30 AÑOS DE LA GRAN HUELGA GENERAL

14-D: el día en que el país se paró

Protagonistas de aquella jornada de 1988 como Carlos Solchaga y Antonio Gutiérrez revisan la dimensión histórica que tuvo aquel paro masivo y sus consecuencias políticas

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zentauroepp46127493 espa a huelga general madrid 14 12 1988 dos pasajeros es181206203314 / EFE / JOSÉ MARÍA PASTOR

Juan Fernández

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No tuvo el vértigo del 23-F, ni la conmoción trágica del 11-M, ni la emotividad alegre de la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1992, pero el pasado reciente conserva otra fecha con nombre, letra y número propios que permanece destacada en la memoria colectiva de la democracia aunque de ella se hable menos. El 14 de diciembre de 1988 -14-D para los anales de la historia- ocurrió algo que no había pasado antes con semejante rotundidad, ni ha vuelto a pasar con la misma magnitud: el país entero se paró. Literalmente. De norte a sur, de la mañana a la noche. Los sindicatos UGT y CCOO habían convocado una huelga general para protestar contra la política económica del Gobierno de Felipe González y la ciudadanía al completo respondió quedándose en casa sin ir a trabajar. Antes y después hubo otros paros generales, pero ninguno logró paralizar la economía de forma tan absoluta y unánime. Fue la gran huelga de la historia de España.

Ese día no hubo transporte público, ni consultas médicas en los ambulatorios, ni alumnos en los colegios, institutos o universidades. No hubo periódicos en los kioscos, que permanecieron cerrados, ni bares abiertos donde tomar un café. Pararon las fábricas, los comercios, los organismos públicos y las empresas privadas. Se detuvieron las ciudades y el tiempo se congeló durante 24 horas en el mundo rural. Las calles, sobre todo por la mañana, lucieron desiertas como un 1 de enero de resaca y recogimiento ofreciendo una estampa inaudita que a 30 años vista es recordada como un sueño extraño e irrepetible.

"Han cortado la señal de RTVE"

Cada individuo que vivió aquella jornada conserva su postal íntima y personal del 14-D. La de Carlos Solchaga traslada hasta el interior de su coche oficial a primera hora de la mañana. "Recuerdo la sensación de bajar por la Castellana camino del Ministerio y ver Madrid convertido en una ciudad fantasma. Era miércoles, pero no había absolutamente nadie en la calle. Ahí comprendí que la huelga había sido un éxito”, recuerda el entonces ministro de Economía.

"La política económica no cambió ni Europa lo hubiera permitido. En ese sentido, el 14-D fue pólvora gastada en nada"

Carlos Solchaga

— Exministro de Economía

En realidad, la sospecha se la había llevado a la cama la noche anterior. El presidente de Austria, Kurt Waldheim, había llegado de visita a España el día 13 y a media noche aún continuaba la cena oficial que el Gobierno ofreció a la legación alpina en el Palacio de la Moncloa. “Poco después de las 12, alguien entró en la sala y le dio un recado a Felipe, que a continuación me transmitió: ‘Oye, que han cortado la señal de Televisión Española’. El presidente se quedó helado”, recuerda Solchaga.

Lo que en la Moncloa era susto y nerviosismo, en Torrespaña, sede central de RTVE, era una fiesta. Después de largas horas de asambleas, ante la férrea negativa de Pilar Miró, presidenta del ente público, a negociar unos servicios mínimos que visibilizaran el apoyo de los empleados a la huelga, los trabajadores decidieron que cortarían la emisión por las bravas. Pero había un problema: quien apretara el botón de desconexión se exponía a una sanción o incluso a ser despedido.

