ESPECIE EN PELIGRO
La senda de los plantígrados
Los técnicos del parque del Alt Pirineu detectan anualmente unos 300 indicios de osos, incluyendo avistamientos directos, pelos, fotos automáticas y huellas
Antonio Madridejos
Periodista
ANTONIO MADRIDEJOS / TAVASCAN
Tras alcanzar el Pla de Boavi, en Tavascan, el equipo de seguimiento se aproxima a continuación a un gran abedul donde días atrás se había colocado una trampa para detectar la presencia de osos. Y ¡bingo! Atraído por un aroma profundo colocado en el tronco, concretamente un derivado de la madera del haya, un animal ha transitado por la zona y se ha restregado hasta dejar un pequeño mechón de su pelo atrapado en un alambre. Se recogen con unos guantes de látex y se guardan en una bolsa de plástico para su posterior análisis genético. No debe quedar rastro para evitar futuras confusiones.
"Son de un oso sin dudas", dice Xavi Garreta, técnico de la Generalitat y de la Fundación Oso Pardo, para quien el hallazgo ya se ha convertido casi en algo cotidiano. "No es fácil verlos, pero nosotros podemos certificar que están con pistas como esta", añade a su lado Antoni Batet, coordinador de las patrullas de seguimiento. Todo los detalles se apuntan escrupulosamente para perfilar las rutas de los animales. En todo el parque natural del Alt Pirineu, al norte del Pallars Sobirà, se detectan anualmente unos 300 indicios, incluyendo huellas y fotografías.
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En el parque está documentada la presencia habitual o esporádica de al menos 15 ejemplares diferentes. Los pelos son posiblemente de Caramellita, una hembra adulta que le ha cogido cariño a la zona y que el año pasado fue observada con dos cachorros. "Las hembras son territoriales y se mueven poco -insiste Batet-. Son los machos los que realizan grandes desplazamientos, sobre todo en la época del celo primaveral".
Tras una cuesta empinada por un terreno rebosante de agua, con hermosos abetos, se llega a otra zona de paso de fauna. Allí, los especialistas han colocado dos cámaras que se activan automáticamente cuando se detecta que hay movimiento. La tarjeta de memoria indica nada menos que 400 fotos realizadas en dos semanas, pero ninguna de ellas ha inmortalizado a un oso. Se observan ciervos, corzos, jabalís, zorros y vacas, prueba de la diversidad de fauna en el paraje. "Sabemos más o menos por dónde suelen pasar los osos, pero fotografiarlos es cuestión de suerte", asume Batet. Generalmente no se mueven por la alta montaña, sino que su hábitat preferido son los bosques en altitudes comprendidas entre los 1.000 y los 1.500 metros. Si los montañeros no los ven con facilidad es porque los animales, dotados de un gran olfato y oído, ven antes al intruso. Y entonces se van.
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