P. L. Travers: la escritora esotérica, libre y difícil que creó a 'Mary Poppins'

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Núria Marrón

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Cuando a Pamela Lyndon Travers –que, como otras muchas escritoras, firmaba con iniciales para ahuyentar prejuicios– le preguntaban por su vida, solía contestar: «¡Todo está en 'Mary Poppins'!». Y a su manera (siempre esquinada) era cierto. Nacida en 1899 en Maryborough (Australia), su padre, como el señor Banks, hizo carrera en el banco, antes de que el  alcoholismo lo acabara matando primero laboralmente y luego en sentido literal. Su madre, devorada por las crisis nerviosas, la enviaba a pasar temporadas con su tía Ellie, una dama cariñosa que siempre llevaba a cuestas un gran bolso tapizado como el que luego paseó Mary Poppins.

Los abismos personales la llevaron primero a la poesía y, más tarde, a una compañía de teatro con la que, en los años 20, llegó a Londres. En el Reino Unido se relacionó en los círculos del poeta William Butler Yeats y se inició en el esoterismo y los ritos paganos, tan en boga en la época. En 1934, cuando escribió el primer libro de Mary Poppins, convivía con Magde Burnand, hija del dramaturgo Francis Burnand. Tuvo relaciones con hombres y mujeres y, ya entrada en la cuarentena, adoptó a un niño con el que mantuvo una relación enfermiza. Nombrada oficial de la Orden del Imperio Británico, murió, a los 96 años, como vivió: sin pedir disculpas. Sus nietos le dedicaron este despiadado epitafio: «Falleció sin amar a nadie ni ser amada». 

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