El retiro que Verdi soñó

El compositor italiano hizo construir en Milán un asilo para que ningún músico en la vejez tuviera que verse durmiendo en la calle

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Carme Escales

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Cada asilo, en cualquier lugar del mundo, concentra longevas historias de vida. Unas más que otras cargadas de heroicidades, coraje y superación, precariedad o fortuna que, ya en las últimas etapas, la progresiva pérdida de capacidades, y de seres queridos va asemejando. En la ciudad de Milán hay un lugar donde la música arropa, acaricia y alegra la vida en ese momento. Es la Casa de Reposo para Músicos que el compositor romántico italiano Giuseppe Verdi mandó construir para que ninguna persona que se hubiera dedicado a la música llegase a su jubilación sin un techo bajo el que dormir. Verdi destinó a ella su dinero y supervisó personalmente cada detalle de las obras. Pensó en grandes ventanales para que entrase la luz y se viera el cielo. Pensó en el jardín donde pasear o sentarse a leer. Pensó en una cripta donde hoy reposan sus restos y los de su esposa. Y pensó en que no pasaría ni un solo día en aquel lugar sin que la música sonase. Pianos y arpas conviven con obras de arte, muchos retratos de músicos, esculturas y amplios espacios en los que se hacen audiciones musicales, pequeños conciertos y actividades, algunas abiertas al público.

Leyendo, escribiendo, cantando, pintando o realizando manualidades encontramos a los huéspedes de este peculiar asilo inspirado y envuelto en música. Dina Moreno vive allí. Hija de un célebre cantante -Carlo Moreno, que llevó su voz por todo el mundo-, ella desarrolló su carrera como cantante de música ligera. Durante muchos años regentó un local en Venecia con música en vivo, con orquesta y solista. Al enviudar, hace siete años, y habiendo llevado una vida tan social, se resistía a quedarse en casa sola cada noche, y tampoco se veía con una cuidadora. “Un colega de trabajo le dijo a mi hijo que vivía en Milán: ¿Tu madre no cantaba? Porque aquí en Milán tenemos una perla como residencia para músicos pensionistas”, explica Dina Moreno. “Vinimos a visitarla y cuando me enseñaron una de las habitaciones del tercer piso con vistas al monumento a Giuseppe Verdi en la plaza, dije: o esta, o ninguna”. Cada mañana su hijo la recoge y toman un café juntos. Luego ella participa en actividades, como el taller de flores secas, de esta tarde. En Navidad celebramos un mercado y vendimos las manualidades. “Esta mañana hemos ido de compras tres amigas. Yo tengo 90 años y todavía pienso en el futuro”, dice. Enérgica y animosa, labios pintados de carmín, agradece el hallazgo de este lugar tan especial donde, además, dice, “las enfermeras son unas santas”.

Un paraíso de artistas

El tenor Beniamino Trevisi y su esposa Edda Mosconi viven en uno de los apartamentos que también alberga Casa Verdi. “Esto es el paraíso de los artistas”, dice el maestro de ópera cuya voz conserva a los 93 años una extraordinaria fuerza. La música infunde vida en cada rincón de la casa. La pianista Alice Mazzei, nacida en 1940, contribuye en ello con la agilidad de sus dedos que tantas lecciones de piano ha dado a niños y niñas.

Verdi no olvidó tampoco el valor del intercambio intergeneracional. En la casa hay unas plazas para estudiantes de música, como Cosimo Moretti de Angelis. Tiene 23 años y se prepara en piano, violín, composición y canto. Lleva cinco años conviviendo con todos esos músicos pensionistas. “Sonará raro, pero yo viviría aquí hasta mi jubilación. La siento mi casa. Y me fascina la doble dimensión que se crea entre el interior y la frenética vida en la metrópoli milanesa, estimulante y vivaz hasta el punto de consumarte. Y entras aquí y te sientes en otra época que te lleva a reflexionar. Con estas personas aprendo cómo envejecer”, explica Cosimo, mientras paseamos por el jardín que lleva a la cripta donde descansa el genio que pensó en suavizar musicalmente la vida en su tramo final de aquellos que la hicieron posible.