ÉRASE UNA VEZ LA MÁQUINA DE ESCRIBIR

Olivetti: la conexión barcelonesa

La primera fábrica del grupo fuera de Italia se levantó en Glòries. Hoy es un centro comercial

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Carme Escales

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En 1929, cuando en Ivrea ya se producían 15.000 máquinas de escribir al año, Olivetti abrió su primera fábrica fuera de Italia. Y eligió Barcelona, donde el ingeniero <strong>Juli Caparà</strong>, un prohombre nacido en Argentona en 1884, lideró la puesta en marcha de la filial. La Hispano Olivetti tuvo un ascenso espectacular, y  en 1940 adquirió un solar de 10.000 metros cuadrados junto a la actual plaza de las Glòries. En el número 866 de la Gran Via de les Corts Catalanes levantó un elegante edificio, aún en pie y actualmente integrado en el complejo comercial Glòries. En la azotea, hasta 1987 se podía leer Olivetti, donde hoy aparece el letrero de Carrefour. Y lo que actualmente es la sede de Barcelona Activa fue la guardería de los hijos de los empleados, así como los servicios de recreo y  actividades deportivas. 

La Hispano Olivetti, uno de los mayores centros de fabricación de máquinas de escribir del mundo, contaba en 1963 con 3.200 empleados que producían 600.000 unidades al año. Por las manos de Adrián Miguel Leal (Villanueva del Duque, Córdoba, 1922) pasaron unas cuantas. Entró a trabajar como soldador en 1945 –unía las cinco piezas a 25 máquinas de escribir al día– , con un sueldo 25 pesetas superior que el de su anterior empleo. Además, en una época de racionamiento, «Olivetti nos daban un lote cada semana», recuerda el exempleado que se acogió a una jubilación anticipada a los 62 años.

Diploma de Franco

Camino de los 97, este militante de las Juventudes Socialistas Unificadas y del PSUC y miembro del comité de empresa de la Hispano Olivetti, recuerda servicios que la filial daba a los trabajadores y que fue merecedora incluso de un diploma entregado por Franco: «Había economato, campo de deportes con piscina, frontón, pista de básquet y campo de fútbol. También había espacio para jugar a bolos, tenis, e incluso había sección de boxeo y gimnasio al aire libre. Y hacia el 1948 se abrió la guardería. Seguía el ejemplo italiano, aunque éramos independientes».

Sin embargo, pese a erigirse como una empresa modélica, también protagonizó una de las primeras huelgas de Barcelona para reclamar mejoras salariales y laborales. «Fueron 25 días, primero con paradas y, más tarde hubo parón total», explica Adrián Miguel. Como se conocía su filiación comunista, en 1953 lo fueron a buscar a la fábrica y estuvo preso de julio a noviembre. «Nunca cesé mi actividad política. Al regresar a la fábrica respetaron mi militancia, pero nunca me subieron el sueldo ni la categoría».