PROYECTO LOCAL CONTRA EL ESTIGMA

Vivir permanente en una montaña rusa emocional

El psicólogo Álvaro Frías del Hospital de Mataró (centro) con un grupo de pacientes con TLP.

El psicólogo Álvaro Frías del Hospital de Mataró (centro) con un grupo de pacientes con TLP. / periodico

Maria Coll

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“Mi día a día es una montaña rusa emocional. Puedo empezar abajo, subir, dar tres vueltas y volver a bajar. Y la ruta siempre cambia. Estudio y realizo otras actividades, pero a veces al cien por cien y otras en piloto automático”. Así describe Laura G., diagnosticada con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP),  una jornada cualquiera de su vida.

En cambio Núria, que padece el mismo trastorno, lo vive de forma muy distinta: “Es una batalla diaria que sabes que nunca ganarás. Si llegas hasta diez, tu cerebro te dice que podría haber sido once. La autoexigencia es continua. He vivido muchos años sin sentir nada. Si lloraba lo hacía por dentro. Cansada de los golpes, construí una armadura. Solo hace un par de años que me siento viva”.

Los casos de estas dos jóvenes no son excepcionales: el “TLP es un problema social muy general”, advierte Álvaro Frías, psicólogo clínico adjunto del Centro de Salud Mental de adultos del Hospital de Mataró y coordinador de los grupos de terapia que se llevan a cabo en este centro con personas que padecen este trastorno. Se calcula que un 2% de la población general adulta sufre esta patología y entre un 10% y un 15% de la población tiene rasgos o predisposición a padecerla.

"La terapia me ha ayudado a ser persona, a no estar cada día subiéndome por la paredes", cuenta una paciente

Difícil diagnóstico

Este trastorno produce a la persona afectaciones a cuatro niveles: elevada inestabilidad del ánimo, impulsividad severa, problemas en las relaciones y alteraciones de la identidad, pero el perfil del paciente es muy variable. Muestra de ello son los cuatro grupos de terapia semanal que actualmente funcionan en el Hospital de Mataró, clasificados según su tendencia: dependencia, autoexigencia y culpa; impulsividad y egocentrismo (jóvenes); desconfianza e histrionismo (gente de mediana edad) y ánimo, depresión prolongada e aislamiento (más de 55 años). Aunque todos comparten un alto sufrimiento.

Además, el origen del TLP es multifactorial. “En 3 de cada 4 casos el origen es una experiencia traumática producida en la infancia o en la adolescencia, pero entre un tercio y un cuarto de los pacientes también existe una predisposición genética, son personas emocionalmente más vulnerables”, explica el Frías. Variabilidad que dificulta el diagnóstico.

El psicólogo reconoce que se tardan entre 6 y 7 años para concretar el diagnóstico, porque no es fácil hallar el problema de fondo: “Cuando una persona tiene depresiones de forma recurrente se debe sospechar que hay un problema de personalidad de base”. Una visión longitudinal difícil de hacer cuando el paciente es joven: “Me han diagnosticado depresión,  esquizofrenia, bulimia... He ingresado siete veces en el hospital. Desde los catorce años que entro y salgo. Y solo hace un año me dijeron que tengo Trastorno Límite de la Personalidad”, un gran alivio para Núria, que finalmente sabe a qué se enfrenta y cómo puede aprender a vivir con ello.

“Una vez me tomé pastillas para suicidarme y los enfermeros se rieron de mí”, explica Núria

Estigmas sociales y sanitarios

El TLP es un trastorno psicológico severo bastante común, pero muy desconocido –de hecho a veces de confunde con la bipolaridad-, y esto genera estigmatización. “Entre los 15 y los 16 años todos mis amigos me dejaron de lado porque según ellos era una mentirosa”, cuenta Núria, quien a día de hoy aún busca explicación al rechazo: “Aunque te sientes infrahumana, intentas demostrar que todo va bien y caer bien a todo el mundo”. El miedo al fracaso, una angustia constante, una autocrítica llevada al extremo y una relación directa con la muerte, forman parte del ADN de este trastorno.

Estigmatización que los propios sanitarios también alimentan. “Sobre el Trastorno Límite de la Personalidad falta reeducación social y, sobre todo, sanitaria; hay un gran desconocimiento sobre la profundidad de este sufrimiento y a partir de ahí se crean prejuicios”, asegura Frías sobre sus propios compañeros. Las anécdotas de las dos pacientes lo corroboran. “Una vez me tomé pastillas para suicidarme pero finalmente avisé a una amiga, los enfermeros de la ambulancia se rieron de mí y me acusaron de querer provocar un show”, sostiene Núria con la voz entrecortada.

Terapia grupal

Laura y Núria una vez por semana participan en los grupos de terapia del Programa de tratamiento ambulatorio del TLP del Hospital de Mataró, donde hablan de temas que les son comunes. “La terapia me ha ayudado a vivir mejor. A ser persona. A no estar cada día subiéndome por la paredes y a reducir mi estado de nerviosismo. Yo antes era muy egocéntrica”, argumenta Laura, quien hace un año se cogía de las sillas de la consulta para no entrar y hoy es capaz de aceptar su problema.

"Está demostrado que las personas con TLP tienen grandes cualidades creativas y artísticas"

Álvaro Frías

— Psicólogo del Centro de Salud Mental de Adultos del Hospital de Mataró

Además, esta joven estudiante, igual que 19 pacientes más, también ha descubierto el arte como terapia y juntos acaban de inaugurar la exposición 'Arte y creatividad en personas con Trastorno Límite de Personalidad', que se puede visitar en el Casal L’Aliança de Mataró (C/Bonaire, 25 bajo) hasta finales de mes. “Está demostrado que las personas con TLP tienen grandes cualidades para la creatividades y artísticas, otra cosa es que ellos no confíen en su criterio”, apunta el psicólogo Frías.

Esta actividad y la evolución de los pacientes demuestra la eficacia del programa, pero los recursos son insuficientes. “A pesar de mi sufrimiento, me negaba a visitar a un psicólogo, pero, cuando acepté, tuve que esperar tres meses”, señala Laura. Queja a la cual se suma el psicólogo: “Teniendo en cuenta el padecimiento de estas personas, las unidades o programas de TLP deberían ser obligatorios, con personal coordinado, de especialización elevada y con mucha flexibilidad y sensibilidad”. Núria y Laura son conscientes de que les queda un largo camino por recorrer, pero ahora saben dónde apoyarse.

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