El Mobile World Congress nos devuelve a la casilla de salida

La crisis política en Catalunya ha afectado al turismo mucho menos de lo anunciado. Otra cosa son los atentados, como los de agosto en Barcelona y Cambrils. Seis meses después de los ataques, es necesario un esfuerzo urgente y mancomunado.

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JOSEP FRANCESC VALLS. CATEDRÁTICO DE ESADE BUSINESS AND LAW SCHOOL

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Pocos días antes del 1 de octubre, fecha del referéndum autoconvocado catalán, una fuente de información turística madrileña privada de alto valor hasta el momento, anunciaba un pronóstico: «Si se celebra el referéndum, Catalunya perderá el 20% del turismo». Desde entonces, esa fuente y otras muchas, públicas y privadas turísticas y económicas en general, se han añadido a anunciar o a pronosticar las calamidades que le habrían ocurrido al turismo y a la economía catalana durante los últimos meses del 2017. Se ha obviado analizar sin pudor los efectos de los atentados terroristas de agosto en Barcelona y Cambrils, para cargar todo el peso en el grave desencuentro político entre Catalunya y Madrid. Se han escondido los datos, se han descontextualizado, se han utilizado periodos loncheados a medida para configurar una imagen de que esto se hundía como consecuencia del proceso político. El portavoz del Gobierno español, por ejemplo, se refirió al puente del Pilar indicando que la costa catalana solamente había alcanzado el 75% de ocupación «cuando lo normal -dijo- era del 90%!»; ojalá se alcanzaran cada año en octubre en la costa catalana y española estas magnitudes de turistas. Ahora sabemos que uno de los riesgos a prevenir en adelante acerca de la economía y el turismo en Catalunya y en Barcelona es el cúmulo de noticias falsas que se vierten.

Al cerrar el 2017, cuando los números regresan a su centro de gravedad adquiriendo dimensión anual, nos hemos dado cuenta de que la crisis política ha afectado mucho menos de lo anunciado machaconamente por la publicística mencionada. Una crisis política, por conflictiva que sea, si enfrenta ideas entre grupos y partidos es considerado internacionalmente como un gaje del oficio de ejercer la democracia y, en sí misma, no genera rechazo entre los turistas y visitantes. A no ser que se desate una campaña. ¿Se le ocurriría a alguien promover no viajar a Alemania porque llevan unos cuantos meses sin gobierno?; ¿o a Córcega, a propósito de la visita a principios de este mes del presidente Macron, porque los independentistas corsos le reclamaban mayor autonomía para la isla?

Onda expansiva

Otra cosa son los atentados, como los de agosto; o disturbios con muertos, desgobierno, descontrol en las calles, enfrentamientos, miedo a salir por parte de la población y de los visitantes, toques de queda, inseguridad generalizada; o fenómenos naturales devastadores. Esos generan rechazo.

Jaume Collboni, alcalde en funciones de Barcelona durante los atentados terroristas de agosto, reunió inmediatamente al sector y propuso un plan para frenar el efecto negativo. Fue un gesto de estadista. Seis meses después, una vez fuera del gobierno del ayuntamiento, conocemos muy poco de esa campaña, de la dotación económica, de las fechas de ejecución -por cierto, primavera es buen momento para agrupar el sector y reforzar la imagen internacional de la ciudad-. Porque los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils sí generan una onda expansiva de proporciones incalculables. Por eso, entrar a formar parte de la lista de las ciudades occidentales donde se ha producido un atentado terrorista reclama una estrategia más rápidaactivaesforzada persistente. Como por ejemplo, la que encabezó en París su alcaldesa desde la misma tarde de los atentados y que se mantiene enhiesta.

Balance en febrero

Pues bien, el 2017 ha cerrado con el siguiente balance: aumento del 9,1% de los pasajeros globales en el aeropuerto de El Prat respecto al año anterior; reducción del 0,5% del gasto promedio por turista; mantenimiento al alza de los turistas internacionales y su gasto; caída de los turistas nacionales, vapuleados por la publicística oficial. El resultado ha sido negativo para los hoteles de alta gama de Barcelona, que han ajustado los precios para llegar a fin de año con un RevPar ('revenue per available room' o ingreso por habitación disponible) similar al año anterior. Restauradorescomerciantes y taxistas clausuran año sin demasiadas diferencias respecto al 2016, a pesar de haber sufrido una temporada baja ligeramente inferior. No se ha cubierto el pronóstico que avanzábamos hace seis meses, pero la situación no aparece catastrófica ni irrecuperable como muchos afirman.

Sigue el Mobile World Congress (MWC). Ni se va, ni siente que vive en la trinchera. 100.000 personas visitarán la ciudad y dejarán unos 500 millones de euros'Financial Times' acaba de publicar que Catalunya sigue siendo el mejor destino inversor del sur de Europa. La imagen de Barcelona no se ha desmoronado por el enfrentamiento en torno al modelo de encaje de Catalunya en España, ni ha golpeado al atractivo turístico y económico de la ciudad y del país. Hay suficiente sensatez, suficiente resiliencia. A seis meses de los atentados de agosto, se requiere el esfuerzo urgente y mancomunado del gobierno de la ciudad, del catalán, del español, de las fuerzas económicas y de la ciudadanía. Se exige volver a movilizarse. Con el Mobile, todos regresamos a la casilla de salida.