ESTÍMULOS PARA VENCER LA ADVERSIDAD

Guerreros del deporte contra la enfermedad

Ocho pacientes de diferentes dolencias cuentan cómo el ejercicio físico ha sido para ellos antídoto y aliado contra el decaimiento anímico

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Carme Escales

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Jacobo, David, Neus, Mònica, Mar, Patrícia, Àlex y Sergio son nombres propios que podrían identificar a conocidos, familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y cualquiera de nosotros. Pero hay algo que todos ellos tienen en común. En un momento determinado de sus vidas, un diagnóstico médico determinó una enfermedad, o la explicación de ciertas limitaciones físicas o cognitivas en sus quehaceres diarios.

Tras el choque con la verdad sobre el porqué de sus síntomas, y la confrontación de su nuevo porvenir: resiliencia, adaptación y no darse por vencido. Del mismo modo que en la vida de cada uno de ellos había aterrizado un diagnóstico de cáncer, esclerosis múltiple, poliquistosis renal, espondilitis anquilosante o lo que fuese, una bicicleta, un traje de baño, las zapatillas de 'running' o las botas de montaña también estaban allí,  acompañando no tan solo su recuperación física y anímica, sino también su nueva etapa vital protagonizada por la superación de retos físicos, a través de diferentes deportes, como revulsivo sanador y complemento saludable de sus tratamientos médicos. Con el deporte, estos ocho pacientes han sabido darle la vuelta al calcetín de la adversidad. Ahora calzan fortaleza y optimismo, y lo comparten y contagian a su alrededor.

            Jacobo Parages lo hace con retos a nado y dando conferencias que tienen como hilo conductor su historia personal. Sus herramientas mentales de lucha contra la enfermedad reumatológica que padece desde los 28 años –hace 20 ahora- las lleva al terreno profesional, en escuelas de negocio y universidades. Recogió sus consejos en el libro Lo que aprendí del dolor (ed. Plataforma Testimonio). Lo mismo hizo Sergio González de Zárate (Gio Zararri), ingeniero informático que fortaleció su vida y la colmó de felicidad tras vencer su ansiedad. El fin de la ansiedad (ed. Vergara) desenmascara la ansiedad y todo lo que esta emoción es capaz de perturbar cuando desborda nuestras vidas, y muestra cómo aprender a reducirla, convivir con ella y gracias a ella aprender conocernos mejor. Con libros o sin ellos, la vida de estas ocho personas son relatos en primera persona de la superación de la adversidad, del giro de volante que imponen los reveses de la vida, pero a nuevas y brillantes etapas, más sabios y fuertes, optimistas con deportividad.

“Nadar fue una oportunidad de crecimiento”

Jacobo Parages (Madrid, 1966) trabajaba en Londres cuando despertó una mañana con un tirón en las lumbares. Pensó que sería una pequeña lesión de jugar al fútbol. Pero el dolor persistió y se desplazó. Tenía 28 años. Regresó a España y los médicos confirmaron su espondilitis anquilosante, una forma crónica de artritis. No quiso pedir la baja. “Hay que salir de aquí como sea, superarlo” –se decía. “Para mí, la gestión de la enfermedad era salir de ella”, dice. Trabajar le ayudaba. Y tras 12 años sin hacer deporte, un amigo le insistió en empezar a nadar. “El día que me tiré al agua, apenas nadé 400 metros, pero volví a la oficina sintiendo que había roto una barrera, una limitación mental”, recuerda. “Eso cambió mi vida. Introduje en ella la rutina de nadar, que fue para mí una oportunidad de crecimiento”. A nado, Jacobo cruzó el Estrecho de Gibraltar. Luego le encontraron un tumor maligno. “La vida me pedía que volviera a gestionar la adversidad”, expresa. Miedos, excusas y pereza fuera, cada obstáculo fue para él un reto a superar. Con su mochila recorrió más de 30 países, en 15 meses. “Encontré una forma de libertad muy potente”, afirma. Hoy alterna charlas y objetivos a nado con los que atrae fondos para investigación médica.

