Una apuesta por el pensamiento estratégico

El día a día de las pequeñas empresas se centra en dar respuesta a necesidades operativas, dejando al emprendedor con poco espacio para reflexionar sobre su liderazgo o elaborar planes de futuro

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ESTER OLIVERAS. PROFESORA DEL DEPARTAMENTO DE ECONOMÍA Y EMPRESA DE LA UNIVERSITAT POMPEU FABRA (UPF)

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La crisis europea de la última década ha intensificado enormemente la educación y la formación en emprendimiento. La capacidad de autoempleo aparece como la tabla de salvación ante una tasa de desempleo entre jóvenes que preocupa a padres y madres, y entristece al cuerpo docente. El discurso actual, que fue impulsado inicialmente en el año 2000 con la Carta Europea de la Pequeña Empresa, recuerda a unas palabras habituales del premio nobel Mohammad Yunus en su mensaje a los jóvenes de su país natal, Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo: «No salir a buscar un trabajo, sino crear el propio trabajo». Paradójicamente, se incentiva el autoempleo tanto en economías pobres para promover el autosustento como en economías más dinámicas debido a la rapidez de los cambios tecnológicos y organizativos, que tiende hacia una reducción del tamaño empresarial, además de la ya apuntada salida a la crisis.

Crecimiento del autoempleo

Actualmente, según datos oficiales de diciembre del 2017, un 93,8% de las pymes corresponden a autónomos y microempresas. Las pymes pequeñas suponen el 5,2%, las medianas el 0,8% y las grandes el 0,2%. En términos absolutos, la cifra de autónomos todavía está muy debajo de las cifras anteriores a la crisis, pero se aprecia una tendencia creciente al aumento del autoempleo, también a nivel europeo.

Las pymes se consideran estratégicas en el tejido empresarial y, por ello, cabe cuidar y comentar los siguientes aspectos: formación, normativas legales, financiación y crecimiento e innovación.

Se constata que el mensaje educativo ha permeado en las instituciones y en las políticas de los gobiernos. Con dos hijos en edad escolar, he asistido a deliciosas presentaciones de proyectos emprendedores: desde una biblioteca de barrio a una sala para compartir videojuegos. Adicionalmente, existen los programas de emprendimiento universitario, unidades de innovación, premios, laboratorios, incubadoras, aceleradoras, jornadas y decenas de iniciativas públicas a nivel local, regional y nacional. La oferta inicial es amplia para todos aquellos con ganas de emprender. Podríamos afirmar, entonces, que el primer reto, que consistiría en una formación adecuada y un apoyo político para la creación de empresas, está encarrilado.

El siguiente reto del sector es para los gobiernos y no para las empresas. Se trata de mantener a raya los requerimiento legales. Es decir, a unos niveles que no supongan un coste demasiado elevado para estas empresas, tanto a nivel de tiempo como de recursos. Según el ránking 'Doing Business 2017', España se sitúa en el puesto 32 de 190, que no parece un mal puesto, pero que queda por detrás de países como de Malasia, Portugal o Francia. Durante el último año, el Gobierno central ha implantado políticas de reducción de la presión fiscal, a través principalmente de aumentar los gastos deducibles. También ha apostado por ampliar los procedimientos disponibles 'on line' para las gestiones entre empresas y sector público.

Crecimiento e innovación

El tercer reto es la financiación. En este sentido, aunque durante los últimos años se han ampliado considerablemente las fuentes de financiación disponibles, el crédito comercial continúa siendo la forma de financiación más utilizada, seguida por los préstamos y las líneas de crédito bancario. Sistemas de financiación como el 'crowdlending' y el 'crowdfunding' todavía tienen mucho margen de crecimiento. También se incrementarán las posibilidades de financiación con el desarrollo y difusión de la tecnología 'blockchain'. Aunque todavía es muy minoritario, ya se escuchan casos de empresas catalanas que emiten los llamados 'tokens' para incrementar su financiación. De hecho, este emergente sector financiero, que combina las finanzas y la tecnología, está originando un número considerable de nuevas pymes, lo que me lleva al cuarto y último reto: la capacidad de crecimiento e innovación.

La pyme española se caracteriza por tener un tamaño medio muy reducido en lo que se refiere al número de empleados. Más de la mitad son autónomos sin ningún asalariado, y casi un 40% tienen solamente entre una y nueve personas asalariadas. El día a día de las pequeñas empresas se centra en dar respuesta a las necesidades operativas, dejando a la persona emprendedora con poco espacio para reflexionar sobre su liderazgo o elaborar una estrategia que asegure la continuidad de la actividad o incluso estimule su crecimiento. Solamente el 18% de las pymes españolas apuestan por la innovación. En un contexto tecnológico, con predicciones de destrucción de empleo masivo, las personas emprendedoras no pueden permitirse obviar la estrategia empresarial o las posibilidades de innovación. En esta línea, un informe de Deloitte sitúa el liderazgo como el talento fundamental para la próxima década. Aunque el concepto de liderazgo es muy amplio, seguramente habría un consenso en que algunos sus componentes son el pensamiento a nivel estratégico, la gestión del cambio, la innovación y la capacidad de crear equipos de trabajo. Las pymes, más que ninguna otra organización, deben capitalizar las tecnologías y los cambios que producen con la máxima eficiencia posible.