¿Es posible vivir hoy de la cultura?

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zentauroepp46305134 barcelona 18 12 2018 icult foto de la libreria atzabara en g190315111706 / ELISENDA PONS

Juan Fernández

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Falta un mes y una semana para que el día de Sant Jordi llene el centro de Barcelona de escritores entregados con devoción al rito de la firma de libros que pone fin a los largos meses de trabajo que hay detrás de cada obra. Es día de besos, sonrisas y fotos, toca lucir la mejor cara y disfrutar por unas horas del lado más glamuroso del oficio de escritor. Lo que esa imagen entusiasta no cuenta, e ignora el lector, es el monólogo interior que con voz de contable angustiado mantendrán muchos de esos autores mientras comparten selfis con sus seguidores. 

Hablamos de cuitas e inquietudes tan prosaicas y poco literarias como: ¿los 'royalties' de los ejemplares que se vendan hoy me permitirán ir tirando un mes más? ¿La entrevista que me han hecho en un periódico servirá para que me inviten a colaborar? ¿Si el libro tiene éxito me llamarán para dar alguna charla que cuente con un presupuesto aceptable? ¿Cómo haré frente al alquiler del mes que viene?

Pendientes de la cartera

Ni la literatura en particular, ni los músicos modestos, ni la cultura en general, han sido nunca las hermanas ricas de la familia. Más pendientes de las musas que de la cartera, los creadores están acostumbrados a vivir sin lujos y a moverse más por amor al arte que por interés en la cuenta corriente, salvadas rutilantes excepciones. Sin embargo, en los últimos años se está dando un fenómeno en los oficios culturales en España que cada vez preocupa a más profesionales de este sector.

"Los creadores no somos arcángeles que viven del aire, sino trabajadores", asegura la escritora Marta Sanz

La crisis económica, los recortes en inversión pública y los nuevos hábitos de consumo impuestos por la revolución digital están arruinando los presupuestos personales y familiares de multitud de autores hasta el punto de amenazar sólidas carreras y ambiciosos proyectos creativos. De material narrativo para componer novelas o inspirar obras de arte, la precariedad ha pasado a ser para muchos el pan de cada día y la pesadilla de cada noche.

¿Y si hablamos de dinero?

No es habitual oír a las figuras de la cultura hablar de dinero, pero cada vez son más las que se atreven a poner sobre la mesa los apuros económicos que arrastran y el ninguneo que padecen de parte de quienes hacen uso de su capital intelectual y se resisten a pagar por él, en ocasiones instituciones públicas de solvente reputación. 

En su novela 'Clavícula', la escritora Marta Sanz lleva a cabo un estriptís poco frecuente en el mundo de las letras y detalla, con pelos y señales, las cifras de su presupuesto familiar, que depende de los esporádicos artículos que publica en la prensa, por los que suele recibir entre 50 y 300 euros brutos, las conferencias que le proponen de vez en cuando, por las que en ocasiones cobra 1.000 euros y otras nada, y los derechos de autor de sus libros, «que a veces existen y a veces no».

Su conclusión es estremecedora: «Hay un inmenso desajuste entre esfuerzo y remuneración que me obliga a multiplicar el número de mis trabajos para poder mantener mi nivelito de vida. Mi dolor es una letra que se escribe cuando tengo miedo de no poder pagar las factura o subvencionarme una vejez sin olor a vieja», se lamenta en el libro. 

Bajada de tarifas

El mes pasado, en un artículo titulado 'La obscenidad de hablar de dinero', la también novelista Sara Mesa denunciaba públicamente a la Dirección general de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón, que 10 meses después de organizar unas jornadas sobre comunicación cultural en España, se sigue resistiendo a pagar a la treintena de escritores, cineastas, editores y gestores culturales que dedicaron su tiempo, su esfuerzo y su talento a participar en el simposio. «La vergüenza y el miedo a ser acusados de impacientes o materialistas hace que, en situaciones como esta, los afectados no pregunten qué está pasando con su dinero», reconocía la autora en su escrito.

"En realidad, vivo de ser funcionaria. Gracias a eso puedo dedicarme a escribir", explica Sara Mesa

Que los asuntos monetarios no acostumbren a figurar en los discursos públicos de los creadores no significa que no causen zozobra en sus ámbitos privados. "Al contrario, preocupan, y mucho. Comentar qué instituciones pagan por participar en unas jornadas y cuáles no, o cuánto han bajado las tarifas por colaborar en los medios, forma parte de nuestras conversaciones habituales», revela Marta Sanz.

Caída de los bolos

La salida del armario de esa inquietud económica tiene mucho que ver con la precarización que parece haberse instalado en ciertos oficios en los últimos tiempos. «Los escritores en particular, en el pasado vivíamos de los derechos de autor, de los artículos de prensa y de las charlas y conferencias que dábamos de vez en cuando. Ahora, a la caída en la venta de libros y la bajada de tarifas de los medios, se han unido los recortes presupuestarios para celebrar actos culturales», denuncia el novelista Isaac Rosa. 

Esta última partida, conocida como bolos en el argot de la profesión, era una de las principales fuentes de ingresos para no pocos autores. Era, pero ya no tanto. «Ayuntamientos y diputaciones que antes patrocinaban presentaciones y tertulias, ahora alegan que no tienen dinero para organizarlos, o te ofrecen cantidades irrisorias por participar en ellos. La desaparición de la obra social de las cajas de ahorro ha acabado con la única posibilidad que había para celebrar actos literarios en muchas capitales de provincias», señala Rosa, quien alerta de un cambio estructural en el sector: «La clase media del mundo de la cultura empieza a no poder vivir de su trabajo». 

