ANIVERSARIO

Càritas: 75 años de buenas causas abiertas al futuro

La organización diocesana de Barcelona ha ayudado a 1,5 millones de personas a transformar sus condiciones a través de programas de acompañamiento

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Carme Escales

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Cubrir necesidades básicas de las personas ha sido siempre el punto de partida de las acciones de Càritas Diocesana de Barcelona, micromejoras vitales en mujeres, niños, gente mayor, o sin hogar. Durante 75 años han sumado bienestar común gracias a ello. Han acompañado a 1,5 millones de personas, y lo han hecho compartiendo sinergias con múltiples entidades nacidas con igual propósito, atendiendo a quienes no lo tuvieron fácil para seguir adelante. Allí es tuvo Càritas para iluminar su futuro.

Futuros mejores desde un presente en compañía. Como el de Ana Matilde. Sin trabajo y ningún ingreso, y embarazada, se veía en apuros para pagar el alquiler de la habitación en la que dormía. Y cuando su bebé tuvo dos meses, alguien le habló del programa Matern Infantil de Càritas. Y fue a ver qué se hacía en él. Se dirigió al número 8 de la calle de Rull, en el barrio Gòtic, y allí encontró a Rafaela Lavado y Araceli Roger, las dos educadoras sociales que cada mañana poco después de las 9 abren las puertas de un precioso local a mujeres, embarazadas o no, con niños menores de 3 años, y cuyas condiciones, del lugar en el que viven y de frágil economía, no les permiten aportar a sus criaturas ni la higiene o alimentación idóneas. Y a ellas mismas tampoco.

«En los pisos en los que viven, algunas no tienen baño. Y aquí llegan y pueden bañar a sus hijos. Tenemos dos bañeras altas, sin problema para sus espaldas en ese gesto cotidiano de tantas madres que ellas solo pueden realizar aquí», expone Araceli. El espacio de Càritas en el que acompaña esas actividades con mujeres está pensado para que no falte nada de lo necesario a madres y a criaturas: baño y comida, y un ambiente propicio para reforzar la relación maternofilial.

Allí, Ana Matilde y su hija Camila han podido relacionarse y crear vínculos de complicidad, comprensión y ayuda mutua con otras mujeres de Pakistán, India, Ecuador, Nigeria, o de su mismo país, República Dominicana. Después de baños y desayuno, realizan actividades con los niños, como juegos que potencian su psicomotricidad. «Las madres aprenden a preparar la comida de sus hijos que, a las 12, comen», explican las educadoras sociales.

Servicios sociales de Barcelona o las propias trabajadoras sociales de Càritas Diocesana de Barcelona hablan de este programa a mujeres en situación vulnerable. Pero muchas de ellas llegan porque las mismas usuarias lo comentan y, directamente, llaman a la puerta.

Las necesidades básicas son el punto de partida para micromejoras vitales que redundan en el bienestar social

María, una joven de Guinea Ecuatorial de 17 años y madre de dos criaturas menores de 3 años también acude de lunes a viernes a ese espacio que dignifica sus vidas, simplemente por el trato recibido, «un buen trato», resume María. «Hacemos lo posible para que madres e hijos se sientan aquí como en casa. Y lo vemos, con detalles tan simples como sacarse el pañuelo de la cabeza las que los suelen llevar, mientras están aquí», explica Araceli. «Y en ese clima de confianza, conversando con naturalidad, es como van contándote o percibes otras de sus necesidades», añade la educadora social. «Hemos detectado algún caso de violencia doméstica o de falta de  mínimos para la supervivencia. Y además de empoderarlas para resolver situaciones, les informamos de otras áreas de apoyo de Càritas o entidades con las que colaboramos. Ellas nos toman como referente».

Diana en la necesidad

Por las tardes, las usuarias del programa Matern Infantil querían también acudir a ese espacio de crecimiento personal que les ilumina oportunidades de mejora en todos los campos. Así que a partir de ello se creó el programa Tardes en compañía. Las tardes de lunes y jueves de 17.15 a 20 h, madres e hijos pueden regresar al local, al que también invitan a participar a las parejas, si están con ellas. Walid, un joven padre de Argelia, se sentía algo incómodo al principio, pero ahora junto a otros padres como Alberto, el compañero de Ana Matilde, prepara juegos con los niños. Madres y padres dicen así no sentirse tan solos y abrirse más a expresar preocupaciones, sin miedo. Saben que allí se comparten buenos consejos y hay duchas y alimentos para ayudar a dignificar sus vidas.

Así surgen los programas de Càritas, a partir de necesidades concretas como un lugar para la higiene para quien vive en pisos sin baño. O el acompañamiento a la inserción laboral.

L’Escola Oberta de L’Hospitalet es otra puerta abierta de Càritas. Tiene su origen 30 años atrás en la unión de unas vecinas del barrio de Pubilla Cases-Can Vidalet para enseñar castellano y catalán a los nuevos vecinos llegados de otros países. Fue algo espontáneo pero que hoy continúa siendo un referente en todo el barrio, y no solo como lugar de aproximación a la lengua. Aprendizaje de oficios básicos, orientación laboral y asesoramiento económico son otros servicios que prestan en este espacio relacional, una escuela abierta que la educadora social y antropóloga que trabaja en ella, Laura Membrive, define como ‘una colchoneta’. “Se puede llegar para hacer un curso puntual y desvincularse. Pero muchas personas a partir de un curso se vinculan más realizando otras actividades. Todo lo que está a nuestro alcance lo compartimos. Y cada cual encuentra lo que busca. Es muy satisfactorio ver cómo se van estableciendo redes humanas entre los propios usuarios”, dice Membrive. Una treintena de voluntarios fijos y otros tantos que imparten actividades puntuales son el motor de este proyecto que también emplea a una decena de trabajadores.