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Las edades de Jane Fonda

Un nuevo documental de HBO explora las metamorfosis de la actriz de 'Barbarella' y 'Klute' y el papel que han jugado los hombres en su vida

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Juan Manuel Freire

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Jane Fonda ha habido una y muchas. Es la consecuencia, sugiere el documental 'Jane Fonda en cinco actos', de carencias afectivas que dejaron en la icónica actriz un sentimiento difícilmente mejorable de imperfección. Durante varias décadas, Fonda no dejó de buscar grandes papeles, así en el cine como en la vida.

'Jane Fonda en cinco actos', que HBO España estrena el lunes, pone nombre de hombre (los de su padre y sus tres maridos) a los cuatro primeros actos en su vida, algo que puede sonar machista y rancio; pero es la propia Fonda quien reconoce haber sido moldeada por esas figuras masculinas. Las 21 horas de entrevistas rodadas por la directora Susan Lacy, creadora de la serie 'American Masters', contienen un puñado de palabras francas, autocríticas; también comprensivas, compasivas, porque en su quinto acto, llamado 'Jane', la actriz ha logrado por fin quererse a sí misma. 

Un padre nefasto

Aviso para cinéfilos: 'Jane Fonda en cinco actos' no es un documental que cubra exhaustivamente la filmografía de Fonda. Si se habla de sus películas, es sobre todo por la relación que guardan con su vida personal o su afán por usar el cine como plataforma para sus inquietudes progresistas. 

Por otro lado, quienes leyeran sus 'Memorias' del 2005 no encontrarán mucho nuevo en, como mínimo, los cuatro primeros actos del filme. Es bien sabida la complicada relación de Jane con Henry Fonda, quien pese a su apariencia de hombre decente ("el rostro de esos Estados Unidos en los que la gente quería creer", dice Jane) era un marido infiel y un padre casi peor, incapaz de decirle a su niña "te quiero", pero capaz de hacerle creer que estaba gorda. Durante muchos años, Jane lidió con trastornos alimenticios; como tres de las cinco esposas de Henry.

Gracias al apoyo del célebre profesor Lee Strasberg, la joven Fonda empezó a creer en sí misma, al menos como actriz. Su estrellato en Broadway y Hollywood fue casi instantáneo: en tiempo récord era la 'chica de al lado' favorita de América.

Tres maridos

Cuando se instaló en Francia para huir de su padre, la belleza naíf dio paso a la gatita sexual. Jane se había dejado conquistar por el director Roger Vadim ("un depredador, pero encantador, sexi") y éste se había obsesionado en adaptar el cómic erótico-fantacientífico 'Barbarella' con ella como protagonista. Fonda cuenta cómo para rodar el famoso estriptís espacial de la secuencia de apertura tuvo que emborracharse con vodka, su bebida favorita.

'Barbarella' es de 1968, año vivido intensamente en Francia. Fonda absorbió a conciencia el espíritu contestatario, en parte por estar embarazada de su hija Vanessa: "Cuando una mujer está embarazada, es más que nunca como una esponja". Acabó dejando atrás a Roger y a su hijastra Nathalie para dedicarse al activismo en EEUU, haciendo migas con los Panteras Negras y convirtiéndose en portavoz del movimiento anti-guerra de Vietnam. Su pasión por la paz la llevó a hacer un viaje de reconocimiento a Hanói, donde llegó a posar con un cañón antiaéreo de Vietnam del Norte: la foto de la (eterna) polémica.

En busca confesa de "estructura, guía", se casó con el astro de la izquierda radical Tom Hayden. El hijo de ambos, Troy Garity, recuerda en el documental una infancia movida, con "vacaciones en zonas de conflicto" y unos padres que "observaban con escepticismo todo lo que representara el estado del bienestar".

Hayden no aceptó demasiado bien el éxito de Fonda como gurú del 'fitness', aunque los vídeos de ejercicios sirvieran para financiar las luchas políticas del matrimonio.

En 1991, Jane se casaba con otro hombre de ideas claras, el magnate mediático Ted Turner. Fue feliz con él durante los noventa, pero porque Jane supo relegar a segundo plano sus propios impulsos y creencias. Duraron casados diez años: "No podía ser feminista en un matrimonio que no funcionaba", explica Fonda en la película. Desde entonces, no ha vuelto a casarse, y tampoco acepta pretendientes; no necesita ninguna mitad para sentirse completa.