ENTREVISTA

Fernando Botella: "La máquina no viene a esclavizarnos, sino a liberarnos"

El experto en desarrollo profesional pronostica que más pronto que tarde tendremos un exocerebro hecho de inteligencia artificial que nos ayudará a entender el mundo

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Juan Fernández

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En un futuro más cercano del que creemos, nuestras relaciones laborales, sociales y personales no se parecerán en nada a las que hoy conocemos. La digitalización, que está calando como una lluvia fina en todos los ámbitos de la vida sin que nos demos cuenta, hará que trabajemos, consumamos, nos divirtamos e incluso amemos como ahora mismo ni sospechamos. El consultor Fernando Botella se dedica a ayudar a empresas, líderes y organizaciones a preparase ante el brutal cambio que se avecina. Algunos de los consejos que les da los ha reunido en el libro 'Bienvenidos a la revolución 4.0' (Alienta). La cosa no va de aprender a manejar el 'big data' y la inteligencia artificial, que también, sino de adoptar una nueva mentalidad ante la vida y el mundo. 

La historia de la humanidad está llena de momentos de cambio. ¿El de ahora es especial?

En esta ocasión hay un elemento que se repite y dos importantes novedades. Lo común es que el cambio que se avecina, igual que los que hubo en el pasado, va a suceder en las personas. Solo cuando los seres humanos cambiamos, la historia cambia. Por tanto, no hay que tenerle miedo a la máquina, ni a la tecnología, ni a la inteligencia artificial, porque hablamos de un cambio en las personas. Y ojo, los robots no son personas, ni nunca lo serán.

¿Cuáles son las particularidades específicas del cambio de ahora?

Una tiene que ver con el hecho de que el desarrollo de la tecnología es exponencial y el del talento humano es lineal. Bueno, en realidad no lo es, pero como solo vivimos 80 años, nos parece una línea recta, mientras la tecnología dibuja una curva cada vez más alta. Hoy vivimos un momento de inflexión: por primera vez, la tecnología empieza a estar por encima de nuestro talento. Por eso vamos a necesitar la inteligencia artificial para seguir desarrollándonos. La segunda diferencia es que hasta hace poco tiempo los datos generaban información y conocimiento, y esto nos permitía sentir que sabíamos de algo. Ahora, la cantidad de datos es tan grande que no podemos manejarla, lo que nos impide ser sabios en nada.  

¿Esto qué consecuencias tiene?

El dataísmo afirma que todo se mueve por la combinación algorítmica de datos, igual el funcionamiento de una flor que una sinfonía de Beethoven o una operación en un quirófano. A partir de ahora, al haber tanta información, para no perder conocimiento tendremos que combinar los datos tecnológicos y los biológicos. Dicho de otro modo: la próxima generación evolutiva del ser humano, ese nuevo mono hacia el que vamos, va a necesitar de la máquina, es decir, de la inteligencia artificial, para sobrevivir. Dispondremos de un exocerebro que nos permitirá seguir siendo sabios. 

"La escuela debería fomentar más la inteligencia colectiva, y los protagonistas deberían ser los alumnos, no el profesor"

El panorama que describe suena tan fascinante como inquietante. 

Comprendo su inquietud, es la misma que sintió el primer hombre de la Edad de Piedra o los que vieron llegar las primeras locomotoras en la revolución industrial. Todo cambio genera incertidumbre, pero es que la vida, por definición, es incertidumbre. La estabilidad es una ilusión que se hace el ser humano para sentirse más feliz, pero en realidad todo es inestable. No se apure, este cambio no será traumático, está ocurriendo ya y no lo estamos percibiendo. Fíjese: hace 25 años no llevábamos teléfonos móviles y hoy no podemos vivir sin el Whatsapp.

¿Seguiremos hablando de seres humanos? 

La tecnología nunca impedirá que sigamos siendo humanos. Por una sencilla razón: la máquina imita al humano, pero no sabe crear. En las organizaciones, y en la vida, a los humanos se nos va a seguir pidiendo inteligencia social y emocional, que mantengamos relaciones intuitivas entre nosotros y con el entorno, que actuemos con inteligencia colaborativa, y eso solo lo sabe hacer un humano. El robot se dedicará a labores que nos aburren. La máquina no viene a esclavizarnos, sino a liberarnos de ciertos modos de esclavitud. 

¿Cómo hemos de afrontar ese nuevo entorno?

