El despertador climático: ¿qué palancas accionarán la conciencia social?

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zentauroepp47456847 young protesters hold up posters during a fridays for futur190322194442 / Christoph Soeder

Michele Catanzaro

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Suena una alarma, pero los empleados de la oficina no apartan la vista del ordenador: piensan que es un ejercicio anti-incendios. Empieza a oler a chamuscado, pero nadie se levanta: debe de formar parte de la simulación. De pronto, un par de personas se alejan de sus mesas. Les sigue otra, y otra más, hasta que la gente empieza a pensar que aquello va en serio. De hecho, si fuera un incendio de verdad, ya sería tarde para huir.

Así funciona un experimento clásico de las ciencias sociales. El proceso demuestra que los humanos tendemos a ignorar la evidencia, a la vez que prestamos mucha atención a las acciones de nuestros símiles. Eso es, más o menos, lo que está ocurriendo con el cambio climático.

Sabemos desde hace décadas que el uso de los combustibles fósiles nos aboca a cambios radicales en nuestro planeta. Desde las olas de calor en España hasta las inundaciones en Mozambique, ya vemos las consecuencias. No obstante, parece que no reaccionamos. Las emisiones siguen disparadas y la cuestión no genera una milésima de las emociones que desencadenan las guerras de banderas o la llegada de unos cuantos refugiados.

No obstante, los expertos estiman que aún estamos a tiempo, si una masa crítica de gente se levanta en contra del cambio climático. La movilización es la clave, coinciden la mayoría de ellos. Ya se consiguió antes: con el agujero en el ozono, el plomo en la gasolina, el DDT o el humo en los bares. Y aún antes con el esclavismo, la exclusión de las mujeres del voto o la falta de alcantarillado.

Romper el silencio

"Si preguntas a la gente si el cambio climático les preocupa, te dicen que sí. Pero si les preguntas cuáles son los grandes retos para su país, muy pocos señalan el cambio climático. Hay una especie de acuerdo social: de eso no se habla. Es un verdadero silencio climático", afirma Robin Webster, experta en comunicación de la oenegé británica Climate Outreach.

"En comunicación climática es vital tener mensajeros eficaces y cercanos a la audiencia", dice Robin Webster

Las víctimas de las inundaciones y las olas de calor empiezan a conectar los puntos, atribuyendo estos fenómenos al cambio climático, según ha revelado un estudio recién publicado por la Universidad de Columbia. Sin embargo, también rehúyen la idea de que estos fenómenos van a volver a ocurrir en su entorno. La casa está en llamas y no lo quieren ver.

"La naturaleza está cambiando y la sociedad no cambia al mismo tiempo", afirma Andy Hoffman, investigador en sostenibilidad de la Universidad de Michigan. "Sin embargo, es posible que algún suceso que afecte al precio de los seguros o al coste de los alimentos pueda producir un cambio abrupto", añade.

De hecho, llevamos décadas perdiendo trenes que nos llevarían a un clima mejor. La evidencia del cambio climático empezó a fraguarse en la posguerra. Sin embargo, la investigación alcanzó el dominio público en el 'Informe Bruntland' de 1987 y en la Cumbre de Río de 1992.

"En los años 80 hubo una ventana de oportunidad para abordar la cuestión: ya estaba claro que los combustibles fósiles amenazaban a la Tierra. Pero no se dio una respuesta a la altura", afirma Deborah Coen, historiadora de la Ciencia de la Universidad de Yale. "La historia de Greta es un 'déjà vu'. En la Cumbre de Río de 1992 habló <strong>Severn Suzuki</strong>, una chica canadiense de 13 años que vino a decir lo mismo", recuerda Andreu Escrivà, divulgador valenciano especializado en cambio climático.

Combatir el márketing de la duda

En esos años, la industria de los hidrocarburos invirtió millones en sembrar dudas sobre la evidencia científica, según Geoffrey Supran, historiador de la Universidad de Harvard, que ha testificado esta semana en una comisión del Parlamento Europeo sobre la petrolera ExxonMobil, acusada de ocultar sistemáticamente pruebas sobre el cambio climático.

En un artículo del 2016, Supran afirma que la empresa invirtió de forma masiva en el márketing de la duda, aunque el 80% de sus estudios apuntaban a los riesgos climáticos  que implicaba el consumo de hidrocarburos. "Las empresas de carbón y petróleo tenían conocimiento desde los años 70, pero cuando el asunto saltó a la arena pública en los 80 crearon la Global Climate Coalition para obstaculizar la regulación", explica. 

Aprender del pasado

El investigador cita documentos internos en los cuales se llama explícitamente a "extender la duda". Según Supran, se trata de una estrategia calcada a la de la industria tabacalera, para negar la vinculación entre el humo y el cáncer.

"Hoy ya no pueden negar la ciencia del clima, pero la realidad es que los congresistas negacionistas y contrarios a los impuestos sobre la contaminación reciben cuatro veces más dinero de estas empresas que los demás", afirma el investigador. 

La estrategia de sembrar la duda triunfó por la propia complejidad del cambio climático. "Es un problema sin precedentes, mucho más difícil que los anteriores", afirma Jeroen van den Bergh, investigador ICREA en el Institut de Ciències i Tecnologies Ambientals (ICTA).

