UN CINEASTA CLAVE

La reveladora despedida de Robert Redford

Dice adiós a su larga carrera como actor con 'The old man and the gun', una película repleta de guiños a su vida (casi) ejemplar, que aquí repasamos

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Quim Casas

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La carrera de Robert Redford, actor, galán, director, productor y creador del ecosistema de cine independiente conocido como Sundance Film Institute, puede dividirse en varias etapas cruciales, tanto para la evolución de su estilo como de su permanencia durante décadas en lo más alto del 'star system' estadounidense. En su caso, podríamos hablar de cinco  momentos esenciales.

El primero llega en 1960, a la edad de 24 años (nació en Santa Mónica, California, en 1936), cuando debuta como actor en un episodio de la teleserie 'Maverick'. El segundo –tras foguearse en el medio catódico con apariciones en 'Perry Mason', 'Encrucijada', 'Alfred Hitchcock presenta', 'La dimensión desconocida', 'El Virginiano', 'Los intocables' y otras series estelares de los 60– se inicia con su aparición en 'La jauría humana' (1966), contundente diatriba sobre la intolerancia y la violencia realizada por Arthur Penn en la que Redford aún estaba por debajo de sus compañeros de reparto, Marlon Brando, Jane Fonda y Angie Dickinson. Al mismo tiempo, Redford ya se había hecho un hueco en Broadway con un montaje de 'Descalzos por el parque', que en 1967 protagonizaría en la gran pantalla formando pareja también con Jane Fonda. Ahí terminan, según cuentan las crónicas, sus devaneos con una existencia más bohemia.

Nueva masculinidad

Redford interpreta en 'La jauría humana' a un individuo que escapa de la cárcel y regresa a su pueblo, pero sus antiguos conciudadanos deciden darle caza sin cuartel. Un retrato acre de la sociedad estadounidense más reaccionaria, de la desconfianza, el racismo y el linchamiento. El actor estaba a punto de dar su salto más significativo, la tercera etapa decisiva en su carrera. Estamos a las puertas de lo que se conoce como Nuevo Cine Americano, inaugurado un año después por el mismo Arthur Penn con 'Bonnie y Clyde'. Los patrones masculinos han cambiado radicalmente. Medio olvidados actores de vieja estirpe como James Cagney, George Raft, Edward G. Robinson, John Wayne y Humphrey Bogart, los que les sustituyen son mucho más 'cool' y representan un nuevo tipo de masculinidad: Warren Beatty, Paul Newman, Steve McQueen e incluso Frank Sinatra.

Su primera y
única nominación
al Oscar como
actor fue en
1973 por
'El golpe'. Ese
año se lo llevó
Art Carney

Redford, más joven que todos ellos a excepción de Beatty, se apunta al grupo cuando en 1969 protagoniza con Newman 'Dos hombres y un destino', wéstern crepuscular con música de Burt Bacharach y paseos en bicicleta entre los dos personajes principales, los forajidos Butch Cassady y Sundance Kid, y la mujer que aman, encarnada por Katharine Ross. Es un éxito rutilante. Dos actores de generaciones distintas pero forjados según un mismo patrón interpretativo (el Actor’s Studio, aunque Redford no cursó estudios en la escuela de Lee Strasberg) y con un atractivo masculino a prueba de bomba. La pareja repitió con el mismo director, George Roy Hill, en 'El golpe' (1973), filme modélico en cuanto al relato de estafas. Redford obtiene su primera y única nominación al Oscar como actor, aunque se lo lleva Art Carney por la comedia 'Harry y Tonto'. Newman no fue ni nominado. Se imponía un cambio generacional.

Relación con Sydney Pollack

Nos acercamos poco a poco al cuarto momento decisivo en la vida y obra de Redford, que enfila los años 70 como el gran icono progresista de Hollywood. Varios son los elementos que convierten a Redford en el hombre a seguir. Primero, una estupenda relación artística con Sydney Pollack, que le dirige en al menos cuatro hitos de su trayectoria interpretativa: el wéstern ecologista 'Las aventuras de Jeremiah Johnson' (1972), el drama romántico con trasfondo de la caza de brujas 'Tal como éramos' (1973), el relato de espionaje 'Los tres días del Cóndor' (1975) y el melodrama ambientado en parajes africanos 'Memorias de África' (1985). Después, el hecho de protagonizar proyectos tan interesantes como fallidos –caso de la adaptación de 'El gran Gatsby' (1974)–, mostrar su voluntad liberal en un sistema conservador como el hollywoodiense –'El candidato' (1972), en torno a un abogado idealista que se presenta a las elecciones presidenciales– y, en la misma línea ideológica, interpretar el filme que reconstruye el 'caso Watergate' –'Todos los hombres del presidente' (1976)–. 

