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Dos miradas sobre el futuro del trabajo

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Michele Catanzaro

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Los expertos Alison Maitland y Rafael Doménech han debatido esta semana en Barcelona sobre el futuro del trabajo. Ambos rechazan que los robots vayan a quitar el empleo a los humanos. Sin embargo, recomiendan prepararse para transitar a ocupaciones complementarias a las tareas realizadas por máquinas e inteligencias artificiales.


ALISON MAITLAND. Periodista y conferenciante británica

ALISON MAITLAND"Antes, el jefe lo decidía todo. Ahora tenemos más libertad"


Trabajó en 'The Financial Times' y es autora de los libros 'Future Work' (2011) y 'Why Women Mean Business' (2008). Especialista en el futuro del trabajo y el estudio de la diversidad de género en el nuevo mundo laboral, actualmente vive en el Reino Unido y se dedica a dar conferencias y a asesorar en procesos de 'coaching' en distintos países.

"Vivimos bajo la amenaza de que una inteligencia artificial nos deje en el paro", comenta Maitland. Y continúa: "Hay miedo y esperanza a partes iguales. Hay muchas predicciones, pero la realidad es que no sabemos qué va a pasar.

Estoy segura de que se destruirán trabajos y se crearán otros, como ha ocurrido en ocasiones anteriores. Pero hay también quien opina que este cambio va a ser distinto. El economista jefe del Banco de Inglaterra ha dicho recientemente que tenemos que prepararnos para una destrucción mayor. Lo cierto es que tenemos que estar listos para reciclarnos y tener redes de salvación".

¿Qué redes?

–Por ejemplo, la renta universal. No soy una economista y, por lo tanto, desconozco su viabilidad, o qué formato debería tener. Sin embargo, esta posibilidad u otras alternativas habría que mirarlas.

"Muchas tareas rutinarias se automatizarán, pero las capacidades humanas, no. Tenemos que ser complementarios con la máquina"

¿Cómo se prepara uno para reciclarse?

–Muchas tareas rutinarias se automatizarán. Tenemos que mejorar en esas capacidades que son genuinamente humanas y que nos harán complementarios con las máquinas. Es importante aprender a programar, pero no todo el mundo tiene que convertirse en un experto en inteligencia artificial o en Big Data. Ahora, por ejemplo, hay una gran demanda de expertos en 'blockchain' [la tecnología que está detrás de las monedas virtuales como el bitcóin]. Pero dentro de 10 años habrá demanda de expertos en otras tecnologías.

–¿A qué capacidades humanas se refiere?

–Me refiero a las habilidades de alto nivel: la capacidad de solucionar problemas complejos, la inteligencia emocional, la capacidad de escuchar y detectar el sentido profundo de lo que se nos dice, por ejemplo por medio del lenguaje del cuerpo, la capacidad de entender las dinámicas sociales en un grupo o en un equipo de trabajo, el pensamiento crítico, la creatividad, la capacidad de pensar soluciones de tener ideas…

–¿Qué opina de la 'gig economy'? [El modelo de trabajo 'freelance' empleado en plataformas como Uber, Airbnb o empresas de mensajería en bicicleta, por ejemplo].

–Creo que crecerá. Pero no tiene que ser la única manera de trabajar en el futuro. Ya ahora tenemos modelos de trabajo híbrido. Tampoco es fácil prever hacia dónde irá la tecnología. Por ejemplo, si el coche sin conductor se convierte en realidad, plataformas como Uber quedarán fuera de juego.

–¿Qué papel tienen los equilibrios de poder? ¿Los sindicatos pertenecen al pasado?

–Es importante que la gente tenga algún sistema para negociar colectivamente. Están emergiendo sindicatos de trabajadores de la 'gig economy' y eso es buena noticia, si no lo que tendríamos sería pura precariedad. Por otra parte, la tecnología proporciona mucha más transparencia, y esto da mucho poder a los individuos y a las colectividades de trabajadores. Las grandes organizaciones se están volviendo más transparentes.

–La 'gig economy' promete poder elegir cuándo y dónde trabajar: ¿eso no se traduce en trabajar siempre y en todos los sitios?

–Efectivamente, ya se habla de sobrecarga digital. Es necesario que las organizaciones hagan de forma correcta la transición de las maneras tradicionales de trabajar a las nuevas. Hay que conciliar la libertad de la gig economy con las oportunidades de desarrollo profesional y el sentido de pertenencia a la empresa de los empleos tradicionales. Ha habido un gran cambio. En el pasado, el jefe lo decidía todo. Ahora, tenemos mucha libertad y hemos de aprender a poner límites.

–Sin embargo, los trabajadores pobres no pueden permitirse poner límites: tienen que aceptar todos los trabajos que puedan.

–La gente que trabaja en la gig economy no es porque quiere, sino porque está obligada. Es aquí donde los sindicatos y los gobiernos deben intervenir. Por ejemplo, para que los contratos de cero horas [los que solo existen cuando se presta el trabajo] funcionen a favor de los trabajadores que desean esa opción, y no en contra de ellos.

–¿Qué  futuro prevé para las trabajadoras?