En medio del frenesí, a José María Fraguas, que por entonces era realizador del magacín de sobremesa ‘Tal cual’, se le encendió la bombilla: “Propuse que todos los centros territoriales dejáramos los teléfonos abiertos para llevar a cabo una cuenta atrás conjunta y a las doce en punto nos levantaríamos de nuestros asientos. Y eso hicimos: tras contar del cincuenta al cero, la tele se apagó. ¿Quién lo hizo? Fuenteovejuna, señor”, cuenta Fraguas, quien este próximo viernes, en el 30 aniversario del 14-D, va a recibir un homenaje en TVE por alumbrar una ocurrencia que situó a la tele pública en el centro de la historia.

"Propuse que todos los centros territoriales dejáramos los teléfonos abiertos y a las 12 levantarnos de nuestros asientos"

José María Fraguas

— Entonces realizador del magacín 'Tal cual'

En una época sin móviles ni redes sociales, el código de barras de colores que los telespectadores encontraron de repente en sus televisores fue la señal que anunció que el paro iba en serio. “En realidad, España se fue ya a la cama en huelga. Por una vez, TVE hizo honor a su condición de servicio público”, subraya Fraguas. Media hora más tarde, TV3 también cortaba su emisión.

Lo cierto es que hasta ese momento había dudas del éxito que podía alcanzar un paro que los sindicatos habían convocado para protestar contra el Plan de Empleo Juvenil presentado semanas atrás por el Gobierno. La medida consistía en una suerte de contrato de prácticas que permitía a los empresarios emplear a jóvenes sin experiencia durante 18 meses pagándoles el sueldo mínimo interprofesional (SMI) -44.000 pesetas (264 euros) de la época-, pero sin abonar sus cuotas de la Seguridad Social y reduciendo al máximo sus derechos laborales.

“Calculamos que cada patrón se podía embolsar 100.000 pesetas por cada contrato que firmara. Aquello era una puerta abierta a echar a la gente a la calle para contratar mano de obra barata y sin continuidad”, cuenta Antonio Gutiérrez, por entonces secretario general de Comisiones Obreras, acerca de un plan de empleo que fue definido por Manuel Vázquez Montalbán como “una mili laboral”.

"Felipe nos metió en la CEE por el lado más bajo del mercado: compitiendo en costes y salarios"

Antonio Gutiérrez

— Exsecretario general de CCOO

Más allá de las bondades y trampas que podía esconder aquel modelo de contrato, sería injusto achacar el éxito masivo de la huelga a la indignación que causó su presentación sin tener en cuenta el creciente cabreo que se había ido instalando entre amplios sectores de la sociedad contra el Gobierno. La reconversión industrial y los ajustes aplicados sobre la economía española para aproximarla a la de los países de la Comunidad Económica Europea (CEE), en la que se ingresó en 1986, se habían saldado con un insólito aumento del paro, que ya rozaba los tres millones de desempleados, y una precarización de las condiciones de vida de las clases trabajadoras.

Seis años después de que el PSOE llegara al poder, el 70% de las pensiones seguía estando por debajo del SMI y los sueldos se habían estancado ante el imparable encarecimiento de la vida. “Cuando los sindicatos nos reuníamos con González, siempre nos decía con arrogancia: ‘para repartir mejor la tarta, primero hay que hacerla crecer’. Pero lo cierto es que la tarta crecía y el reparto no llegaba a las clases bajas. Las empresas sumaban desgravaciones fiscales año tras año, pero los sueldos habían perdido un 12% de poder adquisitivo desde 1983. Felipe nos metió en la CEE por el lado más bajo del mercado: compitiendo en costes y salarios, no modernizando nuestro sistema productivo”, señala Gutiérrez.

La década de la 'beautiful people'

Aquel panorama de cinturones ajustados contrastaba con las señales de alegría que empezó a emitir el Gobierno en la segunda mitad de la década de los 80. “Los trabajadores seguían pasándolo mal, pero el ministro de Economía presumía de haber hecho de España el país donde era más fácil hacerse rico. Todo aquello de la ‘beautiful people’ enfadó mucho a la gente”, recuerda José Babiano, doctor en Historia Contemporánea y coordinador del libro '14-D. Historia y memoria de la huelga general’ (Catarata).

