Miquel Missé

Sociólogo y activista trans

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Orgullo, miedo, gente hetero y futuro

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ORGULLO


El 28 de junio de 1969 una redada en el bar Stonewall Inn de Nueva York derivó en importantes disturbios que desencadenaron una movilización contra la persecución de personas LGTB en la ciudad. Desde entonces, ese día quedó fijado en la agenda como Día del Orgullo y se considera el pistoletazo de salida de la lucha por los derechos del colectivo LGTB. Esta coyuntura histórica, pero también la actualidad política, ha puesto sobre la mesa un viejo debate en los movimientos LGTB: 50 años después, ¿cómo y para qué celebramos el Orgullo?

MIEDO


La celebración este año nos pilla francamente mal. Últimamente han ido en aumento las pintadas, los ataques a espacios LGTBI y las agresiones verbales y físicas en nuestras calles. En Barcelona, el caso más simbólico fue el ataque al recién inaugurado Centro Municipal LGTBI el pasado mes de febrero. El auge de la extrema derecha ha sacado del armario su LGTBfobia y eso ha empoderado a algunas personas a expresar su odio sin complejos. 

GENTE HETERO


48 horas después del ataque al Centro Municipal LGTBI de Barcelona, vecin*s y comerciantes del barrio se autoorganizaron para crear una campaña sencilla y humilde con la que expresar desde sus escaparates su rechazo. No era un simple gesto de solidaridad de nuestr*s vecin*s heteros, era un gesto simbólico pero profundo para expresar que la diversidad sexual y de género es un patrimonio colectivo que debemos defender entre tod*s. La lucha contra la LGTBfobia ya no es algo con lo que tengamos que cargar las personas LGTB. Mucha gente hetero la siente como propia y está dispuesta a sacar los dientes para defenderla. Y no lo hace por nosotr*s sino con nosotr*s, rompiendo la frontera del ell*s y nosotr*s.  ¿Son esa gente hetero parte del futuro de la lucha LGTB?

EL FUTURO


Inquieta. Y el Orgullo, nuestra herramienta política más influyente, ha ido tomando derivas muy cuestionadas por una parte del activismo LGTB. El liderazgo del empresariado gay en la organización de este día de lucha por su interés en comercializar la fiesta ha desplazado la agenda política. Otros defienden su despolitización porque dicen que la radicalidad pone en riesgo la hegemonía de la movilización. Discrepo. La potencia de Stonewall fue justamente aunar fiesta y protesta en una movilización, radical en su propuesta política y en su forma festiva de celebrar la vida.

Ahora falta que nos atrevamos a disputar el modelo del Orgullo con inteligencia, sin contraponer fiesta y protesta. Y a pesar de que celebro que algunas ciudades españolas hayan reaccionado vetando a Ciudadanos de sus desfiles si pacta con la extrema derecha, falta ir mucho más a la raíz. ¿Pueden los Orgullos ser más políticos y menos comerciales sin dejar de ser fiestas políticas que interpelen a mucha gente?

Repensemos el Orgullo, disputemos el significado de esa jornada de lucha, abandonemos el identitarismo y compartamos la responsabilidad depromover la diversidad sexual y de género con toda aquella gente que quiera defenderla.