Los mimbres de Barcelona

Enric
HERNÀNDEZ

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Cada año, la cita con el Mobile World Congress (MWC) invita a Barcelona a preguntarse si será capaz de prolongar la era dorada que inauguró con los Juegos Olímpicos de 1992. Más aún tras el atentado de agosto y los sucesos de otoño, que sembraron el temor en el pujante sector turístico y pusieron en fuga a miles de empresas catalanas. Los miedos, si no infundados, sí se han revelado exagerados, como lo demuestra el constante crecimiento del número de pasajeros que parten y aterrizan en el aeropuerto de El Prat. Otro tanto cabe apuntar acerca de la permanencia en la ciudad del congreso mundial del móvil, pues no parece que la tensión institucional motivada por el proceso independentista pueda inquietar más a los participantes que los problemas de movilidad provocados en anteriores ediciones por las huelgas del transporte público. Pero una cosa es no dar pábulo al alarmismo interesado y otra muy distinta dormirse en los laureles.

Los expertos del suplemento de análisis económico +Valor analizan en ese número las fortalezas, potencialidades y flaquezas que tiene Barcelona para consolidar su liderazgo turístico y posicionarse como un referente económico mundial. Y las conclusiones son claras: la capital catalana dispone de los mimbres para alcanzar ambos hitos; otra cuestión es que los actores institucionales y económicos acierten a la hora de tejerlos. Urge, en este sentido, que tanto las administraciones como el sector privado se pongan de acuerdo sobre el modelo turístico al que debe aspirar Barcelona. Ello pasa por combatir los inconvenientes que el turismo masivo acarrea para los barceloneseses --'boom' de los apartamentos ilegalesproblemas de convivencia, encarecimiento de la vivienda...--, por coordinar estrategias para garantizar el flujo de visitantes y, también, por procurar una distribución más equilibrada de las plusvalías económicas que genera este ingente negocio.

Pero tanto el MWC como la Mobile World Capital brindan también una oportunidad única para que Barcelona se suba al tren de la cuarta revolución industrial. La tradición emprendedora de la sociedad catalana y el magnetismo de la ciudad para atraer talento extranjero son acicates suficientes para que los poderes públicos aparquen sus rencillas políticas y sellen alianzas con el sector privado para aprovechar esta oportunidad. La revolución tecnológica alumbrará otro modelo de crecimiento económico, pero destruirá por el camino millones de empleos. Solo quienes sean capaces de crear riqueza tendrán la opción de redistribuirla.

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