LA ENTREVISTA

Josep Maria Esquirol: "El único ideal político es la fraternidad"

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Albert Sáez

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La filosofía vuelve a estar de moda. No es fácil aunar el éxito de público y de crítica. Josep Maria Esquirol lo consiguió con su penúltimo libro, 'La resistencia íntima', que compitió en ventas con algunas obras de ficción y acaparó los más importantes premios de ensayo. Huye de la artificiosidad y del intelectualismo para tratar temas complejos desde la cotidianidad y, sobre todo, el sentido común. 

La trayectoria de este profesor de Filosofía de la Universitat de Barcelona es sólida. Publica una nueva obra cada tres o cuatro años. Da la sensación de que tiene un plan sistemático para desplegar una aportación fresca, que dialoga con las grandes tradiciones del pensamiento occidental y con las grandes tendencias del contemporáneo. Con respeto, pero tratando de tú a tú a los grandes autores. 

¿Cuál es el nexo entre '  

La pregunta de partida que aglutina estas dos obras es: ¿cuáles son los gestos fundamentales del ser humano? Uno es el que tiene que ver con amparar, proteger, casar, reunir...  Con ello creas cobijo frente a la intemperie. Y es un gesto que conlleva resistir contra las fuerzas entrópicas de todo tipo. El otro gesto fundamental es el de ofrecer, generar, cuidar…  'La resistencia íntima' ponía el énfasis en el resistir y el amparar, y 'La penúltima bondad' pone la atención en el gesto de generar. Por otro lado, el libro anterior es un ensayo sobre la condición humana y este es un ensayo sobre la vida humana. Esta distinción a mí me sirve en tanto que la condición humana se refiere a la situación fundamental que compartimos, que es la intemperie. Mientras que la vida humana se refiere a la esencia de las personas, si es que existe, lo más central, lo más nuclear. Y en este punto llego a la conclusión de que lo más nuclear de la vida humana es nuestra capacidad de conmovernos, de quedar afectados por lo que vivimos… La vida es este reflexivo involuntario. En este contexto, hay acciones que hacen vibrar esta capacidad de conmoción. Estas acciones son las que llamo en el libro los “infinitivos esenciales”.

¿De qué tipo de gestos estamos hablando?

Vivir, pensar y amar en todas sus modalidades. Serían los verbos que más claramente expresan la vida y más claramente la intensifican y le dan sentido. Amar en todas sus modalidades, desde el compañerismo hasta la amistad, incluidos los ideales fraternos que se pueden expresar políticamente. Pensar, que entiendo como una actitud meditativa y reflexiva que es gozosa. Estos infinitivos no son susceptibles de plenitud, no imaginas para ellos un pretérito perfecto. Esto no pasa con otros verbos como el elaborar o el construir. Puedes decir, “ya lo he acabado” en el sentido de completado, de alcanzar la perfección. Vivir, amar o pensar son infinitos que no se nos ocurre decir que han sido completados. Son acciones que no acaban nunca, que no se completan. El discurso religioso nace de esta experiencia de que hay algo en la vida misma que no acaba nunca, que es infinito. Para mí es vivir, amar y pensar. Por eso hablo de “penúltima” bondad porque la última no llega nunca. 

"El pensamiento siempre es aproximación, nunca dominio o definición. Y es inconcebible sin pasión"

¿Y no cree que en demasiadas ocasiones huimos de estos infinitos, que los vemos como un abismo? 

Y en muchas ocasiones los caricaturizamos. Pensar es aproximarte a lo que es más básico, más profundo. Pero siempre es aproximación, nunca dominio o definición. Tiene la dimensión de ir una y otra vez, porque la simple aproximación ya es valiosa. Hay una retórica que prolifera en nuestra cultura y que prolifera en la academia, por ejemplo, que contiene muy poco pensamiento. En muchos artículos sobre ciencias humanas hay muy poca pasión, pensar sin pasión es una contradicción. Ciertos desarrollos culturales convierten estos infinitivos esenciales en acciones artificiosas, vacías… Es paradójico que, en nuestro mundo, con un desarrollo tan amplio de las ciencias sociales, la comprensión sobre nosotros mismos sea tan raquítica. Vivimos una época de gran desorientación que es indicativa de que la proliferación de ciertos presupuestos científicos ha desplazado a los infinitivos del lugar que les corresponde. Vivimos una situación degenerada. 

"El transhumanismo es una evasión de carácter ideológico, una huida hacia adelante"

¿El transhumanismo sería una expresión de esta degeneración? 