"La clase media del mundo de la cultura empieza a no poder vivir de su trabajo", asegura el escritor Isaac Rosa

Aumenta el 20% la temporalidad

No hay cifras oficiales que confirmen o desmientan esa afirmación, pero ciertos indicadores parecen alinearse con el cuadro que describe. Según la memoria anual publicada por el Ministerio de Cultura en febrero, la temporalidad en el empleo cultural aumentó el 20% en el 2018. De esa creciente precarización laboral no solo participa el sector editorial. También afecta a las artes escénicas, cuya radiografía más reciente, elaborada en el 2016 por AISGE (Artistas e Intérpretes Sociedad de Gestión), alertaba de que solo el 8% de los actores y actrices de este país ganaba más de 12.000 euros al año. El resto no llegaba ni a mileurista. 

«No parece que la tendencia haya cambiado desde entonces. Al contrario, el número de intérpretes que piden ayudas sociales ha crecido un 7% en los últimos años. Ya atendemos a 1.000 actores y actrices en riesgo de pobreza», advierte Iván Arpa, coordinador del área asistencial de AISGE. "Si los cachés de las grandes figuras bajaron un 40% con la crisis, los de la clase media se recortaron aún más.

Dificultades en el arte

En España, el 70% de los intérpretes se ven obligados a tener otros empleos para llegar a fin de mes", añade Iñaki Guevara, secretario general de la Unión de Actores.

Solo el 15% de los artistas españoles peuden vivir de sus obras, según un estudio de la Fundación Antonio Nebrijaesto del texto destacado

El sector del arte no muestra un panorama más halagüeño. Un estudio de la Fundación Antonio de Nebrija del 2017 revelaba que solo el 15% de los artistas españoles puede permitirse el lujo de vivir de sus obras. "A esa precariedad no ayuda que los organismos públicos utilicen a menudo nuestras creaciones sin atender nuestros honorarios. Alegan que exponer en sus espacios y figurar en sus carteles ya es suficiente pago para nosotros", se queja una portavoz de la Plataforma Assembleària d’Artistes de Catalunya. 

El Estatuto del Artista, en el limbo

El Estatuto del Artista, aprobado por unanimidad en el Congreso de los Diputados el pasado 23 de enero, pretendía paliar, al menos en parte, la vulnerabilidad laboral a la que se ven expuestos los profesionales de la cultura mediante beneficios fiscales y una mayor protección para los empleados intermitentes, entre otras medidas, pero el adelanto de las elecciones ha dejado su tramitación en el limbo. 

"La precariedad se ha normalizado bajo la excusa de que 'todos lo hacen'", denuncia la ensayista Remedios Zafra

En el mejor de los casos, aunque su desarrollo continúe en la próxima legislatura, esta ley no da respuesta a la cuestión de fondo que plantean los creadores: "A la cultura se la sigue viendo como un hobi, y a quienes nos dedicamos a ella, como unos privilegiados que, encima de trabajar en lo que nos gusta, tenemos la jeta de pretender que nos paguen por ello", se lamenta Sara Mesa. Fue finalista del premio Herralde, ha ganado varios galardones literarios y ha firmado ocho novelas, pero advierte: "En realidad, vivo de ser funcionaria. Gracias a esa profesión puedo dedicarme a la literatura".

Situación agravada por la crisis

"Esta situación se agrava con la crisis. Hoy, muchos creadores están dispuestos a hacer más por menos, dado que son también menos los trabajos que encuentran. La precarización se ha acabado normalizando, bajo la excusa de que ‘todos los hacen’ y que ‘no hay alternativa'", denuncia la ensayista Remedios Zafra, autora de 'El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital'.

La descripción de este panorama resultará familiar a quienes trabajan en otros sectores productivos que se han visto afectados por similares recortes de sueldos, derechos laborales y expectativas vitales. Al fin y al cabo, la precariedad es la música de fondo de nuestro tiempo.

Cultura acrítica

Pero en el caso de la cultura, según los autores, se dan riesgos añadidos. "El problema no son los creadores, sino la obra que podemos estar perdiéndonos debido a que muchos acaban tirando la toalla", advierte el filósofo Javier López Alós, en cuyo ensayo 'Crítica de la razón precaria' descubre la trampa que a su juicio esconde esta palabra. "Si los oficios creativos se precarizan, nos encaminamos hacia una sociedad más homogénea y conservadora. Solo verán la luz los proyectos cómodos y comerciales que no entrañen riesgos", pronostica.

"Si los oficios creativos se precarizan, solo verán la luz los proyectos que no entrañen riesgos", anuncia el filósofo Javier López Alós

"Esto no va de si a los escritores y los artistas nos pagan más o menos por nuestro trabajo. Nos estamos jugando tener o no tener una conciencia ciudadana con pensamiento crítico. Y esa conciencia solo puede generarla la cultura", recuerda la novelista Marta Sanz, quien se define a sí misma como una "autónoma autoexplotada por obligación".

Aunque en 'Clavícula' exponía quejas contables de carácter personal, a su verdadera preocupación solo la iluminan las luces largas: "A ver si nos enteramos: la cultura no es la guarnición del filete, sino la expresión de nuestra identidad, y los creadores no somos arcángeles que viven del aire, sino trabajadores. No pedimos privilegios, sino poder vivir de nuestro trabajo. Reclamo mi derecho a hablar de dinero".