"Los trabajadores lo pasaban mal, pero el ministro de Economía presumía de que España era el país donde era más fácil hacerse rico"

José Babiano

— Historiador y coordinador del libro '14-D. Historia y memoria de la huelga general'

El terreno estaba abonado para que una convocatoria de huelga general, aunque hubiera sido convocada para protestar contra algo tan concreto como un modelo de contrato laboral, cosechara simpatías entre múltiples sectores de la sociedad. Hasta el Sindicato de Futbolistas, con Emilio Butragueño y Míchel a la cabeza, emitió un comunicado sumándose al paro y un millar de destacadas figuras del mundo de la cultura y la sociedad se animó a estampar su firma junto a la del filósofo José Luis López-Aranguren en una carta abierta que reclamaba apoyo para los sindicatos.

Un paro de 7,8 millones de trabajadores

“No solo se cerraron las fábricas, también pararon los médicos, los maestros, los negocios familiares, los profesionales liberales… Más que una huelga, fue una movilización democrática”, valora Babiano. Hasta 7,8 millones de trabajadores –el 95% de los 8,2 millones de asalariados que había en ese momento en España- secundaron el paro de 24 horas, que transcurrieron sin apenas incidentes destacados, pero que supusieron la mayor huelga general de un país europeo desde el final de la segunda guerra mundial. Fue una “bofetada en toda regla”, en palabras del exministro de Economía.

Una bofetada que el Gobierno no vio venir. “Honestamente, no nos lo esperábamos. El PIB crecía al 5%, estábamos controlando el IPC, la economía iba bien, no había motivos para parar el país. Creo que lo que indignó a los sindicatos y les llevó a convocar la huelga fue el aire de superioridad con que les tratábamos, como si solo el Gobierno supiera lo que necesitaba España y ellos no”, reconoce Solchaga. Hay noticia: treinta años después, el exministro de Economía y el antiguo líder de Comisiones Obreras están de acuerdo: tras el 14-D hubo mucho de choque de egos. “Lo que provocó la huelga fue la arrogancia del Gobierno y su negativa a sentarse a negociar y reconocer errores. A Felipe, aquella derrota se la causó su propia soberbia”, afirma Antonio Gutiérrez.

Nacen las pensiones no contributivas

Al día siguiente a la huelga, el Gobierno anunció que guardaba en un cajón su controvertido Plan de Empleo Juvenil y convocó a los sindicatos a iniciar unas negociaciones que tardarían aún varios meses en dar sus primeros frutos contables. Tras un primer paquete extra de gasto social de 200.000 pesetas anunciado en marzo de 1989, fueron los presupuestos de 1990 los que pusieron letra y número al triunfo éxito de la huelga: los sueldos de los funcionarios recibían una subida añadida, las pensiones mínimas se igualaban al SMI, las pagas de jubilación se actualizarían a partir de entonces según el IPC real, no el previsto, y la mayor conquista social del 14-D: nacían las pensiones no contributivas.

¿Fue un botín proporcional al éxito y la dimensión de la huelga? “Fue razonable. La huelga sirvió para bajarle los humos al Gobierno y consagró la unidad de acción de los sindicatos, que desde entonces han caminado juntos. El 14-D fue una conquista democrática”, opina Gutiérrez. En el diagnóstico del saldo, las distancias entre quienes ocuparon trincheras opuestas aquel día vuelven a subrayarse: “La huelga reajustó el equilibrio de fuerzas y nos obligó a tomar medidas sociales no previstas, pero la política económica del Gobierno, en líneas generales, no cambió. Tampoco Europa nos lo habría permitido. En ese sentido, el 14-D fue pólvora gastada en nada”, analiza Solchaga. Diez meses más tarde, el 29 de octubre de 1989, el Partido Socialista volvía a ganar las elecciones generales.