La carrera espacial ya es para todo el mundo

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Michele Catanzaro

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La pasada primavera, un joven de 16 años residente en Madrid, Julián Fernández, dio a conocer un satélite de las dimensiones de un cubo de Rubik que había construido con mil euros recogidos a través de un 'crowdfunding'. El minúsculo cacharro, dedicado a controlar sensores emplazados en la Tierra, debería ser lanzado en órbita en septiembre. 

"Hasta hace una década el espacio era algo de élite. Ahora se está democratizando. No tienes que ser la NASA para acceder: lo están haciendo empresas que caben en un garaje", comenta Miquel Sureda, investigador en Aeronáutica de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).

Hace 50 años, cuando los humanos llegaron a la Luna, el espacio era un asunto de Estados Unidos y la Unión Soviética. Hoy hay oportunidades para asociaciones de estudiantes, pequeñas empresas y universidades. "Es lo que se llama 'new space' ['nuevo espacio']", explica Sureda, que afirma que Barcelona se está haciendo un sitio en este sector.

"Después de la segunda guerra mundial, el espacio fue aupado por una gran inversión pública por razones geoestratégicas", señala Xavier Llairó, director de Pangea Aerospace, una empresa fundada en el 2018 en Barcelona e integrada por ocho personas que desarrollan pequeños cohetes que recortan drásticamente los costes de lanzar satélites. 

"Acabada la guerra fría, se empezaron a ver salidas comerciales, como la televisión por satélite o la observación de la Tierra–prosigue Llairó–. Al principio, quienes controlaban el negocio eran empresas enormes como Airbus y Thales Alenia, pero en el 2000 la tecnología se empezó a miniaturizar y a abaratar".

Satélites cúbicos

Fue crucial la invención de los Cubesats, en 1999, en la Universidad de Stanford. Se trata de pequeños satélites de forma cúbica y 10 centímetros de lado. "Al principio servían para hacer ejercicios académicos, pero luego las cosas cambiaron. Hoy hay empresas que hacen negocio con ellos. Hasta se podría decir que hay una burbuja de Cubesats", afirma Sureda, que ha colaborado con el desarrollo de los CubeCat, cuatro satélites de este tipo desarrollados en la UPC. 

El sistema triunfó porque estableció un estándar para fabricar satélites pequeños y baratos. Pero es la punta del iceberg del nuevo sector de los nanosatélites (de 1 a 10 kilos de peso) y microsatélites (de 10 a 100 kilos), más ligeros que los satélites tradicionales (que superan la tonelada). Desde el 2008, se han lanzado más de 1.100 pequeños satélites, según Euroconsult, que prevé que la cantidad se multiplique por seis, hasta alcanzar los 7.000 en la próxima década.

Estos dispositivos se emplean, sobre todo, para usos que van del control de pozos de petróleo al monitoreo de campos de cultivo. Hay una treintena de satélites tradicionales que sacan fotos de la Tierra con resolución de hasta un metro. Los pequeños satélites producen imágenes peores, pero tienen ventajas.

El dueño de Amazon, Jeff Bezos, ha anunciado la creación de una constelación de satélites

En primer lugar, son más baratos y se fabrican en meses, en lugar de años. En segundo, se pueden lanzar constelaciones enteras, de centenares de satélites. Esto permite sacar imágenes de cada punto de la Tierra con frecuencia diaria o semanal, mucho mayor a la de los satélites tradicionales. Esto es fundamental si, por ejemplo, hay que intervenir en una catástrofe natural.

Hay pesos pesados en el negocio. El propietario de Amazon, Jeff Bezos, ha comprado la empresa de cohetes Blue Origin y ha anunciado la creación de una constelación. Elon Musk, propietario de Tesla y de SpaceX (una empresa que pretende subir humanos al espacio en sus cohetes) ya lanzó 60 satélites de la constelación Starlink. Planet y Espire son otras empresas importantes del sector.

Ciudad en órbita

Desde el año pasado, se ha instalado en Barcelona Satellogic, una empresa argentina que tiene en órbita ocho satélites de unos 50 kilos cada uno. La firma vende los datos de estos satélites a una pluralidad de empresas, pero también ofrece servicios a países que no tienen una agencia espacial propia y pretenden monitorizar su territorio.

"Esto no se hace sacando una foto al año, sino una por semana. Se necesitan muchos satélites y entonces hay que bajar el coste", explica Marco Bressan, responsable de la empresa en la ciudad condal. "Barcelona es un buen sitio para captar talento en inteligencia artificial (IA) y ciencia de datos –en universidades y otras empresas del ecosistema–; en EEUU es demasiado caro y en Argentina no se encuentra", dice. 

La asociación
PC Space Program,
 formada por estudiantes, ha lanzado 18 globos a la estratosfera

Pero el 'new space' va más allá de los pequeños satélites y el procesado de sus datos. Otro sector en expasión con los microlanzadores y las sondas estratosféricas. En este ámbito, se mueve el 'UPC Space Program'. Esta asociación, formada al 100% por estudiantes, ha lanzado 18 globos hasta la estratosfera, a la altura de 30 kilómetros, tres veces las que alcanzan los aviones.

Cada sonda está dotada de una cápsula acondicionada con electrónica de comunicaciones, aislamiento térmico y protección de radiaciones. Eso permite llevar a cabo ensayos en condiciones parecidas a las del espacio. "Subimos un experimento de la Universidad de Stanford e hicimos una colaboración con la NASA", afirma el presidente, Ferran Lumbierres.

El 'UPC Space Program' ha fabricado también diversos prototipos de un cohete llamado Ares, que está construido con un sistema de impresión 3D que emplea plásticos especiales. "El objetivo es llevar a cabo experimentos con electrónica a velocidades supersónicas", explica Lumbierres.

El cohete-globo

La empresa Zero2Infinity, emplazada en Barberà del Vallès, está combinando el concepto de cohete ('rocket', en inglés) con el de globo ('balloon'), en lo que se llama un 'rockoon'. Las capas bajas de la atmósfera son las más densas y es allí donde se gasta la mayoría del combustible de los cohetes, para superar el efecto del rozamiento. Los 'rockoons' suben un cohete a 25 kilómetros, donde encienden los motores. 

Este proyecto está en fase de prototipo, pero Zero2Infinity ya está haciendo negocio con otro, que lleva a la estratosfera componentes tecnológicos para testarlos en condiciones parecidas a las del espacio. Aunque su objetivo más ambicioso, según su responsable de comunicación, Fulvia Buonanno, es una cápsula de turismo espacial que debería llevar a personas hasta una altura de 35 kilómetros.

Con este proyecto, la empresa se acerca a la frontera del 'new space'. El viaje humano en el espacio sigue siendo carísimo, incluso para las grandes agencias estatales. No es difícil imaginar cómo acaba el documental 'Amateurs en el espacio', que relata la gesta de dos daneses empeñados en alcanzar el espacio con una misión hecha en casa. 

No obstante, unos integrantes del 'UPC Space Program' pretenden ser los primeros estudiantes en lanzar un cohete al espacio, más allá de la estratosfera. Y hace unos meses la NASA envió dos Cubesats a Marte con su misión 'Mars Insight'. El potencial del 'new space' aún no está agotado.