La prohibición de los compuestos que producen el agujero del ozono o la eliminación del plomo de la gasolina se suelen citar como ejemplos a seguir. Sin embargo, se trataba de pocas sustancias producidas por pocas empresas, cuya eliminación solucionaba el problema. No obstante, algo se puede aprender de estos casos. "Se percibían como un riesgo para la salud. Quizá si insistimos que también el cambio climático lo es, eso podría ayudar", afirma Van den Bergh.

También se puede aprender del caso del tabaco. "En esta cuestión, el problema se ha abordado por medio de la regulación, además de la educación y el aumento del precio. En el caso del cambio climático, lo estamos dejando todo en manos del mercado", argumenta Escrivà.

"El cambio de paradigma más parecido fue la abolición de la esclavitud, que necesitó décadas y una guerra civil", subraya Andy Hoffman

No obstante, los cambios necesarios son de otra escala. "No hay una solución fácil guardada en un cajón. Hay que cambiarlo todo en nuestra forma de vivir", apunta Escrivà. "Yo creo que lo más parecido es la abolición de la esclavitud –argumenta Hoffman–. Es un cambio de paradigma que necesitó décadas y un movimiento social persistente. De hecho, en EEUU fue necesaria incluso una guerra civil".  

"Habrá gente que perderá y gente que ganará en el cambio, por esto hay que planificar una transición justa", observa Robert Ward, del Instituto Grantham de Investigación del Cambio Climático de Londres. "Sin embargo, esta clase de transiciones ya han ocurrido muchas veces en la economía: por ejemplo, están sucediendo con la automatización y la inteligencia artificial", añade. 

Además de evitar las peores consecuencias del cambio climático, la transición tendría otras ventajas, como una mejora de la calidad del aire. También según Ward, vincular cambio climático y salud es determinante para impulsar la acción. 

Hacer cercano el problema

"Ocurre que el problema se percibe como algo distante. Hay una preocupación cognitiva, pero no emocional. Y, además se siente que la eficacia de las acciones individuales es muy limitada", explica Christian Oltra, sociólogo del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, en Barcelona.

"Hay una preocupación
cognitiva, pero no emocional, y se percibe que la acción individual es limitada", según el sociólogo Christian Oltra

"La comunicación se ha centrado en elementos lejanos en el espacio, como el oso polar, o en el tiempo, como los acontecimientos futuros. Pero la realidad es que el proceso ya está en marcha aquí al lado", afirma Escrivà.

Otro aspecto es el catastrofismo. "La naturaleza abrumadora de las consecuencias del cambio climático están obstaculizando la acción. ¡No nos vamos a pasar el día pensando en la muerte!", afirma Webster.

"Lo que nos empuja a la acción son los valores, la identidad, la pertenencia a una comunidad y la gente en la que confiamos. En la comunicación del cambio climático es muy importante tener mensajeros eficaces, que pertenezcan a las comunidades y los entienda su audiencia", señala la experta.

"También deben sugerirse soluciones concretas, cada vez que se presenta un escenario negativo. Y no dar la impresión de que hay un debate científico abierto sobre cuestiones en que ya hay consenso", dice Escrivà

Evitar la polarización

EEUU es uno de los lugares donde más ha fallado la comunicación y triunfado el márketing de la duda. "Aquí el problema principal es que la cuestión ha alcanzado una gran polarización entre demócratas y republicanos", observa John Kotcher, investigador del Centro de Comunicación del Cambio Climático de la Universidad George Mason en Fairfax (EEUU). 

"Una explicación es que congresistas y medios conservadores les han dicho a sus seguidores que oponerse al cambio climático es parte de la identidad republicana –afirma Kotcher–. "Otra hipótesis es que, a partir de Al Gore, los demócratas identificaran la oposición al cambio climático como algo propio, generando un rechazo entre los republicanos".

No obstante, los últimos sondeos revelan que la opinión republicana se está moviendo. De hecho, el 64% de los conservadores apoyan el Green New Deal impulsado por personalidades progresistas, según Kotcher.

Europa tiene algo que aprender de EEUU, según Webster: es importante que los políticos y los ciudadanos tomen cartas en el asunto, según la experta, para evitar que el negacionismo, hasta hoy confinado a movimientos extremistas, se extienda. "Los políticos de derechas que no son extremistas tienen la gran responsabilidad de no permitir que el negacionismo entre en política", afirma Ward.

La movilización es la clave

"Ahora los efectos del cambio climático son visibles y palpables: tenemos una ventana de oportunidad", afirma Escrivà. Según este experto, resulta inútil plantear soluciones individuales a un problema colectivo. "La gente se moviliza porque otros se movilizan. Como animales sociales, miramos lo que hace alguien del grupo y tenedemos a copiarlo", reflexiona. 

"Los 'Friday for Future' [la campaña de protesta liderada por escolares que cada viernes se moviliza contra el statu quo político y en favor de políticas climáticas] son una señal muy esperanzadora", coincide Van den Bergh. "En el caso del tabaco, el cambio empezó a producirse cuando la gente vio que la industria les había engañado. La industria de los combustibles fósiles es la más rica que nunca a existido. No podemos llevarla a la bancarrota financiera, pero sí a la bancarrota moral. Un movimiento es lo único que puede contrastarla", afirma Supran.

"Los esclavos fueron una pieza importante del sistema económico durante siglos. Sin embargo, la esclavitud se prohibió en menos de 100 años", recuerda Oltra. "Según algunos autores, basta un 25% de población movilizada para cambiar una norma social. Es posible que esto ya esté ocurriendo en algunos países respecto al cambio climático", concluye