–Habrá áreas profesionales afectadas negativamente y otras positivamente. La tecnología permite cosas como trabajar desde casa, lo cual es útil en una sociedad donde el cuidado recae aún en las mujeres. Por otra parte, formas de trabajo más flexibles permitirían también a los hombres participar más en el cuidado y facilitarían la igualdad de género.


RAFAEL DOMÉNECH. Profesor de Economía en la Universidad de València

RAFAEL DOMÉNECH."En 50 años habrá empleos que ahora ni imaginamos"


Fue subdirector de la Oficina Económica de José Luis Rodríguez Zapatero y es responsable de Análisis Macroeconómico de BBVA. Autor de los libros ‘The spanish economy: a general equilibrium perspective’ (Palgrave MacMillan), y 'En Busca de la Prosperidad' (Deusto).

"Desde hace décadas convivimos con la automatización y los robots. En el último siglo ha habido un periodo de crecimiento sin precedentes, en el que han aumentado  la productividad, los salarios, la renta per cápita y la esperanza de vida", explica Doménech. "Sin embargo, las tasas de desempleo actuales no son muy distintas a las de hace un siglo. Llevamos dos siglos o más de revoluciones tecnológicas. Esta no es más que una nueva oleada, y no va a ser diferente a las otras".

–¿No se trata de una revolución distinta?

–Estamos en una carrera del hombre frente a la máquina, con la consiguiente polarización del empleo, que ya se ha producido en épocas anteriores. Sin embargo, o no tenemos datos suficientes de esas épocas o bien los procesos eran menos intensos. Hoy se están intensificando y estamos viendo efectos que realmente no son tan nuevos o desconocidos.

–¿No vamos hacia un mundo sin trabajo?

–Es inútil hacer especulaciones sobre si vamos hacia una singularidad [palabra técnica referida a un cambio radical]. ¿Quién lo sabe? Antes de pensar a largo plazo, habría que centrarse en cómo hacer bien la transición por la cual estamos pasando.

–Sin embargo, hay empleos que sí está borrando la automatización. 

–Un historiador económico dijo que hoy existen trabajos que nuestros abuelos no podían ni anticipar y que en dos generaciones habrá otros que ni imaginamos. Vamos a ver una tensión entre tareas que desaparecerán y otras que aparecerán, pero también hay oportunidades.

"Al morir los trabajos rutinarios, están aumentando los empleos manuales o abstractos, por lo que el mercado se polariza"

¿A qué oportunidades se refiere?

–Bueno, diría que es mejor que los tractores o las excavadoras hayan reemplazado a los trabajadores que lo hacían todo a mano. Aprovechemos la oportunidad que nos está brindando la tecnología. Tratemos de sacar lo mejor y de que este crecimiento sea inclusivo. Centrémonos en la transición. El efecto de la automatización en las tasas de desempleo depende mucho de cómo lo gestionan los distintos países.

–¿Hay países que lo están haciendo bien?

–En Corea del Sur, Singapur, Japón, Suecia o Alemania la automatización está muy avanzada y, sin embargo, cuentan con tasas de desempleo muy bajas. Es una correlación, no hay necesariamente causalidad. Es decir, no es que la automatización esté creando trabajos y por eso la tasa de desempleo es baja. Podría ser que la automatización sea una respuesta a una demanda de trabajo no satisfecha, o que estas economías hayan respuesto con tecnología al envejecimiento de la población. Sin embargo, esa evidencia sugiere que automatización y empleo no son necesariamente antagonistas.

–¿Qué empleos morirán?

–Un efecto claro es la polarización del mercado laboral. Las ocupaciones que cuentan con un mayor componente rutinario están siendo reemplazadas por la tecnología, y son también las que tienen salarios medios. Donde se crea más empleo es en ocupaciones o muy manuales o muy abstractas, porque no son rutinarias. Estos trabajos están en los extremos de la distribución salarial. El reto es rellenar ese hueco, hacer que el empleo situado en la franja baja sea más complementario con la tecnología, para que suban los salarios.

–¿Hay algún caso en que esa mejora salarial se haya conseguido?

–Se piensa que los trabajos de la hostelería tienen que ser necesariamente precarios y de baja calidad, cuando podemos ofrecer niveles de calidad altísimos, como demuestra la gastronomía de alto valor añadido, con estrellas Michelin. Lo mismo pasa con el turismo. Si hay formación continua y capacidad gerencial, se pueden alcanzar resultados excelentes.

–¿Qué le diría a un trabajador reemplazado por la inteligencia artificial?

–A ese trabajador no le podemos decir: "No te preocupes, porque se están creando dos puestos en otro sector". Lo que debemos lograr es que transite hacia esos puestos nuevos. Debemos centrarnos no tanto en proteger empleos improductivos como en proteger a los trabajadores y facilitar su transición a otras ocupaciones.

–¿Y cómo se facilita esa transición?

–En primer lugar, con formación: combatir el fracaso escolar y proporcionar formación continua para rotar de ocupaciones. Que las personas aprendan a aprender. Se trata de brindar competencias tecnológicas y sociales. Todos hablan de STEM [iniciales inglesas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas], pero vamos hacia servicios personalizados, donde contarán mucho los 'soft skills' [habilidades blandas].