Tomás Alía, el 'manitas' de la élite

El juez de 'Másters de la reforma' es un interiorisa fetiche de ricos e influyentes

Tomás Alía

Tomás Alía / periodico

Núria Navarro

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Uno se imagina a Tomás Alía enfundado en un batín como el que usaba Balzac para escribir por las noches. O cubierto con una sedosa túnica en Tánger, donde tiene una casa muy 'shabby' en la que monta fiestas copetudas. Pero es doloroso verle evaluar los desatinos de los concursantes de 'Másters de la reforma', el 'talent show' de Antena 3 que está a mitad de camino entre el 'serial killer' y el vídeo de 'no lo haga sin la ayuda de un profesional' de Leroy Merlin. "Esto es feo de cojones", no pudo reprimir en un capítulo. "Llegamos a límites sensoriales inimaginables", confesó fuera de cámara sobre el programa.

¿Qué demonios hace ahí? Quizá Alía necesitaba emociones fuertes después de haber acabado el diseño de interiores del estadio olímpico de Qatar, en Doha, que albergará la Copa Mundial de la FIFA 2022, o de decorar los 54.000 metros cuadrados del palacio del exemir Hamad bin Jalifa Al Thani, que le permitió codearse con su primera esposa, la exjequesa Mozah. "Son tropecientas veces más exigentes que un millonario europeo", admitió.

Precisamente porque juega en esa división –la de la élite–, el manchego no pestañeó cuando Carmen Lomana soltó en el concurso –al que fue en calidad de invitada– un "yo para mi ropa no tengo armarios, tengo habitaciones" que incendió las redes. Incluso ha sido capaz de evaluar la casa de Isabel Preysler –la de los 14 cuartos de baño y la casita de perro refrigerada– de "muy correcta". Futbolistas, políticos e influyentes de toda ralea lo adoran.

Lagarterano

Tomás García Alía (Lagartera, Toledo, 1964) es el menor –y el mimado– de los cuatro hijos de Pepita Alía, bordadora que en 1961 hizo un mantel con cuatro millones de puntadas para los reyes de Holanda por encargo del Gobierno. Mujer de rosario diario, le inculcó una religiosidad que él canaliza a través de la Cofradía de la Santa Veracruz. Por lo demás, es más propenso a tener fe en sí mismo. "Cuando soy feliz, me inspiro; cuando estoy al 100%, arraso", alerta. Pasó de cambiar los muebles de sitio en el internado a diseñar en Madrid locales como el Larios Café y el MOMA 56, para acabar recibiendo el Premio Nacional de Arquitectura de Interiores (2000) y el título de mejor interiorista de la revista Architectural Digest (2007). 

El boca-oreja hizo el resto. Diseñó el recorrido 'Madrid Contemporáneo', en la Gran Vía, del cortejo nupcial de Felipe y Letizia; adornó la iglesia y el cigarral de la boda de Amelia Bono con el hijo de Raphael; concibió confort para las hermanas Koplowitz y proyectó tiendas de Victorio & Lucchino. "Mi punto débil es que me encariño de los clientes", dijo.

Y los clientes se lo devuelven. A sus fiestas de cumpleaños acuden Raquel Sánchez Silva –se asoció con ella en A Tavola–, la peletera Elena Benarroch, Cayetana Guillén Cuervo, Nieves Álvarez o Mar Flores. Y sus catas de puros no fallan Alaska, Boris Izaguirre, Bibiana Fernández –intimísima– y Rossy de Palma. "Yo soy un superficial profundo" –se ha descrito–. Me interesa que mi alma esté amueblada y estar contento". Mientras no se la desmantelen los 'másters'...