Fin de ciclo: el dilema de la economía rusa

El modelo económico de Rusia, que ha proporcionado 15 años de prosperidad, está agotado. La escasa diversificación productiva, la baja productividad de la industria y cuestiones geopolíticas condicionan negativamente las perspectivas de futuro

JOAN RIPOLL. DIRECTOR DEL DEPARTAMENTO DE EMPRESA Y ECONOMÍA DE LA UNIVERSITAT ABAT OLIBA CEU

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El modelo de crecimiento ruso ha proporcionado un periodo de más de 15 años de prosperidad casi ininterrumpida, situando a Rusia entre los principales países emergentes del mundo. Sin embargo, el estancamiento económico, una elevada inflación y la devaluación persistente del rublo entre finales del 2014 y principios del 2017 son síntomas claros de una serie de problemas estructurales gestados en los años de bonanza y que marcan el agotamiento de una estrategia (aparentemente) exitosa de desarrollo económico.

El primer problema estructural es la escasa diversificación productiva de Rusia. A finales de los años 90, la ausencia de un mercado interior potente asociado a la falta de poder adquisitivo de buena parte de la población forzó a las autoridades rusas hacia una estrategia de desarrollo económico orientada al exterior ('outward looking'), característica de los países emergentes del este de Asia y basada en la creación de una industria de exportación potente. Pero la falta de competitividad del sector manufacturero, dejaba como única alternativa posible la exportación de recursos naturales, especialmente gas y petróleo. En este escenario, la irrupción de China en la economía mundial a partir de su ingreso en la OMC en el 2001 dio lugar a una elevada demanda de materias primas y energía que hicieron buena la opción de Rusia.

Ahora bien, esta estrategia ha generado una economía muy dependiente de las actividades extractivas vinculadas a la exportación de petróleo y gas. Así, la producción de hidrocarbonos proporciona la mitad de los ingresos del presupuesto federal y explica dos tercios de las exportaciones rusas. Asimismo, esta especialización comercial y productiva extrema ha generado una dependencia importadora muy importante, que ha multiplicado las compras al exterior. Pero también ha provocado una gran correlación entre la evolución del precio del crudo y la cotización del rublo.

De ahí que la aparente fortaleza de Rusia esconda en realidad una fragilidad enorme porque la exposición de la economía rusa a las fluctuaciones de los precios de la energía es muy importante.

Efectos del 'crony capitalism'

El segundo de los factores estructurales tiene que ver con la ralentización del crecimiento económico del país que se remonta al año 2011, pero que se ha manifestado plenamente desde el inicio del 2013 y que se ha extendido hasta el 2015. Esta ralentización es el resultado de una baja productividad del conjunto de la industria rusa consecuencia del 'crony capitalism' (capitalismo de amigos).

El 'crony capitalism' implica una fuerte connivencia entre el Estado, las grandes compañías energéticas y el sistema bancario ruso. De hecho, el Kremlin distribuye las rentas del petróleo a través de créditos de la banca pública hacia empresas y proyectos seleccionados de acuerdo con su importancia política. Este fuerte intervencionismo estatal determina una inversión ineficiente (por improductiva) hacia los grandes conglomerados industriales de la energía o del armamento y en detrimento de iniciativas de empresas pequeñas y medianas muy dinámicas. Esta dinámica supone una progresiva pérdida de competitividad internacional que compromete la solvencia del sistema bancario y cuestiona la credibilidad del Banco Central de Rusia (CBR), generando un pasivo contingente para el Estado de dimensiones inalcanzables.

El tercer problema se refiere a las cuestiones geopolíticas. El conflicto con Ucrania, las sanciones económicas de la UE, la guerra de Siria, la intromisión en las elecciones de EEUU han generado un clima que tampoco ha favorecido excesivamente la dinámica de crecimiento económico, pues limitan el crédito y el acceso del sistema bancario a la financiación internacional.

Inversión en tecnología

Y esta circunstancia condiciona negativamente las perspectivas económicas de Rusia. En gran parte, porque la iniciativa de impulsar un proceso de reindustrialización por sustitución de importaciones, forzada por la imperiosa necesidad tanto de diversificar la actividad productiva más allá de las industrias extractivas como de modernizar las infraestructuras de capital del tejido industrial, especialmente en el sector de la agricultura y de la alimentación, exige un gran volumen de inversión en tecnología.

Por ello, el país se encuentra atrapado en un dilema trascendental. Frenar la fuga de capitales y la devaluación del rublo, en ausencia de controles de capitales, exige unos niveles de tipos de interés muy elevados incompatibles con los objetivos de crecimiento futuro. Rebajar los tipos de interés para estimular la inversión y la reindustrialización por sustitución de importaciones implica el riesgo latente de mayor inflación.

Probablemente la solución de compromiso pasaría por instaurar medidas que disuadieran las salidas de capitales, alargar los plazos de amortización de la deuda de la banca y de las grandes empresas nacionales, aplicar el ahorro nacional acumulado en reservas de divisas a la promoción de la inversión doméstica y poner en marcha políticas de liberalización de determinados sectores para mejorar la productividad.