EL FIN DE LA REVOLUCIÓN

Otra Cuba es posible

La reconstrucción del país debería basarse en la reconciliación nacional interior y exterior

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Jordi García-Soler

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Cuba está al borde del colapso económico. Al borde de un nuevo «periodo especial», como el que padeció durante la década de los 90 del siglo pasado a causa de la caída del imperio soviético. La crisis venezolana le ha dejado casi sin suministro de combustible. Faltan alimentos y medicamentos, todo tipo de productos básicos; la mayoría de los cubanos viven pendientes de lo que «sacan», de lo que llega al mercado público subvencionado: pollo, vinagre, detergente, cerdo… 

En Cuba, apenas se produce nada, y por tanto crecen las necesidades de importación. Se importa incluso azúcar: «Una desgracia para los cubanos, pero una bendición para los cocineros», según me dijo el repostero de un paladar. La industria turística comienza a estar en crisis. Nadie espera que sean 4,75 millones los turistas que visiten el país este año, como sucedió en el 2018. Trump ha prohibido los cruceros, que aportaron el 17% de los visitantes, y es notable la caída del turismo europeo.

Las amenazas de Estados Unidos a las grandes empresas hoteleras –el 75% de las habitaciones de 4 y 5 estrellas están gestionadas por Meliá e Iberostar, con 300 millones anuales de inversión en Cuba– comienzan a tener consecuencias. 

Amor y odio

El bloqueo exterior sirve de excusa para el bloqueo interior. A pesar de ello existe una extraña relación de amor y odio entre muchos cubanos y Estados Unidos. La ha existido siempre, incluso desde antes de la independencia. Son muchos los cubanos que maldicen a Donald Trump, pero son tantos o más los que desearían poder emigrar a Estados Unidos, donde muchos tienen familiares. Son pocos los que tienen aún algo de esperanza en el futuro de su país.

Basta pasear por las plazas, calles y callejuelas de La Habana Vieja, con muchos de sus centenarios edificios restaurados bajo la dirección del Historiador Oficial de La Habana, Eusebio Leal Spengler, para constatar la gravedad de la crisis del único sector generador de divisas. Lo mismo sucede en Santiago y en Holguín, en Viñales y en Pinar del Río, en Camagüey y en Cienfuegos, en Trinidad o en Cojimar, en Ciego de Ávila o en Santa Clara… 

La elección de
Trump cerró
de forma
abrupta el
proceso a
favor del
diálogo que
había iniciado
Obama

La crisis turística afecta a todos los cubanos y puede ser más lesiva para los 'cuentapropistas', pero la diferencia entre estos y el resto de la población es cada vez mayor, con una enorme brecha salarial o de ingresos: por modesto que sea su negocio, cualquier 'cuentapropista' gana muchísimo más que los asalariados mejor retribuidos, y en muchos casos recibe ayudas de sus familiares expatriados. Solo ellos acceden con facilidad al mercado negro, «resuelven» lo que precisan y su presencia se hace notar en 'paladares' y en buenos hoteles, donde hasta hace unos años los cubanos no podían ni siquiera entrar, excepto si formaban parte de la 'nomenklatura' castrista.

Un cambio que no llega

En todas las ciudades cubanas, uno se sorprende al encontrar automóviles con 60 o más años de antigüedad –Chevrolet, Oldmobile, Dodge, Pontiac...– junto a no tan viejos Ladas soviéticos, Skodas checos y otros coches más modernos, pero todos con 30 o más años de existencia –Peugeot, Seat...–, todos ellos restaurados y mantenidos pieza a pieza. Dentro y fuera de las ciudades circulan también autocares turísticos, bicicletas y motos, carros, caballos, bicitaxis, cocotaxis, guaguas, taxis compartidos, camiones chinos reconvertidos en buses…

Mientras el turismo de «sol y playa» sestea en las paradisíacas playas caribeñas de los cayos o en Varadero, son muchos los cubanos que ansían un cambio que no llega. Son pocas las voces opositoras que intentan hacerse oír. Voces como las de las Damas de Blanco, la bloguera Yoani Sánchez, la disidente política Rosa María Payá, o la activista artística Tania Bruguera… 

La autorización del uso de teléfonos móviles en el 2008, la anunciada pronta implantación del 3G, la extensión de Internet y también del wifi, a pesar de las restricciones y censuras, expanden estas voces críticas. El castrismo se opone a ellas con su culto a una historia oficial y a una cultura acrítica, mientras sostiene, mantiene y protege a sus propagandistas, como el cantautor Silvio Rodríguez, mientras margina o intenta silenciar, entre otros, al también cantautor Pablo Milanés, al actor Jorge Perugorría o al mejor narrador cubano vivo, Leonardo Padura, de quien no es fácil comprar un libro en su país.

Un país roto

Como ocurre con tantas otras cosas en Cuba, uno diría que el país entero «está roto» o «en reparación». Hay algunos pequeños cambios positivos pero son todavía insuficientes. La elección de Trump cerró de forma abrupta el cambio a favor del diálogo y la negociación por el que había comenzado a transitar Barack Obama. Solo a partir del regreso a aquellas posiciones será posible otra Cuba basada en la reconciliación nacional del interior y el exterior. Es una apuesta por una transición pactada y pragmática, ordenada y pacífica, basada en el diálogo y la transacción. Sin vencedores ni vencidos. Difícil, sí. Pero no imposible.

Mientras, muchos cubanos salen a la calle con su paraguas o su parasol, que para ambas cosas funciona. Por lo que pueda pasar.