COP21

La cumbre del clima encara la recta final encallada en los asuntos más espinosos

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ANTONIO MADRIDEJOS / PARÍS (enviado especial)

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Las 195 delegaciones presentes en la cumbre del clima de París (COP21) ya tienen en sus manos un nuevo borrador más sencillo y con menos corchetes o temas aún por decidir de lo que se pretende sea el tratado final de la conferencia, pero que mantiene grandes incertidumbres en los asuntos más espinosos, como la financiación de la lucha contra el calentamiento global, el horizonte temporal de la reducción de emisiones o el carácter vinculante. A cambio, según la demanda de los más desfavorecidos, introduce objetivos a largo plazo, como la posibilidad de lograr un mundo descarbonizado a mediados de siglo, y no descarta que el objetivo internacional en cuanto a temperaturas sea un aumento máximo de 1,5 grados, frente a los más habituales dos grados. 

El borrador, resultado de tres días de trabajo, ha sido elaborado por grupos constituidos por delegados de diversos países, y lo ha presentado el ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, presidente de la COP21. Ahora, en un proceso exasperadamente lento, típico de estas cumbres, el texto será examinado por todas las delegaciones y se introducirán las matizaciones que sean necesarias para contar finalmente con un nuevo borrador. "Si el texto contiene imprecisiones, intentaremos ponerle remedio", ha dicho Fabius en tono conciliador. "El texto deja abiertos los asuntos más políticos y en los que se han apreciado grandes diferencias", ha asumido el ministro francés, para luego añadir: "Este nuevo borrador no es por supuesto el texto final".

"Todo lo que es necesario para un acuerdo ambicioso y equitativo está todavía en suspenso", ha sintetizado Jennifer Morgan, especialista de la asociación científica World Resources Institute (WRI). "Es la hora de la verdad. Va a ser difícil, hay mucho todavía que negociar", ha añadido Tatiana Nuño, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace-España.  

MUCHOS MENOS CORCHETES

Con respecto al primer borrador presentado el sábado, el texto adelgaza de 43 a 29 páginas y suprime tres cuartos de los 400 corchetes que había. Los corchetes o paréntesis son los aspectos en los que se han apreciado diferencias entre países. Lo que se hace muy a menudo en estos casos  es ofrecer variias posibilidades de redacción. Por ejemplo, en cuanto a objetivos de temperatura, el prefacio del texto propone que la comunidad internacional debe evitar que aumenten más de dos grados con respecto a los valores preindustriales, pero abre la posibilidad a un objetivo de 1,5 grados e incluso a una fórmula de consenso de "dos grados con la posibilidad (si fuera necesario) de llegar a 1,5 grados".

OBLIGATORIEDAD EN ENTREDICHO

De la versión original se ha retirado un aspecto clave como es la obligatoriedad que tienen los países de cumplir los llamados INDC, los planes voluntarios de reducción de emisiones que han presentado públicamente a la Convención de la ONU sobre cambio climático (UNFCCC). La redacción definitiva del tratado de París, como ha explicado Teresa Ribera, directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales de Francia (IDDRI) y exdirectora de la Oficina Española de Cambio Climático, debería buscar alguna fórmula ingeniosa para que pueda ser aceptada por Estados Unidos y otros países menores, como Venezuela y Nicaragua, que se niegan a que la ONU o la comunidad internacional les imponga lo que han de hacer en su legislación nacional. Es decir, una fórmula para que sean ellos mismos los que acepten el compromiso y colaboren como todos en la lucha contra el cambio climático. Para contentar a China, por su parte, se ha suprimido la mención de que los países industrializados "y los que están en disposición de hacerlo", en referencia a las potencias emergentes, deben contribuir económicamente al Fondo Verde de ayuda a los más desfavorecidos. Ahora dice simplemente que las contribuciones de estos últimos serán de carácter voluntario.

La ministra española de Agricultura y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, ha reconocido que muchas cuestiones complejas siguen entre corchetes, pero que lo importante es que "al final se logre la unanimidad y nadie se oponga". Tejerina ha asegurado que a la Unión Europea le gustaría un acuerdo muy ambicioso, por ejemplo en el apartado de la obligatoriedad y en el de la revisión periódica de los objetivos, pero asume que hay "muchos intereses en juego". En cualquier caso, la ministra ha insistido en todo momento que el texto "no está cerrado" y hay cuestiones que "pueden desaparecer y luego volver"

REBAJAR Y REBAJAR

El problema, como suele suceder a menudo, es que para contentar a todos se acaba alumbrando un acuerdo de mínimos. "Si no se menciona el dinero, ni los objetivos a largo plazo ni cómo se oligará a los países a mejorar sus ambiciones en un futuro, eso es lo mismo que no tener nada", ha comentado a la prensa Jean-François Julliard, de Greenpeace.

El texto resultante, el tercer borrrador, debería servir de base para el tratado definitivo de París, que se aprobaría en la jornada de clausura del viernes con la asistencia de los ministros de Medio Ambiente y otros jefes de delegación. "Hemos hecho progresos, pero aún queda mucho trabajo. Nada está acordado hasta que todo está acordado", ha concluido Fabius, reiterando una frase que se ha convertido en una coletilla entre los discursos de la cumbre.

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