Irlanda del Norte
Con un pie en cada país
La línea fronteriza parte en dos las tierra del granjero David Crockett, diez hectáreas que compró su abuelo años antes de la partición de la isla en 1922
Kim Amor (Texto) / Albert Bertran (Foto)
David Crockett da un brinco y monta como si a lomos de un caballo se tratase sobre la cerca de metal que hay en la parte trasera de su casa en Coshquin, un pequeño pueblo agrícola en la frontera que divide las dos irlandas. “Esta pierna de aquí está en la República de Irlanda y esta otra en Irlanda del Norte”, aclara con una sonora carcajada este granjero de tez curtida por la brisa húmeda y manos agrietadas por el trabajo de campo. “Y esta valla marca la línea fronteriza que parte en dos mi granja”.
La propiedad de la familia Crockett ocupa más de 100 hectáreas y huele a hierba fresca, tierra mojada y heces de animales. El paisaje que rodea su casa es de foto. Verdes y extensos praderas con ganado pastando, campos sembrados y algún que otro núcleo de árboles en las colinas que se divisan a lo lejos. ¿Será Irlanda o Irlanda del Norte? Un lugar idílico del que se enamoró su abuelo cuando adquirió la propiedad en 1911, once años antes de que la antigua línea limítrofe entre condados irlandeses se convirtiera en una frontera internacional entre dos países.
Negocios inviables
La explotación de Crockett, de 57 años, es sobre todo ganadera y su principal fuente de ingresos es la venta de carne y leche. Se nota que cuida con mimo a sus animales. Junto a la cerca pasta un grupo de ovejas, a cual más peculiar, bien alimentadas y envueltas en una gruesa capa de lana. Todas llevan grapada en una oreja una chapa amarilla que indica su procedencia, como si de un pasaporte se tratase: NI (Irlanda del Norte) ROI (República de Irlanda). Tres burros corretean en el lado irlandés y Crockett los acaricia con cariño cuando se le acercan.
A pesar de los trámites burocráticos que supone tener el negocio partido en dos países, Crockett no quiere ni pensar lo mucho que se le complicaría la vida en caso de un ‘brexit’ duro. Los productos ganaderos norilandeses deberían pagar un alto arancel para entrar en el mercado europeo, lo que tendría un efecto económico devastador para los granjeros como Crockett y haría a sus negocios del todo inviables. Cada año unas 400.000 ovejas pasan del Norte al Sur donde son esquiladas y van al matadero. Lo mismo ocurre con un tercio de la leche norirlandesa.
Crockett es muy consciente de ello. Protestante y unionista, votó a favor de mantenerse dentro de la Unión Europea en el referéndum del 2016 y lo hizo junto a su padre, de 93 años, que no dudó en acudir al colegio electoral en sillas de ruedas. “Mi situación económica depende en gran parte de formar parte de Europa”, afirma sentado ya en la cocina de su casa frente a una taza de té y unas galletas.
Por si las cosas al final se complican, Crockett, hombre previsor, ya tiene elaborado un plan B. Trasladará todos los animales y maquinaria a la República de Irlanda para que gestione la granja desde allí su hijo. El veterano ganadero y agricultor se jubilará y seguirá residiendo con su mujer en la casa familiar de Cushquin, anclada en territorio británico a muy pocos metros de la cerca que hoy le da acceso libre a la República de Irlanda.
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