Tenemos que estar preparados digitalmente. Esto significa que a nuestro talento de toda la vida debemos añadirle las nuevas competencias digitales. Pero, sobre todo, debemos adoptar la cultura digital. Hablo de cambiar de mentalidad, de pensar como se piensa en el mundo digital.  

¿Por ejemplo?

Le pondré varios del mundo empresarial, que es el que más conozco. Las compañías deben saber que el sector de la intermediación está en declive. Amazon es la prueba. También irán mal los negocios basados en la posesión de bienes, porque el sentido de la propiedad va a cambiar. Si tiene inversiones inmobiliarias, ganará dinero con ellas si las alquila, pero olvídese de venderlas, porque nadie va a querer comprar casas. Tampoco coches. La gente querrá moverse, pero para eso no necesita adquirir un vehículo, preferirá alquilarlo. El concepto de tener va a cambiar mucho, incluso en las relaciones familiares. 

Habla de cambiar de mentalidad. ¿Eso cómo se hace?

La mejor herramienta es la educación, pero por desgracia no la usamos. Un quirófano de hoy no se parece en nada al de hace 20 años, pero nuestras aulas son iguales que hace un siglo. La escuela debería fomentar más la inteligencia colectiva y los protagonistas deberían ser los alumnos y la conexión del talento entre ellos, no el profesor. Y tendría que estar orientada a la consecución de un mundo mejor, no solo a adquirir conocimientos. Y algo muy importante: los niños de hoy deberían entrenarse en el pensamiento disruptivo, y no lo hacen. 

"Incorporarse  a la nueva cultura digital no va de estar en todas las redes sociales y conseguir 3.000 'likes' al día"

Explíquese.

El conocimiento disruptivo consiste en la capacidad de ver la realidad de una manera desacostumbrada, es decir, de negar la realidad y cuestionarla para generar nuevas posibilidades. Este pensamiento crítico ha sido el motor del desarrollo de la humanidad. Todos lo tenemos, nacemos con él, pero no lo utilizamos porque no nos han enseñado. Debería enseñarse en las escuelas, porque en el mundo líquido y cambiante hacia el que nos dirigimos, va a ser más necesario que nunca. 

Cambiar no es fácil, imagino que lo habrá comprobado en su trabajo.

Me dedico a esto. Las resistencias de la gente ante la idea de cambiar suelen ser de tres tipos. Una tiene que ver con el miedo al futuro. Tenemos una visión negativa del porvenir y esto nos paraliza. La segunda está relacionada con el rechazo a gastar energía en cambiar. El ejemplo es ese profesional que se dice: ¿otra vez tengo que ponerme a estudiar, de nuevo he de formarme? ¡Qué pereza! La tercera forma de resistencia tiene que ver con la cultura y los valores, es la resistencia a ir contra lo que uno siempre ha pensado o defendido, como si cambiar significara renunciar a la propia identidad. 

Llevemos todo esto al terreno práctico e inmediato. La próxima semana comienza un nuevo curso. ¿Qué le diría a ese profesional que siente que ha tocado techo en su carrera y necesita cambiar? 

Lo primero, que no deje de hacer lo que está haciendo, pero que vaya añadiendo una mirada que cuestione su 'status quo'. El secreto está en la actitud. Los grandes cambios hay que hacerlos poco a poco, a través de pequeños cambios. Es fundamental que se incorpore a la nueva cultura digital. Esto no va de estar en todas las redes sociales y conseguir 3.000 'likes' al día. Va de presentarnos socialmente de otra forma, de relacionarnos de distinta manera y de asumir con humildad que vamos a tener que formarnos continuamente, que seremos siempre aprendices. Y olvídese del trabajo para toda la vida, porque ha desaparecido. Hay una web, https://willrobotstakemyjob.com/, que te dice la probabilidad de que tu profesión sea suplantada por robots en los próximos años.

Si volvemos a mantener esta conversación dentro de una década, ¿de qué estaremos hablando?

En el mundo laboral, no existirá, o estará en vías de desaparecer, el modelo de jefe que hoy conocemos. La sociedad no será tan jerárquica como ahora, los trabajadores formarán equipos por proyectos, no por pertenencia a organizaciones, no existirán los contratos fijos y las compañías no competirán en entornos competitivos como ahora sino en mercados más colaborativos.

Datos biográficos

Tras licenciarse en Biología por la Universitat de València, se interesó por el mundo de la empresa. Estudió 'marketing' en ICADE, se formó como 'coach' en la Escuela Europea de Coaching y en otros centros internacionales y trabajó en la industria farmacéutica.