“Las enfermedades no son un punto de parada”

El 12 de junio pasado, la bicicleta de David Ribas (Mataró, 1961) se detenía tras rodar a diario desde el 14 de noviembre anterior. Aquel día Ribas salió de Mataró para cruzar Europa hasta Irán. Cuatro amigos lo acompañaron con sus bicicletas hasta Malgrat. En adelante, pedaleó más de 7.200 kilómetros solo. Era su demostración, a él mismo, de  que su libertad seguía intacta con un solo riñón, un órgano que recibió en donación tras haberle sido extraído el otro por una poliquistosis renal detectada a los 25 años. Su padre lo aficionó a la montaña. Escalada, esquí, alpinismo, parapente… Ribas no tuvo freno hasta que las rampas le atraparon pies y manos. Gracias a su trabajo no pensaba en su riñón. Y llegó el trasplante. “Aún con grapas de la operación subí al Turó de l’Home”, dice. Reencontrarse con la montaña y sensaciones que lo habían acompañado siempre probaban su buen estado. En el 2012 se quedó en paro y ya no buscó trabajo. Se administra los ahorros para viajar. En el 2015 fueron 6 meses en la Patagonia. “Las enfermedades no son un punto de parada”, afirma. “Y las donaciones son efectivas”, añade. En bici se cuida y se demuestra de qué es capaz. “Doy mil gracias a la familia del donante y a los médicos. Sin ellos no haría esto”.

“Me encargo de luchar por mis sueños”

Con 15 años, a Neus Benítez (Madrid, 1994) le diagnosticaron esclerosis múltiple. La cortisona la ayudó a sobrellevar dolor, brotes y el primer impacto de la noticia. Un año después, perdió visión de un ojo y tres años después un fuerte brote la dejó en silla de ruedas. Pero el tesón que hoy pone en sus carreras como triatleta estaba ya allí. “Yo de aquí me levanto”, dijo. En seis meses recuperó movilidad y autonomía con rehabilitación diaria y ejercicios por su cuenta. Trabajaba de teleoperadora desde los 18 años y hace dos le dieron la incapacidad. Un año después, la gran invalidez. “Aún lo digiero”, dice. Pero empezó a hacer deporte. Se inscribió en el club iTriatletes Solidaris de L’Hospitalet de Llobregat y en su primer triatlón ganó en su categoría. “Fue mi mejor revulsivo, además del buen ambiente”, afirma. Creó un canal en Youtube para visibilizar la esclerosis y la diversidad funcional en el deporte, pedaleó en tándem 500 km del camino de Santiago y recaudó 6.000 euros para investigación, con la Fundación Esclerosis Múltiple. “Me encargo de luchar por mis sueños. 'Siempre capaz' es mi lema”. El 26 de septiembre saldrá de Portbou con un guía para cruzar Catalunya a pie, otro reto benéfico, este por la EM primaria progresiva.

“El mensaje es que hay futuro y algo por lo que luchar”

El deporte no era extraño en la vida de Mònica Gallego (Esplugues de Llobregat, 1976). De pequeña compitió en natación y atletismo. Hace tres veranos tras un viaje una diarrea terminó en diagnóstico de cáncer colorrectal. Quimio, radio y extraer el tumor fueron los pasos que siguió. Cuando aún llevaba su bolsa de la ilostomía, practicar Taichí la ayudó a empezar a ejercitar movimiento tras meses sin deporte. Y la psicoongóloga le habló del programa de actividad física y nutrición de la AECC. Aún de baja empezó a practicar marcha nórdica. “Si salgo de esta, me prepararé para una media maratón”. Poco a poco fue salvando distancia. “El deporte me ayuda mucho a nivel mental. Fue muy duro no poder hacerlo durante tanto tiempo por el cansancio y la bolsa”. Sabe de qué habla. “El esfuerzo físico me recompensa mucho. Necesito retos a nivel personal, deportivo y profesional. Ir buscando superarme me da vidilla. El mensaje es que hay un futuro y algo por lo que luchar”. Cuando por fin cruzó la meta de la Nocturna de L’Hospitalet (10 km), lloró. “Es la mejor sensación, un subidón. Sientes que si has superado aquello, más retos te esperan. Pero debes digerir tu enfermedad, hacer ver que no pasa nada pasa factura. El deporte, poco a poco”.

