DEL GRAFITI AL MURAL

Mohamed L'Ghacham: "Intento que mis murales no sean un 'spot' de publicidad de mi mismo"

El muralista de Mataró empezó pintando grafitis cuando iba al instituto y ahora es un artista urbano que realiza grandes murales por todo el mundo

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Anna Rocasalva

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Mohamed L’Ghacham (1993) es un pintor y muralista de Mataró (Barcelona), nacido en Tánger (Marruecos). Siempre se interesó por las artes plásticas ya desde el instituto, donde descubrió el mundo del grafiti. Años después se sentiría atraído por los pintores más clásicos y, a día de hoy, ha cambiado sus pinturas al óleo por grandes murales que recrean escenas cotidianas, con un estilo impresionista. 

Sus obras se pueden admirar en países como Estados Unidos, Italia o Francia y, recientemente, ha pintado una pared en el Centro Cívico de Rocafonda de Mataró que lleva por nombre: “Pillando el globo”.

Empezó pintando grafitis en el instituto. ¿Cómo se llega a ser muralista?

Siempre dibujé desde niño y hubo un ‘boom’ del graffiti y el hip hop, que me tocó vivir. Los chavales de mi clase hacían grafitis y empecé a ir con ellos, y creo que hasta los 20 años pinté regularmente grafiti más convencional. Después estudié pintura y me volví un ‘freak’ de los clásicos. Y tuve un profesor que me animó a pintar con pinceles en la calle y, poco a poco, una cosa fue llevando a la otra. No fue buscado, ni tenía un plan. En ese momento pensé que el proceso natural era que, ya que pintaba en estudio con óleos, por qué no hacerlo en un formato más grande.

¿Cómo describirías tu estilo?

Figurativo, impresionista, quizás, salvando las distancias. Son imágenes realistas pero los acabados son muy sueltos, dejando ver la pincelada. Para mi es más importante el gesto o el color que el detalle en sí. Mi estilo no es parecido al hiperrealismo ni a la ilustración. Está entre medias. Y las escenas son muy cotidianas, que las podemos vivir cualquiera de nosotros.

Empecé pintando grafiti convencional. Luego estudié pintura y me volví un 'freak' de los clásicos

También utiliza los dedos.

Por lo general hago una primera base con rodillo, que me aporta las manchas de color más planas y encima voy trabajando con brochas o rodillos más pequeños. El tema de los dedos es porque a veces necesito un acabado más concreto y no tengo nada cerca y utilizo la mano. Pero no hay un método detrás ni una receta concreta.

Tiene que ser complicado pintar unas dimensiones tan grandes.

Me tengo que ir alejando constantemente y, como son murales de más de un día de proceso, al final de cada jornada hago una foto central y la comparo con el boceto original; voy mirando que los puntos de encaje coincidan; y cada sesión corrijo lo que he hecho el día anterior. Es un proceso a veces tedioso y lento pero al final te ahorras tener que estar hasta el último día corrigiendo pequeñas cosas, si lo vas ajustando mientras pintas. 

¿Cuánto tiempo se tarda de media en pintar un mural?

En general entre tres y siete días, depende del tamaño. El de Mataró fueron dos días pero lo pinté con un compañero, Iván Floro, y entre los dos acortamos el tiempo.

¿Cuál es el mural más grande que ha pintado?

Este año he pintado un mural de nueve pisos de altura en Villarreal y el proceso de pintura fue el mismo, sólo que ahí tuve que parchear la imagen e ir haciendo por zonas.

¿En qué imágenes se basa para hacer los murales?

Cuando me contratan para realizar un mural me suelen dar libertad para pintar lo que quiera. Pero dentro de esa libertad hay unos filtros que tienes que pasar. Es decir, que no sea ofensivo para las personas y que no tenga una carga política excesiva o religiosa. Y yo tengo mi registro de fotografías de mis propios álbumes familiares o de gente conocida, instantáneas sacadas de Internet o en tiendas de antigüedades. Tengo mi archivo y cuando veo el muro en el que tengo que pintar, su propia pared o el entorno me sugiere a veces alguna idea y, mirando el material del que dispongo, intento reconducir una parte u otra. 

La obra de Rocafonda es muy festiva. ¿Tiene algún otro sentido?