Tentado por la dirección

Todo esto es el paso previo a su pase a la realización, ese cuarto momento determinante en su carrera. Tomando el relevo de otros actores tentados por la dirección (James Cagney, Charles Laughton, Paul Newman, John Cassavetes, Clint Eastwood, Jack Lemmon), Redford dirige 'Gente corriente' (1980), melodrama familiar extremadamente contenido que, ahora sí, le reporta el Oscar, esta vez como director: lo que no consiguió frente a la cámara lo obtuvo detrás de ella. A partir de este momento escasearán sus trabajos actorales –'Brubaker' (1980), 'Habana' (1990), 'Una proposición indecente' (1993), 'Spy game' ('Juego de espías') (2001), 'Cuando todo está perdido' (2013) y el filme de despedida, 'The old man and the gun' (2018), son los más destacados– y Redford se concentrará en la dirección y producción, aunque tampoco sin muchos agobios.

En 'El río de la 
vida' dirigió a
Brad Pitt, cuando
éste parecía,
incluso por físico,
ser el relevo del
Redford de los 70

Desde 1980 ha realizado tan solo nueve largometrajes, entre ellos 'El río de la vida' (1992) –donde trabajaba Brad Pitt en un momento en el que parecía, incluso por físico, ser el relevo del Redford de los 70, idea que ha retomado Quentin Tarantino en su película sobre esa época protagonizada por Pitt y Leonardo DiCaprio–, 'Quiz show' ('El dilema') (1994), 'El hombre que susurraba los caballos' (1998) y 'La conspiración' (2010), títulos progresivamente más sombríos.

Trayectoria coherente

Y llegamos al quinto y quizá más decisivo momento en la trayectoria tan coherente de Redford. En 1981, constatando los problemas que tienen los directores más jóvenes e independientes para llevar adelante sus proyectos, crea el Sundance Film Institute, con sede en Park City, Utah (donde Redford tiene una parcela agraria desde los primeros años 60), y Nueva York: la independencia de costa a costa. Empieza siendo algo así como un laboratorio de ideas donde diversos escritores y cineastas presentan sus proyectos y encuentran ayudas para desarrollarlos. El nombre más prestigioso que inicia su andadura gracias al apoyo del instituto es Quentin Tarantino, que pule en sus dependencias, y bajo la batuta de directores como Monte Hellman, el guion de 'Reservoir dogs' (1992). Redford llevaría el proyecto más allá cuando en 1983 cristaliza el Sundance Film Festival, desde entonces una cita inexcusable, el mes de enero de cada año, para cualquier independiente sea o no estadounidense.

El mito de la frontera

El pistolero Sundance Kid que encarnó en 'Dos hombres y un destino' es, sin duda alguna, uno de los personajes predilectos de Redford. Representaba en el contexto histórico de aquella película una cierta independencia en un momento concreto, al final del mito de la frontera y del concepto de lejano Oeste, en el paso del siglo XIX al XX. Redford cogió el nombre de aquel forajido atractivo y romántico, según la visión del filme, para darle nombre a un proyecto sin el cual hoy no estaríamos hablando del cine independiente como lo hacemos. Redford culminó todas sus aspiraciones (actor secundario, actor principal, estrella, productor, director y mecenas de nuevos valores) con la creación del instituto y el festival Sundance. 

Quentin Tarantino
inició su andadura
gracias a Sundance,
bajo cuyo auspicio
pulió el guion de
'Reservoir dogs'

El director David Lowery, responsable de uno de los grandes títulos indie de los últimos años, 'A ghost story', le dedica un homenaje a todo ello en 'The old man and the gun', filme realizado a la medida perfecta de Redford, icono aún a sus 82 años. 

Añadamos una vida ejemplar fuera de los platós tras una juventud más rebelde e itinerante (casado entre 1958 y 1985 con la Lola van Wagenen, de creencias mormonas y con la que tuvo cuatro hijos, uno de ellos fallecido  por muerte súbita, y después con la pintora alemana Sybille Szaggars), cero escándalos, pocos fracasos estrepitosos, afición al budismo y escasos papeles perdidos precisamente por ser tan guapo: Mike Nichols le desestimó como protagonista de 'El graduado' porque pensó, con buen criterio, que con esa apariencia no tendría problema alguno para conseguir el amor de una chica, por lo que prefirió a Dustin Hoffman. Robert Redford, el hombre (casi) perfecto.

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