Chelo García-Cortés, la tertuliana enfangada

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Núria Navarro

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Ajena a la andanada de memes sobre su apocalipsis capilar y a la acusación de ser la palmera isleña de Isabel PantojaChelo García-Cortés sigue afanándose en los Cayos Cochinos por dar minutos de oro televisivos que le permitan sanear una deuda de 1,4 millones de euros con Hacienda, ministerio que, de momento, se viene quedando con el 70% de su nómina. "Lo que me piden es tal disparate –se lamentaba la periodista en Semana– que aunque tuviese 20 años menos, no vería futuro de solución".

Y eso que María de la Consolación, que encamina sus pasos hacia los 70 años, lleva cuatro rozando lo espeluznante a cambio de ingresos. Ahora se disfraza de Pippi Calzaslargas, Gandhi o Donald Trump; ahora  participa en 'frikiolimpiadas' o deja entrar cámaras hasta el sillón del odontólogo para desvelar el destino de dos piezas dentales que se le movían. Incluso Marta Roca, su esposa desde el 2005, a la que había ocultado el boquete financiero, salió hace unos días de su discreción para contribuir a la causa familiar sometiéndose a un despiece en el 'Deluxe' por algo menos de 20.000 euros. Total, cuatro cubos de achique en un océano de deuda.

¿Cómo es posible que una curranta del oficio esté en esta catastrófica situación? Según Mila Ximénez, que siempre tiene el aguijón preparado, es la derivada lógica de vivir "por encima de sus posibilidades", cosa que, a su juicio, ejemplificó el 'look' –Hermés, Cartier, Rolex– con el que Marta Roca se presentó en el plató de Tele 5 y que, echando cálculos, no bajaba de los 40.000 euros. "Gastaba a manos llenas", había recordado ya antes su ex José Manuel Parada. "Siempre le gustó aparentar", se suma al escrutinio una vieja colega del orbe rosa. A Chelo le gustaba viajar en primera –puente aéreo incluido– y el tintineo de las llaves de sus propiedades en Castelldefels, Madrid e Ibiza.

La conjetura

Hay otra interpretación, si se quiere, más psicoanalítica. Gente próxima a la ourensana conjetura que el suicidio de su madre cuando solo tenía 11 años configuró su particular forma de blindar la vulnerabilidad. Controlaría el destino. Sería la versión gallega de Scarlett O'Hara y su "a Dios pongo por testigo". Eso explicaría, según las fuentes, su 'relación-pantalla' con Parada –1974 a 1984–, con quien se mudó a Barcelona y publicó el primer desnudo masculino del país –el de Joan Llaneras, en 1977–, que le valió ser procesada por escándalo público (y eso que nadie supo que tenía un 'affaire' con Bárbara Rey, que destapó ella misma más tarde como prueba de su bisexualidad). 

Cultura del pesebre

Su carrera podría haber sido otra–en el sector corazón hay reporteros a los que nadie les pone cara–, pero, ay, resultó ser una de las víctimas de la 'cultura del pesebre', una especie de 'malware' que ataca el código (deontológico) de algunos profesionales. (Aclaración: en el argot, pesebre es cualquier prebenda –de la croqueta al bolso de Loewe, pasando por el trato de tú a tú– que se obtiente a cambio de elaborar una información que no haga pupa y hasta blanquee asuntos espinosos, que confunda 'exclusiva' con la filtración interesada).

"Siempre le gustó relacionarse con el poder", cuentan próximos. Y ese es mal asunto. Chelo cogió impulso, saltó sobre el trampolín de Encarna Sánchez –"la llave que abrió las puertas"–, y a lo largo de 22 años de entrevistas con personajes copetudos para 'Lecturas', y de surfear sobre la espuma de la tele –primero en 'DEC' (Antena 3) y luego en 'Sálvame' (Tele 5)–, se le fue olvidando que los periodistas no tienen amigos sino fuentes, y acabó entrando y saliendo de las casas de varios famosos y queriendo "como a hijos" a, pongamos por caso, Sofía Cristo y a Chabelita Pantoja, a quien hasta le llegó a dejar el piso para sus aventurillas adolescentes a espaldas de la dueña de Cantora, la madre de la criatura. 

Y saber secretos –incluso del jefe de Estado– y no ponerlos al servicio del interés general –la omertá, en definitiva– es un capital envenenado. O eres uno de ellos, tipo Alessandro Lecquio o Jimmy Giménez Arnau, o puedes ganar peso como saco de boxeo. Este último parece ser el destino de Chelo. Al menos, a juzgar por la facilidad con que sus jefes la ponen en situaciones humillantes o el permiso que se arrogan varios de sus compañeros para reírse de ella.

Pero Chelo sigue adelante, con sus bermudas tremendas, tratando de salir de lodos y de recoger pelotas cabeza abajo, y de recomponer los puentes quemados con la Pantoja a base de parar las machadas de Carlos Lozano y el gatuperio de las Azúcar Moreno. Hacienda debería considerar una rebaja por su grado de exposición a ese uranio enriquecido que es el cinismo.