PROGRAMA DE CONTROL FORESTAL

El devorador del corcho

Alcornocal en Catalunya 8 Aspecto característico de los árboles una vez se les ha quitado el corcho. En unos 10 años vuelven a tenerlo.

Alcornocal en Catalunya 8 Aspecto característico de los árboles una vez se les ha quitado el corcho. En unos 10 años vuelven a tenerlo.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Un pequeño coleóptero presente de forma natural en los alcornocales de Catalunya, la llamada culebrilla o carcoma del corcho (Coraebus undatus), se ha expandido de forma explosiva en la última década hasta el punto de convertirse en una plaga que ya ha malogrado la producción en más del 50% de los árboles y en otro 20% ha causado graves perjuicios.

El insecto no afecta a la salud del alcornoque, pero crea unas cicatrices internas en el corcho que dañan el producto y reducen radicalmente el precio de venta. Y todo indica que los motivos que han favorecido la expansión del insecto, empezando por las sequías, las altas temperaturas y los incendios, se agigantarán en décadas venideras de resultas del cambio climático. Los propietarios están desesperados. «De las 80.000 hectáreas de alcornocal que hay en Catalunya, ya solo se aprovechan 50.000», resume Joan Rovira, secretario general del Consorci Forestal de Catalunya (CFC).

Para poner fin a la plaga o al menos minimizar sus efectos, todos los sectores implicados se han puesto manos a la obra y han alumbrado el programa Life+Suber, un plan de acción con un presupuesto de un millón de euros para los próximos tres años. La Comisión Europea aporta el 50%. Los socios del proyecto son el CFC, el Centre Tecnològic Forestal de Catalunya (CTCF), Forestal Catalana (Generalitat), la empresa Amorim y el Centre de la Propietat Forestal.

Por ahora no hay soluciones milagrosas, pero sí propuestas muy interesantes. La primera y esencial es mejorar la gestión del bosque. «Lo que está claro es que los más sanos, más cuidados, soportan mejor el ataque del Coraebus undatus», explica Pau Vericat, especialista del CTFC. A diferencia de lo que sucede con las dehesas de Extremadura y Portugal, con los árboles muy espaciados (80 pies por hectárea), en los alcornocales catalanes llega a haber densidades extremas (400-800 pies), lo que genera una enorme competencia por el agua y un corcho de peor calidad. «Hay que clarear un poco los bosques desbrozando el matorral y eliminando los alcornoques en peores condiciones», propone Vericat.

Actualmente se produce un círculo pernicioso: al reducirse la calidad del corcho, baja la rentabilidad de la explotación y el propietario acaba tirando la toalla y deja de cuidar sus bosques, lo que a su vez favorece que los alcornoques se debiliten y favorezcan aún más al coleóptero. Es una lástima, lamenta Joan Rovira, porque justo en unos años de crecimiento de la demanda, favorecida por la expansión del vino en lejanos destinos, el corcho catalán no pasa precisamente por su mejor momento. Un producto de buena calidad se paga a 1.600 euros por tonelada, pero si está afectado por el insecto y consecuentemente no sirve para tapones, entonces baja a los 300 euros. «Si lográramos reducir los efectos de la carcoma del corcho, a la mínima pasaría a ser muy rentable», dice el secretario general del CTF.

Trampas con feromonas

La segunda opción es la instalación de trampas con feromonas, una especie de bidones colgantes de color morado que desprenden aromas atractivos para el insecto. Cuando se acercan, las hembras quedan atrapadas y no llegan a depositar los huevos en el árbol. Las pruebas preliminares parecen funcionar bien, pero ahora se va a ensayar la instalación en masa, «con centenares de trampas», prosigue Vericat. Finalmente, añade el especialista del CTFC, se intentará favorecer la presencia de depredadores naturales, como arrendajos, oropéndolas, mirlos y ardillas.