UNA PELÍCULA RECUERDA A LA FAMOSA ESTRELLA DE LA DANZA

El 'grand jeté' de Nureyev

En 'El bailarín', su tercer filme como director, el actor Ralph Fiennes rememora la célebre deserción de la URSS del genio del ballet

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Nando Salvà

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En 1961, en plena escalada de la guerra fría, los rusos parecían tomar la delantera. Acababan de ser los primeros en enviar a un ser humano al espacio exterior, y aspiraban a confirmar su superioridad cultural mandando de gira por Europa al ballet Kírov, considerado el mejor del mundo junto al Bolshói. No esperaban que la maniobra se les volviera en contra cuando Rudolf Nureyev, un joven de 23 años llamado a convertirse en el bailarín más famoso del siglo XX, usó la ocasión para desertar de la Unión Soviética. Ese acontecimiento y sus prolegómenos forman la columna vertebral de 'El bailarín', el 'biopic' dirigido por el actor Ralph Fiennes que está previsto que llegue el próximo miércoles 1 de mayo a la cartelera.

«No echo de
menos mi hogar,
y rara vez pienso
en mi familia o
en el pasado»,
dijo el artista
dos años
después de
desertar 

En París, primer destino de aquella gira, Nureyev había mostrado serios problemas de indisciplina, burlando la vigilancia de los servicios secretos soviéticos para confraternizar con los extranjeros y visitar clubs gais –la homosexualidad era ilegal en su país–. Ese fue el motivo por el que el 17 de junio, mientras la compañía esperaba en el aeropuerto de Le Bourget para trasladarse a Londres, se le comunicó que debía regresar inmediatamente a Moscú. Se le requería, le dijeron, para actuar en una gala en el Kremlin. Asimismo se le informó de que su madre estaba enferma. 

Una trampa

Nureyev olió la trampa, y entendió que si volvía a la Unión Soviética sería arrestado y encarcelado. Sobre lo que hizo entonces hay varias versiones. El propio bailarín –una fuente no especialmente fiable– siempre sostuvo que todo había sucedido «sin saltos, sin carreras, sin gritos y sin histeria»; la imagen que quedó impresa en el imaginario colectivo, eso sí, es otra: una secuencia a cámara lenta en la que el desertor hacía una 'pirouette' para zafarse de sus guardianes y se lanzaba con un 'grand jeté' a los brazos de la policía francesa.

En Occidente, 
muy pronto se
convirtió en una
estrella, en
buena medida
gracias a su
alianza con
Margot Fonteyn

«No echo de menos mi hogar, y rara vez pienso en mi familia o en el pasado», dijo dos años después de la deserción. «Amo a mi madre, y a veces hablo con ella por teléfono... Pero nunca me arrepiento de haber huido de Rusia. Para mí, un país es solo un lugar en el que bailar». Para entonces, el régimen soviético ya lo había declarado culpable de alta traición y condenado 'in absentia' a siete años de prisión –al parecer, los agentes de la KGB en el extranjero tenían órdenes de ir a por él para matarlo o romperle las piernas–. No sería capaz de volver a la Unión Soviética hasta 1987, cuando el aperturismo facilitado por la perestroika le permitió pasar dos días en Rusia visitando a su madre moribunda, que seguía viviendo en la pobreza.

Éxito inmediato

En Occidente, Nureyev se convirtió en una estrella de inmediato, en buena medida por su alianza con la bailarina inglesa <strong>Margot Fonteyn</strong>. Se conocieron en 1962 y, durante la década posterior, formaron la que quizá sea la pareja más famosa en toda la historia de la danza. Gracias a ellos, el ballet se convirtió en un espectáculo de masas. Al final de cada 'show', el público aullaba de placer, y rompía el programa en pedazos para hacer confeti y lanzárselo a sus ídolos. Es en esos años que el ruso vehiculó un cambio radical en los cánones de la danza. Tradicionalmente, la reputación de las compañías dependía casi exclusivamente de la calidad de sus bailarinas. Hoy, en cambio, las piruetas masculinas cuentan, y eso es así gracias a Nureyev.

Su masajista
Luigi Pignotti
llegó a decir que
lo que quería
Nureyev de
verdad era
hacerse el amor
a sí mismo

En cualquier caso, él mismo admitía ser un bailarín poco depurado, y los expertos coinciden en que tanto su antecesor <strong>Vaslav Nijinsky</strong> como su coetáneo Mikhail Baryshnikov eran superiores a nivel técnico. Sin embargo, suplía esa carencia con creces gracias a la intensidad felina con la que se arrojaba a cada coreografía. Tampoco su narcisismo tenía parangón, y eso hacía que a menudo se comportara como un monstruo e incluso impusiera cambios sustanciales en las coreografías para incrementar su tiempo sobre el escenario y así lucirse más. Luigi Pignotti, que fue su masajista durante años, llegó a decir que lo que Nureyev realmente quería era hacerse el amor a sí mismo.

Portadas y cotilleos

Ese ego, a buen seguro, era agravado por la celebridad. El bailarín protagonizaba constantemente portadas, titulares y columnas de cotilleos, posaba con François Mitterrand Mick Jagger, se codeaba con Jackie Kennedy, Lady Di y Greta Garbo. Trató de abrirse camino en el mundo del cine a bordo del 'biopic' 'Valentino' (1979), con resultados desastrosos. Incluso apareció en 'El show de los teleñecos' bailando con la cerdita Peggy. 

Pasó sus últimos
años arrastrándose
por los escenarios.
En una ocasión
incluso bailó con
un catéter

Logró sus últimos éxitos artísticos en el Ballet de la Ópera de París, donde ejerció de director artístico entre 1983 y 1990. Bailó prácticamente hasta el día de su fallecimiento en 1993, a los 54 años, víctima del sida. Pasó sus últimos años arrastrándose por los escenarios: en una ocasión bailó con un catéter; en otra, de gira por Inglaterra, el público exigió que se les devolviera el dinero al final de una actuación. Y cuando bailar dejó de ser físicamente posible, probó suerte como director de orquesta. Murió como había vivido: ávido del aplauso del público. «En cuanto subo al escenario, todo en mi interior se magnifica», había confesado en una ocasión. «Es como tener un reactor atómico dentro. Se produce una reacción en cadena y, de repente, mi cuerpo arde en llamas».