecto, cuyo abuelo, el ciudadano británico Bernard Cinnamond James, que había hecho fortuna con el comercio de fosfatos, adquirió el idílico paraje en 1928 por 42.500 pesetas.

El Consell Insular acogió la oferta con entusiasmo y tras un año de gestiones empieza a verlo viable. Este mismo viernes ha confirmado su intención de impulsar la compra, para lo que próximamente se reunirá con Gobierno balear. “La voluntad es adquirir el islote porque es la única manera de garantizar la preservación de su patrimonio, natural, artístico e histórico. Que no se convierta en un coto privado como el de Khan en la isla de Tago Mago en Ibiza”, razona la diputada autonómica por Formentera, Silvia Tur, que cree que en el encuentro con el Ejecutivo regional podrá esbozarse un posible reparto de la financiación de la compra.        

En verdad, un pellizco del arrecife, enclavado en pleno parque natural de Ses Salines de Ibiza y Formentera, es ya de titularidad pública en virtud de la Ley de Costas de 1988 (la propiedad ya ha sufrido tres deslindes por esta normativa). Así, de las 137 hectáreas que componen la superficie del islote, 80 son propiedad de los hermanos Cinnamond, mientras que el resto, unas 57, forma parte de la zona litoral de uso y dominio públicos. 

TURISMO INCÍVICO

Los dueños sostienen que cada vez son más los turistas y las empresas del sector que disfrutan de este diminuto paraíso sin aportar nada a cambio, aun cuando los miles de visitantes anuales imponen un elevado desgaste medioambiental. Yates que echan el ancla y matan las posidonias, barbacoas, fogatas nocturnas, gente que lava los platos en el mar o hace sus necesidades en la bucólica playa de Sa Torreta, al noroeste del islote. Papel higiénico por doquier y una romería de turistas hacia las pozas de la laguna interior, donde toman baños de barro a pesar de la prohibición. “Yo no puedo pasearme por los 14 kilómetros de costa con el título de propiedad en la mano y la estrella de sheriff en el pecho; además, no me corresponde”, considera Cinnamond. 

El pasado 13 de agosto ardió una hectárea de sabinar centenario por el lanzamiento de una bengala desde un yate que había fondeado para pasar la noche. Al detenido por el incendio, un ciudadano italiano de 43 años, se le ha imputado un delito de incendio forestal por imprudencia grave.

“No había nadie en casa: mi hija acababa de marcharse y mi hermana llegaba al día siguiente -explica el propietario-. Llamé al mayoral, Hilari, y él me relató lo sucedido. La suerte, me dijo, fue que no había ni la ‘mica de ventijol’ que se suele levantarse cuando se pone el sol”. Podría haber sido un desastre: las sabinas, resecas por una canícula extrema, son arbustos muy resinosos.

LA EDAD PESA

¿Cómo se desprende uno de un trocito de paraíso? “Todo tiene un principio y un final, y más a mis 73 años que ya lo he disfrutado bastante”, confiesa el arquitecto barcelonés. Además, los tiempos han cambiado; ya no se estilan aquellos veraneos de tres meses que acostumbraba la vieja burguesía, y la familia disfruta de la propiedad por turnos, muy reducidos en el caso de los más jóvenes por las tiranías laborales del momento. También genera gastos, claro: el sueldo del mayoral y el mantenimiento de las dos únicas casas que alberga S’Espalmador, la familiar y la del empleado.

Cuando el abuelo Cinnamond, mister Bernard, la adquirió -lo hizo en 1928 pero no la escrituró hasta cuatro años después-, S’Espalmador era una finca ganadera, donde su propietario, Carlos Tur Roig, criaba cabras y ovejas. Después de 90 años, el islote está lleno de recuerdos familiares, como la boda civil de Norman con su esposa, la diseñadora de joyas Pilar Garrigosa, en el 2001; entre los invitados a la ceremonia, la hermana de la novia, Diana Garrigosa, y su marido, el exalcalde Pasqual Maragall.

En cualquier caso, pase lo que pase con el islote, S’Espalmador constituye una propiedad indivisa y nadie, jamás, podrá construir ni una caseta para el perro en sus dunas rodeadas de agua esmeralda.