LA (PRECARIA) JUBILACIÓN EN EL MUNDO DEL ARTE

¿Pueden jubilarse los artistas?

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Carme Escales

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Si la vida laboral de la 'clase media' de los artistas ya es complicada, la jubilación, con pensiones mayormente exiguas, aún se pone más cuesta arriba. Para aliviar (un poco) la economía y, sobre todo, permitir que músicos, escritores, pintores y escultores puedan seguir creando más allá de los 65 sin que eso les penalice en su economía, el Gobierno acaba de aprobar una de las mejoras del Estatuto del Artista más largamente reivindicada: la compatibilidad de prestaciones públicas con los derechos de autor.

El Gobierno ha aprobado una de las mejoras del Estatuto del Artista más reclamadas: la compatibilidad de las pensiones con los derechos de autor

«Era una batalla de hace años impulsada por la plataforma Seguir Creando, en la que SGAE, desde su Área Social y Asistencial, se involucró, porque, si ya es un drama cómo nuestra sociedad acompaña la vejez en general, en el mundo de la cultura el drama es doble», afirma Angela Domínguez, responsable de Comunicación, Actividades y Servicios Generales de la SGAE y la Fundació SGAE en Catalunya.

De los 23.785 socios de la SGAE, 3.594 son mayores de 65 años. «Facilitar el poder seguir trabajando es bueno, en principio», señala Josep Reig, presidente de la Associació de Músics Professionals de Catalunya (Musicat) en Girona. «La perversión está en hacernos cotizar según lo que ganamos y no por días trabajados, ya que los músicos no trabajamos cada día, por lo tanto ganamos más cuando lo hacemos», precisa el compositor Antoni Mas, que presidió Musicat que y que, jubilado ya, aún compone. «Si un médico jubilado tiene una intervención e ingresa 6.000 euros por ella, solo se le quita lo equivalente a un día de su pensión», compara el veterano músico.

La nómina del artista

En el caso de los escritores, «vivir únicamente de la escritura es muy difícil», dice Rosa Regás. Ella, premio Planeta de novela en el 2001, reconoce haber tenido «dos o tres golpes de suerte». «Pero, sin premios, si tardas dos o tres años en completar una novela, y con la mente siempre en su argumento, ¿a cuánto tendrían que pagarte tu trabajo?», pregunta. «Regular el pago de la creación es muy difícil, no sé cuál debería ser la solución. Si instituciones y gobiernos creyesen que la cultura mejora a la gente, la solución vendría por sí sola», manifiesta quien considera también una vía de mejora «educar en la lectura y en la cultura en general desde la infancia».

«¿Por qué en el Liceo Francés, por ejemplo, los alumnos leen tanto y en otras escuelas no?», ejemplifica. Desde el Baix Empordà, donde vive, a sus 85 años avanza en una novela y viaja a lugares lejanos, como China, o más cercanos, como Francia o València, para dar conferencias sobre el proceso creativo o la aportación de la mujer en el mundo de la creación. Regás cotizó de los 23 a los 65 años. «Pagué una locura, pero ahora me alegro de haberlo hecho. Sé que muchos, por pensar que no valía la pena o no haberse preocupado demasiado, hoy lo pasan mal», asegura. Diversas actividades culturales han complementado la escritura en su carrera. «Antes de la crisis era más fácil, ahora por una charla te ofrecen cantidades irrisorias, o nada. En nombre de la cultura, se falta mucho al respeto al trabajo intelectual», concluye la escritora.

La popularidad

«Es un camino duro y difícil, más porque depende siempre de la popularidad que te paguen más o menos, que tengas más o menos bolos. Pero si te impiden seguir tocando, te quitan la vida. Cuando uno elige el arte para vivir, lo hace desde la vocación, y la vocación no se jubila», afirma el guitarrista Max Sunyer, miembro de la banda Pegasus que este martes, 14, presentará su gira de despedida, tras 40 años en escena.

Sunyer tiene 72 años. "A los 65 no cambió nada, solo dejé de pagar los 250 euros mensuales de autónomo. Había cotizado ya 16 años. ¿Y qué te queda? ¿500 euros? Es una vergüenza absoluta", asegura. Y sigue: "No tengo nada en el banco, vivo al día. Sí, tengo un piso en Barcelona y heredé una casa en el pueblo y cuatro hectáreas que cuida un payés. Puedo cobrar quizá 1.500 euros al año de derechos de autor, no más si no eres una primera figura o estás en el momento álgido. Yo tengo suerte de mi pareja, que me ayuda mucho, porque después de toda una vida dedicada a la cultura, a la música, es insólito no ser ni mileurista". 

