España frente al espejo

Tenemos tantos indicadores como opiniones. Por tanto, la solución no está en los datos económicos, sino en un cambio en la sociedad. Es prioritario abandonar el cortoplacismo y urgente que España asuma el reto de mirarse en el espejo de la realidad

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FERNANDO ÁLVAREZ. PROFESOR DE ECONOMÍA PÚBLICA DE LA UOC

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Escribir sobre una economía que parece haber superado la crisis económica mundial más importante de los últimos años puede parecer fácil, porque tan solo se trata de poner en valor el éxito y desearle que siga por la misma senda. Continuados crecimientos de su PIB trimestral, con tasas interanuales superiores al 3%; un PIB cercano a los 1,2 billones de euros, situándose como la quinta economía por tamaño de la UE; importante rebaja de su tasa de paro, hasta el 16,38% actual desde el 26,94% que llegó a alcanzar hace cuatro años; y un nivel de déficit público algo por encima del 3% muy lejos del 10,47% que mostraba en el 2012. Pero por desgracia tendemos a resumir la situación económica de una sociedad a partir de una serie de indicadores que forman parte de la cultura popular: PIB, IPC, tasa de paro, prima de riesgo, déficit público, deuda pública, balanza comercial… Datos que vamos anunciando como si fueran los resultados de una jornada liguera, analizando las bondades y riesgos de cada uno, como si de una tertulia de 'Jugones' se tratara, barriendo cada uno para casa según sean sus colores.

Prueba de ello es que, junto a esos datos iniciales, podríamos contraponer unos niveles de deuda pública prácticamente del 100% (es decir que la sociedad debe una cantidad similar a esos 1,2 billones que produce su economía); una tasa de paro que es la más alta de los 28 países de la UE, solo superada por Grecia, y que en alguna comunidad autónoma supera el 25%; una población que hace años disminuye y muestra una preocupante tendencia al envejecimiento, lo cual genera estancamiento en su población activa, presión en el gasto público y riesgos en la financiación del sistema de pensiones.

Abandonar el cortoplacismo

Entonces, ¿cuál es la solución, si tenemos tantos indicadores como opiniones? La solución no está en los datos económicos, sino en un cambio en la sociedad. Es prioritario abandonar el cortoplacismo, urgente que la población española exija ser tratada como sociedad madura y responsable, dispuesta a asumir mirarse en el espejo de la realidad. Una economía que quiere ser protagonista de su destino debe estar dispuesta a escuchar los problemas fundamentales, su población debe estar dispuesta a participar en la toma de decisiones, desde la consciencia, reclamando sinceridad y transparencia a los responsables.

No caeré en la ingenuidad de hacer una lista de buenos deseos para el nuevo año, pero sí puedo aprovechar estas líneas para recoger algunas de las preocupaciones que hace años se han ido expresando.

Valores. Necesitamos una sociedad que cuando se mire al espejo se sienta orgullosa de como es, que sienta que la mejor forma de vivir en sociedad es conviviendo, colaborando en el bienestar de los demás (clientes, proveedores, trabajadores, directivos, familiares…). Esos valores deben incluir la responsabilidad social y la consciencia fiscal. Esa es la vía para conseguir un crecimiento sostenido e inclusivo.

Formación. Necesitamos una sistema educativo que permita a los estudiantes disfrutar con lo que hacen y apasionarse con lo que quieren ser, alguna cosa no se está haciendo bien cuando el 40% de la población tiene solo estudios obligatorios. Esa dinámica genera que más del 21% de los jóvenes españoles entre 20 y 24 años ni estudie ni trabaje (los llamados 'ni-ni'), siendo España el sexto país con la tasa más alta. Al mismo tiempo, el 30% de la población española tiene estudios superiores, pero no encuentran puestos de trabajo acordes a su formación, por lo que al mirarse al espejo se ven sobrecualificados y deben emigrar o aceptar ocupaciones no cualificadas (España es el país de la UE donde esta situación se produce más, superada solo por Chipre y Estonia).

Fomentar el espíritu emprendedor

Creación de empleo. Sin duda, uno de los motivos que más aterraría a la economía española si se mirase al espejo sería su tasa de paro. Es difícil no sentir vergüenza al hacerlo, por mucho que se haya conseguido reducirla. Pero de nuevo a una sociedad española madura hay que decirle que el motor de la creación de empleo son las empresas. Por tanto, necesitamos fomentar el espíritu emprendedor (no solo del autónomo), sino de aquel dispuesto a crear una empresa que empiece su actividad con más de cinco trabajadores, porque tendrá más garantía de supervivencia. Que tenga en su ADN ganas de innovar continuamente, crecer y que sienta el reconocimiento de su aportación a la sociedad. En esa línea, el sector público debe implicarse en facilitar la creación de empresas (España ocupa el puesto 28 en la clasificación del Banco Mundial sobre facilidad para crear negocios) y en las políticas activas de empleo.

Innovación. La diferencia entre crecer económicamente y asegurar el desarrollo económico de un país avanzado está en la inversión que se está dispuesto a hacer en innovación. La media de gasto en I+D en la UE está en el 2% del PIB. Países como Alemania, Finlandia, Japón o Corea superan el 3% del PIB. Si España se mirara al espejo vería que sus niveles de gasto en innovación no llegan al 1,3%, y lo que es peor, desde el 2009 la tendencia es a la baja.

Cuentas públicas. En este caso el problema no es el miedo a mirarse al espejo, el problema es que los distintos gobiernos, que son los que elaboran y ejecutan las cuentas, han jugado al laberinto de los espejos y nos han ido enseñando el cóncavo o el convexo a conveniencia. Pero a esa sociedad madura que necesita la economía española hay que explicarle que debe hacer frente a tres problemas: financiar las pensiones con unas cuentas de la Seguridad Social en números rojos, reducir el déficit público y reducir esa deuda del 100% del PIB. Para ello no queda otro camino que reducir el gasto y/o aumentar los ingresos, pero hay que explicar el cómo.

Financiación autonómica. Otro reto que debe afrontarse, en un modelo de Estado descentralizado, será explicar por qué la Constitución ampara que existan unas comunidades insolidarias, otras muy solidarias que soportan continuas situaciones de déficit fiscal, y un tercer grupo de comunidades receptoras que no tienen mecanismos de co-responsabilidad que les obligue a ir reduciendo su dependencia.

Narciso se ahogó en el estanque de tanto mirarse para contemplar lo bello que era. En muchas ocasiones da la sensación que la economía española se siente bella sin querer mirarse al espejo, falta saber si el motivo es el excesivo optimismo o el miedo a no verse lo bella que le gustaría.