Para mí es una de las expresiones más vistosas de la evasión. Es una evasión de carácter ideológico que pone un énfasis excesivo en el futuro. Si retomamos la idea marxista de lo que es una ideología, el transhumanismo hace que la gente se evada de la realidad actual y no toque de pies en el suelo. Y, además, Marx decía que las ideologías más eficaces son las que pasan desapercibidas y, hoy, poca gente reconoce que el transhumanismo sea una ideología porque está teñido de cientificidad. En el presente hay muchas realidades que exigen respuesta, no hace falta estar todo el día hablando del futuro.

En el libro se atreve a interponerse en el encuentro literario que Nietzsche imaginó entre Zaratustra y Francisco de Asís.

Mi intención es hacer una aproximación a la esencia de la vida humana. Uno de los hilos conductores es esta cadena semántica de génesis-generatividad-generosidad. Y para mí, generosidad y bondad son sinónimos. Estudiando la generosidad, me topé con la lectura de un capítulo de 'Así habló Zaratustra' –un libro muy estudiado, aunque inagotable- que Nietzsche titula 'El mendigo voluntario' y que es evidente que corresponde a la figura de Francisco de Asís. Nunca lo nombra, pero es el personaje que tiene en la cabeza. Lo que hace Nietzsche es imaginar un encuentro entre Zaratustra y el mendigo voluntario. Me fascinó porque es un encuentro amistoso, entre ellos se tratan muy bien. Se reconocen en su valor, en su excelencia, en su fuerza… Nietzsche nunca desmerece la fuerza entendida como pasión porque es la vida misma. En Francisco de Asís reconoce a alguien que vibra. Pero llega un momento en que están tan a gusto que Zaratustra invita a Francisco a ir a su cabaña, a hablar con sus animales y a comer su miel. En esa situación, Francisco vuelve a elogiar a Zaratustra y entonces de repente este se enfada muchísimo y quiere golpearlo. Y se acaba el capítulo. De manera que en el libro me pregunto: ¿y si Zaratustra hubiera interpretado bien el elogio de Francisco? Me imagino otra continuación. Sé que es un poco pretencioso, pero lo he hecho de la manera más elegante posible.

¿Y cómo lo resuelve?

Lo que hago es contraponer dos tipologías existenciales en Zaratustra y Francisco. El primero tiene pensamientos muy elevados, pero como figura existencial está siempre sin tocar con los pies en el suelo. En cambio, en el caso de Francisco, el pensamiento y la vida están perfectamente compenetrados, hay muy poca teoría, hay ideas, pero son indisociables de la vida misma, y la fuerza de esta realidad es indiscutible. Me di cuenta de que en esa contraposición de figuras existenciales, una de ellas ejemplifica la generosidad, o sea, la fraternidad. Zaratustra es el hombre de las alturas, más aislado, más solitario, con más dificultades de comunicación, con una visión más trágica, menos esperanzada. Y en cambio la figura de Francisco es una figura de los vínculos, de los hermanos, de la generosidad, más cálida. 

"No tengo ninguna respuesta para explicar la extensión que aún continúa teniendo el mal"

¿De qué manera podemos explicar que hoy pervivan actidudes tan poco fraternales como el ministro italiano Mateo Salvini llamando a los migrantes "carne humana"? 

No tengo una respuesta para explicar la extensión que aún continúa teniendo el mal, en este caso en forma de indiferencia y de frialdad. Constato que es así. Lo que falla es no reconocer a los otros como hermanos, a pesar de las incomprensiones y problemas que pueda haber. Es no entender que compartimos una misma horizontalidad. Por eso hablo en el libro de la horizontalidad de la Tierra y de que las vidas humanas son pequeñas verticales en una misma horizontalidad. Todos estamos en el mismo plano, hay diferencias, pero no superioridades. Para mí, el único ideal político es la fraternidad. Porque si lo piensas bien, de los tres ideales de la Revolución francesa, la libertad y la igualdad son condiciones de posibilidad de la fraternidad.  De una manera más modesta, intento identificar algunos factores que contribuyen a forjarla: seguro que hay una especie de bienestar consumista que alienta la indiferencia. La gente que se centra en las posesiones en todas partes identifica amenazas. 

<strong>Nació y vive en Mediona</strong>. Le gusta la vida junto a la naturaleza y combinar el trabajo manual con el intelectual. Despierta pasiones entre sus alumnos, tanto en la universidad como en sus cursos y conferencias.