“Una bicicleta acabó siendo mi salvavidas”

Atletismo y patinaje ocuparon muchas tardes de Mar Hernández (Sabadell, 1970), hasta que se concentró en estudiar Bellas Artes. Quería ser escultora. Y lo es. Hoy esculpe en su taller y da clases en la EARTVIC. Pero a los 36 años, un cáncer de mama marcó un antes y un después. “Primero me enfadé. Quería seguir sin estar condicionada por una baja. Hasta que no entendí que la clave estaba en mi actitud, en mi predisposición, nada mejoró”, recuerda. Llegó su cambio en positivo. Dejar de fumar, dormir más y comer bien resituaron su escala de valores. “Fue todo en conjunto. Creé tiempo para mí”, dice. Y, en paralelo, ejercicio. “Me habían regalado una bici, que acabó siendo mi salvavidas. Me ayudó a gestionar mi ansiedad, sobre todo esperando resultados. El deporte es una herramienta más, como meditar, modelar, pintar, cada uno que aproveche sus recursos”. Tras cinco años, recaída. Pero Mar tenía sus tablas con la enfermedad, “lo encaré diferente”. Ya había hecho pruebas de larga distancia, maratones de montaña como el de los Monegros o la Titan. Entrenaba cinco días a la semana. Embajadora de Orbea, promueve un cambio de prisma: implementar el ejercicio físico en pacientes en tratamiento. Identidad Esculpida, en Facebook habla de ello.

“Salir a caminar y recuperarse son ya un reto”

Patrícia Folch (Tarragona, 1979) su hermana la animó a salir a correr en grupo. Y en el 2016 cruzó la meta de la Behobia-San SebastiánCuando al año siguiente le detectaron un cáncer de mama, decidió contar con sus zapatillas como aliado esencial. “Para mí era un error esperar los efectos de la quimio en el sofá. Como vivo al lado de la playa, me ayudaba mucho salir a correr. Traté de llevar una vida normal. En el trabajo me lo pusieron fácil, se adaptaron a mí, que no todos lo hacen”, puntualiza. Agradece a su doctora, Ízaro Hernán del Vall d’Hebron, que la animara a hacer deporte, “la única médica que no me trató como a una enferma, me dijo: haz la Behobia y luego te opero –reconstrucción mamaria-, pero estaría bien que la hicieras como reto solidario para visibilizar tu situación”. Patricia participa en el programa Predicop que estudia cómo una buena alimentación y ejercicio físico de las pacientes puede evitar recaídas. En la AECC me dijeron que el gimnasio Reburn de Barcelona  buscaba una superviviente de cáncer para entrenarla. Con ellos y con migranodearena.org hizo su Behobia solidaria. “Hace falta tener siempre un objetivo asumible. No hace falta una supermeta, salir a caminar y recuperarse son ya un reto”.

“El único fracaso es no intentarlo”

El primer 3.000 de Àlex Galdeano (Lleida, 1979) fue a los 11 años, en Panticosa. Desde pequeño, el básquet y la montaña, con su padre de guía, fueron grandes alicientes. En el 2010, con 30 años, en el Camp Nou empezó a ver doble. Pasó un mes sin querer darle importancia. Con una fructífera carrera profesional en marcha, negaba cualquier posibilidad de enfermedad. El primer médico que lo visitó lo atribuyó al estrés. Pero en Can Ruti descubrieron que era el síndrome del seno silente, una enfermedad minoritaria por falta de base en el cartílago bajo el ojo. Otorrino primero y oftalmólogo después lo trataron y en el 2012 tuvo el alta. Hasta entonces, recuperar su práctica deportiva fue para él una gran motivación. El 10 de septiembre del 2016 subió al monte Perdido, una cima que tenía pendiente. “El único fracaso es no intentarlo”, dice. Y lo aplica a todo. Haberse visto incapaz de conducir o trabajar un tiempo le mostró la importancia de una actitud positiva. “La enfermedad me hizo vivir más intensamente, valorar las pequeñas cosas. Y solo no me hubiese recuperado, hemos hecho equipo médicos, familia y deporte”. Àlex aparcó su timidez y fue a dar charlas sobre esa actitud de superación en universidades, institutos, a gente en paro…

