Tres grandes retos en un mundo global

Las pymes disfrutan de un entorno económico positivo, pero esto no bastará para garantizar un éxito a largo plazo. Necesitan cambiar y evolucionar. Sus tres principales retos son la internacionalización, la innovación y la financiación

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ERIC VIARDOT. PROFESOR TITULAR DE MARKÉTING Y ESTRATEGIA DE EADA BUSINESS SCHOOL

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Ahora que la situación económica está mejorando, las pymes de nuestro país que no superan los 250 empleados tienen un papel importante porque representan y generan más de la mitad del PIB y del empleo en España. Para desarrollarse y sobrevivir en un mundo cada vez más globalizado, éstas se enfrentan a tres retos: la internacionalización, la innovación, y la financiación.

La internacionalización ha sido para muchas pymes la tabla de salvación frente a la crisis de esta década y la caída de las ventas en el mercado nacional. De hecho, se estima que actualmente exportan del orden de 150.000 pymes, mientras que en el 2010 lo hacían cerca de 100.000. Pero, solo un 36% son las que tienen un tamaño significativo. La mayoría de las exportaciones van dirigidas a los países de la Unión Europea -casi dos tercios del total- y otro 10% a países iberoamericanos. Por ejemplo, no están vendiendo en mercados asiáticos que tienen mucho potencial como China, India o Indonesia. El tamaño puede ser parte de la explicación de este acceso limitado, aunque existen tres razones de peso que hacen referencia a la falta de competencia en inglés, a la poca o relativa experiencia internacional de los mánagers y a una escasa vocación y ambición por crecer fuera del mercado más cercano.

Evolución tecnológica

No obstante, hay que valorar la calidad de sus productos y servicios, reconocidos y apreciados por los clientes internacionales. Pero en la actualidad la calidad no es suficiente para alcanzar el éxito a largo plazo. Hay que innovar porque la evolución tecnológica impulsa un cambio constante de las expectativas de los clientes y de la oferta de los competidores.

En este sentido, aunque las pymes españolas intentan innovar en sus productos, servicios o procesos, son conservadoras en el uso de nuevas tecnologías y en favorecer la creatividad y la experimentación de sus empleados. Esto es un auténtico desafío, ya que para existir hay que estar en la red y comunicarse directamente con los clientes, los actuales y los potenciales, que nos conocerán a través de internet. Estamos en un mundo digital, lo que significa que lo más importante es la información y ésta siempre debe fluir.

El tercer reto para las pymes es la financiación de su actividad y de su crecimiento. Aquí nos encontramos con un problema específico en España en comparación con otros muchos países de la Unión Europea: la morosidad, especialmente de grandes empresas y administraciones públicas. Esto repercute en el crecimiento, ya que la mayoría de los créditos sirven para paliar la morosidad, en vez de facilitar el desarrollo de nuevos mercados o de innovaciones. El Estado debería ser mucho más exigente a la hora de hacer cumplir con la reglamentación. ¿Cuánto tarda en pagar la administración pública a los proveedores? La respuesta a esta pregunta ha enfrentado al Gobierno con los autónomos y las pymes desde que en el 2014 se aprobó la ley contra la morosidad. La discrepancia estaba en la forma de computar el periodo máximo de 30 días para abonar las facturas por parte de los organismos públicos. La fórmula escogida por el Ejecutivo beneficia a la administración al empezar a contar solo a partir de que se excediese ese límite de un mes y no desde el momento de emitir la factura.

Adaptarse al mercado

Las pymes disfrutan de un entorno económico positivo, pero esto no bastará para garantizar un éxito a largo plazo. Necesitan cambiar e innovar más para adaptase al mercado global y desarrollar nuevas habilidades para servir mejor a sus clientes y abrir nuevos mercados. Esto implica una mejor capacitación de empleados directivos en el ámbito de los idiomas y las habilidades digitales. El gasto nacional en I+D se redujo, lo que implica que son las empresas las que deberán liderar este esfuerzo de formación.

El futuro también requiere de una visión estratégica a largo plazo, una cultura empresarial más abierta a la asunción de riesgos, y un modelo de negocio que se pueda ampliar fácilmente en otros mercados.

Todos los cambios son un arma de doble filo. Implican un riesgo cuando se utilizan, pero las pequeñas y medianas empresas no deben ni pueden fosilizarse si quieren sobrevivir. Deben evolucionar para mantenerse al ritmo de sus clientes, conservar una ventaja sobre sus competidores y explotar nuevas oportunidades. Es muy poco recomendable que no hagan nada ahora que disfrutan de una buena coyuntura económica. Al revés, es el mejor momento porque el inmovilismo es más peligroso que el cambio en sí mismo.