Y de repente Céline Dion se hizo diva viral

El nuevo disco de la cantante, 'Courage', llega en un momento en el que jóvenes creadores de la música y la moda le han otorgado estatus de 'favorita'

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Núria Marrón

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Es difícil determinar en qué preciso momento Céline Dion, de 51 años, dejó de ser aquel chorro de voz superventas, ampuloso y extemporáneo a criterio de la crítica, y empezó a erigirse en la gran diva viral con la que, al menos aparentemente, tratan de colaborar un grueso de jóvenes creadores de la moda y la música. Convertida en fetiche de una nueva hornada de diseñadores, su último disco, 'Courage', también ha alineado en los créditos a nombres como Sia, David Guetta, Sam Smith, DJ Khalil, productor de Eminem, y tantos equipos 'premium' que «si el estudio hubiera sido bombardeado, la música pop habría dejado de funcionar por completo», decía con humor días atrás el diario británico 'The Guardian'.  

Lo cierto es que en algún instante del 2017 empezó a suceder lo más maldito: contra todo pronóstico, Dion se puso de moda. Tras fallecer –el mismo fin de semana de enero del 2016– su hermano Daniel y su marido, René Angélil, la cantante, madre de tres hijos, reemprendió sus galas de Las Vegas. Y empezó entonces su rehabilitación inesperada: en los premios Billboard del 2017, los raperos, incluidos Drake y Desiigner, hicieron cola para hacerse una foto con ella. Lil Uzi Vert y Machine Gun Kelly no le pidieron ningún selfi, pero subieron a Instagram un vídeo en el que se les veía fumando un porro mientras calificaban de «hermosa» la interpretación de 'My heart will go on' de la cantante.

A partir de ahí todo fue en cascada. Semanas más tarde, la cantante protagonizó un vídeo para 'Vogue' con piezas de costura que, de tan locamente 'camp' –ese concepto que Susan Sontag definió como «un amor por lo antinatural, el artificio y la exageración», «un código privado» que gusta y repele a la vez– hizo que la revista 'The Fader', biblia de la modernidad, pidiera que, por favor, aquella perla se convirtiera en película. Al tiempo, 'The Cut', otra guía de la vida moderna, calificaba de 'Dionaissance' este renacimiento de la cantante.

‘Rave’ de costura en París

Pero la fiesta –o más bien 'rave' por los días que se alargó– llegó este verano. Después de dejar atrás, en junio, su etapa en Las Vegas y de que su empresa de representación, ICM Partners, le reclamara 440 millones de euros, Dion convirtió la pasarela de alta costura de París en su escenario y al mundo en su público global, y sesión tras sesión se fue convirtiendo oficialmente en esa diva esquinada y maximalista que los tiempos, entragados a lo diferente, estaban dispuestos a celebrar. ¿Qué tal conjuntan dos perrazos con un vestido de frondosidad amazónica de Richard Quinn? ¿Se puede sobrevivir a pasear por París con un body Off White o unos minishorts de efecto tanga? ¿Y a plantarse en la Torre Eiffel con un patinete eléctrico y un collar 'bondage' como complementos? El veredicto ha sido caluroso: «Es el mejor icono de la moda –han celebrado en 'The Cut' con más fascinación y simpatía que ironía–, porque la ropa, no importa cómo sea de loca, nunca parece que le abrume, ella siempre es la estrella».

Hay un puñado de teorías sobre los motivos de la 'rehab' de Dion, los cuales, básicamente, basculan entre a) la simpatía creciente tras las muertes del hermano y el marido; b) la nostalgia por los años 90 menos complicados y c) el hecho de que muchos de quienes eran niños en la década de los 90 crecieron escuchándola en casa y vuelven a su música con el calor de los recuerdos infantiles, ajenos a juicios de valor. «Desde siempre su música me había parecido de una monotonía anodina elevada hasta la ampulosidad odiosa (R&B al que le habían extirpado la sexualidad y la picardía, chanson francesa desprovista de alma e ingenio) y su repertorio, un tibio caldo con el sello de aprobación de Oprah Winfrey, ideal para el alma consumista», había escrito el crítico Carl Wilson en el ensayo 'Música de mierda', que precisamente dedicó a la cantante y en el que hacía autocrítica sobre el esnobismo de los listos y se preguntaba por el andamiaje de lo que se considera buen y mal gusto.

Un vestido muy Las Vegas

La pista de despegue, pues, estaba colocada y, la moda, quizá en su momento más teatral en años, puso el resto, al igual que sus estilistas, Sydney López y Pepe Muñoz, ilustrador y exbailarín de 34 años que en los últimos tiempos ejerce de amigo de cámara de la cantante. Fue a través del Instagram de este último que Fernando García y Laura Kim, diseñadores de Oscar de la Renta, contactaron con la artista para confeccionarle el que sin duda ha sido su vestido más espatarrante: el que lució, tras 3.000 horas de confección, el pasado mayo en la gala del Met, dedicada, claro, al 'camp'. «El vestido es muy Las Vegas, y para mí Céline es Las Vegas de la manera más hermosa», dijo García.

Por lo demás, Dion disfruta riéndose de su nuevo estatus como reina del meme viral, al tiempo que, burlona, dice desconocer el significado del término. De hecho, la artista –que por ejemplo aparece en la lista de mejor vestidas del 2019 de 'Vanity Fair'– vive a modo de reparación esta nueva etapa suya como favorita de la moda. «Era algo que me molestaba un poco –dijo tras la gala del Met, en alusión a las décadas que según ella han tardado los 'insiders' en descubrirla, aun estando a plena vista–. Pero no iba a llamar y decir: ‘¿Puedo estar en la portada del Vogue?’». Y es cierto que difícilmente el sector encontrará a alguien más entregado: Dion se atreve con todo y sacrifica toda comodidad en aras de «una apariencia hermosa», en su acepción más excéntrica y elástica.