Al final la imagen es la excusa para pintar. No soy una persona activista de la pintura que intenta siempre dar un mensaje. A veces lo tiene y a veces no. Para el muro de Mataró probé varias opciones, que fueron rechazadas por la organización, pero tampoco sabían lo que querían, que eso es algo que te encuentras mucho. Y al final escogí algo mucho más colorido de lo que estoy acostumbrado porque sabía que iba a entrar rápido. Las imágenes dependen del ‘feedback’ que tengas con quién te las encarga.

Sus obras tienen una belleza cotidiana muy plácida.

Sí, son muy pasivas y calmadas y la de Rocafonda es más activa y colorida. Intento plasmar cosas que a mi me gustaría ver pintadas. Y creo que pintar escenas con las que cualquier persona del entorno se siente identificada es muy interesante. Al final en el mural se ha retratado mucho a grandes figuras del ‘mainstream’, como estrellas de cine o cantantes, y creo que a una persona de a pie que vive en ese barrio toda la vida no quiere ver al actor de turno gigantesco y, aunque no se vea retratado a sí mismo, si ve una situación que sí que ha vivido, creo que puede empatizar. Y así el muro acaba teniendo un sentido que no sólo es decorativo ni un enaltecimiento de una figura concreta. El mural no tiene porqué ser siempre activista o de homenaje sino que tiene que tener un diálogo con la gente que lo verá cada día. Nuestras familias en general siempre han fotografiado todas lo mismo: cumpleaños, bodas… y es fácil empatizar con eso y luego obviamente le puedes buscar la lectura que quieras.

Pero también son imágenes muy occidentales.

Justamente hace poco me preguntaron si tenía pensado interpretar también en la calle mis raíces más árabes y hasta hace poco no me lo había planteado, aunque ahora quizás tendría gancho. Pero tampoco me siento 100% de allí ni de aquí. Yo simplemente intento plasmar imágenes que plásticamente o emocionalmente me digan algo. Nunca me he planteado si es occidental u oriental. En la calle no me atrevo del todo con algo árabe porque creo que es algo que me representa más a mí que a los vecinos y ya suficiente muestra de ego es el hecho de pintar una pared gigantesca como para que encima sea sobre mi historia. Intento que mis murales no sean un ‘spot’ de publicidad de mi mismo

¿Cómo fue el salto al panorama internacional?

Cuando yo empecé a pintar ya existía un movimiento y una industria instaladas. Pero nadie ha tenido que verme en una revista para saber quién soy. Tengo redes sociales, unas herramientas que hace años no estaban, y lo que hice fue subir mi trabajo a Internet y una cosa fue llevando a la otra. Piensa que en el micro mundo del grafiti y el mural nos conocemos todos. Me llamó un festival de Italia, hice dos paredes con ellos, y ese proyecto fue llevándome a otros, hasta ahora.

¿Algún consejo para los futuros muralistas?

Subir el trabajo a Internet y tratar de ser muy constante. Yo creo que si presentas de la forma más profesional posible tu obra, y te lo crees y te lo tomas como algo serio, la gente lo percibe así. Y si tienes la suerte de lo que haces gusta, al final llegas.

El mural no tiene porqué ser siempre activista o de homenaje sino que tiene que tener un diálogo con la gente que lo verá cada día

¿Y puede uno vivir de ello?

Se puede vivir perfectamente. Ahora mismo sí, al menos. Yo vivo de ello y no tengo ningún otro trabajo. No me va mal, aunque sí que es cierto que vives de una forma un poco irregular y tienes mejores y peores meses. Supongo que es parecido a la música.

Finalmente, ¿qué hay detrás de la imagen de la mujer y las dos niñas de rojo en el gran mural de Villarreal?

Fue una historia bonita. Me llamó un comisario de arte de la ciudad, que le interesaba esa línea de imagen documental de la cotidianidad, y se nos ocurrió hacer un anuncio en la radio pidiendo un registro de fotos a la gente que quisiera verse plasmada en un mural y que tuviesen una historia que contar que nos gustara. Finalmente escogimos una imagen de los años 60, donde se veía a una madre y dos niñas vestidas con un abrigo rojo. Cada domingo se vestían así, pasara lo que pasara, porque era su día festivo. Y me hacía mucha gracia representar esa situación todos los días del año en una pared gigantesca. El día de la inauguración vino la madre, que ahora es una mujer mayor, y toda su familia. Se sorprendió mucho porque no sabía nada ya que la foto nos la había mandado su nieta. Creo que verte gigante, con tus dos hijas y en tu ciudad de toda la vida, tiene que impresionar bastante.

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