“El deporte es el antidepresivo natural con más beneficio”

La ansiedad escribió una página negra en la vida de Sergio González de Zárate Pérez de Arrilucea (Vitoria, 1978), bajo pseudónimo de Gio Zararri en su libro. Estudiando Ingeniería Informática en Deusto, sin ninguna pasión, su organismo sentía que iba a la deriva. Ansioso y estresado tonteó con drogas. Tenía 22 años. Con taquicardias, dolores y respiración entrecortada fue al hospital donde diagnosticaron ansiedad. “Me recetaron ansiolíticos, pero sabía que con ellos, además de generar adicción y tolerancia, calmaba los síntomas pero el problema no se iba. Debía cambiar mis hábitos”, dice. Y se abrazó al deporte. Jugó al fútbol hasta los 20 años, antes de pasar al sedentarismo y empezar a fumar. En su proceso de ansiedad, fue dejando café y estimulantes, empezó a practicar yoga y salió a correr. “El deporte es el antidepresivo natural con más beneficio”, afirma. “Cada persona, el suyo”, añade. “Al final es una filosofía de vida más que retos deportivos. Cuidarse no debería ser una reacción a una enfermedad, es algo esencial a integrar para crear salud. Conocerse mejor me hizo sentirme también más seguro a nivel profesional. Lo que le ayudó a ver el vaso medio lleno y enseñanzas en todo lo que sucede lo comparte en su libro El fin de la ansiedad

El 27 de octubre: a correr!

Correm Junts invita a calzarse las zapatillas de 'running' en una competición inclusiva

Dieciséis cimas, 9 de las cuales de 4.000 metros, fueron sumando durante el pasado año satisfacciones muy internas en la vida del joven de Plasencia Javier García Pajares, de 28 años. Cada una de sus conquistas bajo el cielo era un hito para alguien como él, con certificación oficial de discapacidad sensorial (sordo-ceguera). Tal como Patricia Martín explicaba en este rotativo este verano, Javier ha merecido por su proeza el Premio Nacional Juventud 2019 en la categoría deporte. Desde su blog Un mundo con sentido, el atleta da ejemplo de cómo la superación no tiene límites, tampoco en el mundo de la discapacidad.

            Abierta a todos los públicos, con o sin discapacidad, hay una prueba deportiva en Barcelona que pone en valor no solo ese mensaje de superación más allá de la discapacidad, sino también la inclusión y convivencia de todo tipo de personas, retos y capacidades. Es la Milla Solidària de Sarrià (www.corremjunts.org), una de las pocas carreras que permiten participar, individualmente o en equipo, a cualquier persona que correrán junto a otras que conviven con una discapacidad. La prueba, homologada por la Federació Catalana d’Atletisme, fue creada por la Fundació ASPASIM, que ofrece atención a personas con discapacidad intelectual.

Desafíos solidarios

Federaciones deportivas y fundaciones se vuelcan en actividades físicas solidarias

Recrearse, rehabilitarse, competir o visibilizar a través del propio esfuerzo una enfermedad es el cometido de numerosas convocatorias deportivas, cada vez más, que contribuyen a normalizar, dan a conocer la compleja diversidad de condiciones y condicionantes humanos y recaudan importantes recursos económicos para llevar a cabo investigaciones sobre enfermedades, a día de hoy, sin cura. Son retos deportivos en los que se puede participar inscribiéndose y realizándolos, asistiendo como público o como voluntarios en la organización y celebración. Muchos de ellos hacen posible que determinados colectivos de personas con discapacidad temporal o crónica y sus familiares puedan disfrutar de una mayor calidad de vida. La Magic Line es una de ellas, una movilización ciudadana en favor de personas en situación vulnerable, organizada por Solidaritat Sant Joan de Déu. Se convoca en Barcelona, Mallorca y en València (www.magiclinesjd.org).

            Que el deporte es una potente fórmula de aprendizaje a superar obstáculos lo demuestra el trabajo que hacen a diario las diferentes federaciones deportivas de personas con discapacidad (www.esportadaptat.orgwww.federacioacell.org), o el propio Comité Paralímpico (www.paralimpicos.es).