La actriz Imma Colomer no tenía cotizados todos los años para alcanzar una jubilación activa y, al cumplir 65 años (ahora tiene 71), siguió cotizando. "Lo que más nos sangra a los artistas es el 21% de IRPF. Es muy fuerte que de un sueldo se te queden casi una cuarta parte", lamenta. "Quizá el 20% de actores pueden vivir de actuar, pero el resto sobrevivimos, tenemos trabajos de tres semanas, cinco meses... Vas a salto de mata. Yo pasé todo un año sin trabajo, sin pedir el paro porque pensaba que me llamarían. Es muy duro. No puedes prever, la estabilidad es imposible».

En dos semanas, Colomer iniciará los ensayos de 'Un dia qualsevol', una obra de Oriol Tarrason que se estrenará el 10 de julio en la Villarroel. Por cada día que trabaja, le quitan un día de pensión. «En el cine, te dan de alta dos días y tú llevas 15 estudiando el papel, haciendo pruebas de ropa y maquillaje… A base de mucha lucha, conseguimos que a los artistas, cada día trabajado, nos valiera lo de dos», explica. «Lo que me hace sufrir es el que empieza, con 30 o 35 años –apunta la actriz–: no podrá llegar a sumar toda la cotización. Sería bueno que se gravase menos a las compañías que empiezan».

Para la poeta Marta Pessarrodona, que ahora tiene 77 años, las pensiones en el mundo del artista «son un escándalo», dice. «Nos queda una miserable pensión, y eso que yo coticé desde los 20 años y pico. Parece que quieran que no escribamos y es ahora cuando tenemos la mayor experiencia para crear, necesitaríamos más protección económica». Pessarrodona, Premi d’Honor de les Lletres Catalanes este año, ha compaginado su dedicación a la poesía con clases de español en la Universidad de Nottingham, traducciones y artículos. "Yo no he vivido nunca de la poesía", afirma de manera rotunda. "A no ser que tengas un gran golpe de suerte, eso es imposible. Y más aún en catalán", puntualiza. Acaba de publicar su último libro, 'Variacions profanes' (Viena), y prepara una antología de Àngels Gregori para la editorial Godall.

Seguir creando

El nombre del escritor y periodista Javier Reverte saltó a los titulares a finales de febrero por haber ganado el juicio a la Seguridad Social que lo había multado con 150.000 euros por percibir derechos de autor de sus obras, más su pensión de jubilación. "Siete u ocho años antes de jubilarme, dejé de trabajar por cuenta ajena y me hice autónomo porque con los libros me iba muy bien. Así, pude llegar a los 65 habiendo cotizado bien 38 años. Me quedó una pensión de 1.800 euros", explica. "Hace cinco años, a mí y a otros autores nos llegó una reclamación de la Seguridad Social en la que se nos retiraba la pensión por haber excedido lo equivalente al salario mínimo profesional con las ganancias de nuestra obra literaria y actividades como conferencias y artículos. A mí, en concreto, se me pedía devolver 121.000 euros y un año de pensión", explica. 

Inmerso en su pleito particular, pasó también a formar parte de la plataforma Seguir Creando, que dibujantes, pintores y músicos con el respaldo de Cedro (asociación sin ánimo de lucro de autores y editores de libros, revistas, periódicos y partituras, editadas en cualquier medio y soporte) y otras entidades han logrado la aprobación del decreto que hace compatibles los derechos de autor con la pensión. «Era una barbaridad. Podías especular en bolsa, pero no escribir un libro. En lugar de apoyar la libertad de creación, era totalmente anticultural». Ahora la ley que posibilita la compatibilidad ha entrado en vigor, pero Javier Reverte, a punto de cumplir 75 años, tiene pendiente aún que le retornen el dinero aportado antes de ganar el pleito. «La voracidad recaudadora es tremenda. Con una simple orden ministerial se resolvería, pero pesan mucho los funcionarios», dice Reverte, que está terminando un libro de viajes por Italia y una novela.

Agrupaciones como la Asociación Española de Pintores y Escultores –fundada en 1910 por autores como Sorolla, Chicharro o Clará, entre 180 artistas de principios del siglo XX, según explica su actual presidente, José Gabriel Astudillo– evidencian la necesidad de interlocución entre artistas y gobiernos. «En los últimos años, se ha movido mucho dinero negro. Los artistas querían declarar y cotizar, que es un derecho adquirido», dice Astudillo. Ana Muñoz y Ramón Córdoba son dos de los pintores miembros de la asociación que preside. Muñoz pinta desde los 12 años.

«Nuestro trabajo es tan solitario que me inscribí en la asociación para compartir actividades con otros artistas. Ahora, gracias a la asociación, puedo exponer en lugares maravillosos, cosa que a mí me estimula mucho. Porque galerías aquí, en Madrid, quedan muy pocas», dice. «El artista no trabaja por dinero, sino por otro tipo de necesidades, emocionales, espirituales, pero hay que comer. Lo ideal es poder vivir de tu trabajo, pero pintando solo es imposible. Hay momentos buenos, como yo viví en los 70 y los 80, en que había más dinero y afición para coleccionar y se vendía mucho», explica. Ella tiene ahora 71 años. «Empecé pagando el mínimo de autónomos y ahora me arrepiento, me ha quedado una pensión muy bajita. Suerte que me pude comprar una casa, porque de la pintura no podría vivir. El momento actual es muy difícil para el arte», asegura.

Ramón Córdoba pinta desde los 5 años. Ha sido autodidacta y ha compaginado la pintura con las clases de dibujo, sobre todo en el Ayuntamiento de Pinto, donde vive. «Siempre como autónomo. No me he podido jubilar porque me ha quedado una pensión de poco más de 500 euros, y sigo dado de alta», explica. «Para un artista, el final de mes no existe. No puedes hacer cuentas, ni ponerte malo. Ni pagas, ni vacaciones. Pero yo preferí dedicarme a la pintura y no depender de nadie». El parque del Retiro es uno de los espacios de trabajo de este artista realista figurativo. «Muchos lo han dejado por el camino. Cada vez que nos atiza una crisis, lo ves. Pero en mi caso, entre premios –más de 400–, clases y cuadros, todo ha salido de la pintura. Y tengo tres hijos».

Un 'Dragon Khan'

Sequía e inundaciones equipara la agricultura, a expensas del tiempo, con la vida de los artistas. "El trabajo fluctúa mucho. Yo he pasado largas épocas, una vez todo un año, sin trabajar y luego se te solapan varios trabajos. Nuestra vida es un Dragon Khan", dice Carles ArquimbauTras 58 años cotizados, le quedó una pensión de 1.000 euros. Cada vez que lo contratan para una serie, un cortometraje o un proyecto de publicidad, recibe "un mensaje de la Seguridad Social" en el móvil, con el alta, la baja y el descuento de 33 euros por día de mi pensión.

"Se trata de una gran estafa de Estado. Recibes la pensión gracias a los impuestos que has pagado toda la vida y, cuando cobras, te lo vuelven a quitar –dice–. Por eso ahora intentamos lograr que al trabajar no te toquen la pensión. Es una lucha de muchos años". Y sigue: "Los artistas trabajamos por amor al arte y en detrimento de nuestro bolsillo. A mí me jubilará la edad. Quizás a los 80 –ahora tiene 73– no me llame nadie".

Para el escultor Gabriel Sanz, en cambio, será la jubilación, a partir del próximo mes de noviembre, la que le permitirá, por fin, dedicarse a su verdadera vocación. Reconoce que todos sus años en la enseñanza del arte, como profesor de la escuela Massana, le han servido para comprar su "libertad artística". "He obtenido, sí, unas determinadas riquezas, he organizado mi corpus teórico para poderlo decantar hacia los alumnos –asegura–. Sin embargo, afronto la jubilación como el combate final, ya como plenamente artista".

"El sistema capitalista ha ejecutado una maniobra para desballestar el paradigma del arte tal como fue heredado –para sobrepasar nuestra dimensión–. Hoy el arte vive una profundísima crisis. Está severamente penalizado porque el artista es el más puro librepensador", opina. 

Aún le queda un poco más al actor Ricard Borràs para entrar en su etapa de pensionista. Será en septiembre del 2021. Con 63 años, no tiene claro si seguirá trabajando en edad de percibir su pensión. Sí puede decir que siempre ha trabajado para el teatro. "Una expresión que tanto repetíamos, 'cremar les naus', fue nuestro modus vivendi. No buscarse planes B, apostar decididamente en cuerpo y alma por el oficio, sin camino de vuelta", dice.

Reconoce que ha habido "momentos de todo", "épocas en las que podía ir a un hotel de cinco estrellas, y otras en las que tenía que dormir en la pensión Lolita", explica. "Pero lo que más temo, y me duele, es que, desgraciadamente, las nuevas generaciones no puedan vivir de nuestro oficio y, en nombre de la cultura, es injusto que esto suceda. Las condiciones de trabajo son demasiado precarias", lamenta Borràs, que tiene a países como Francia como referente de mejores prácticas en favor de la cultura y los artistas. "Allí la cultura es una cuestión de Estado. Por 90 días trabajados, los actores tienen nueve meses de paro garantizados, una gran ayuda a la profesión", explica el actor, a punto de viajar a Madrid para rodar una serie para HBO con Álex de la Iglesia y con otros proyectos entre manos.