Los niños del muay thai: a golpes por necesidad

Miles de niños en Tailandia sueñan con triunfar en este arte marcial para sacar a su familia de la pobreza. La actividad es cuestionada por médicos y activistas contra la explotación infantil

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Lucas Vallecillos

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Es la hora de la verdad. Después de de una dura semana de entrenamiento hoy luchan los chicos del gimnasio Bentonboon de Bangkok. Los he acompañado hasta la población de Paktonchai en la provincia de Korat, a donde hemos llegado después de seis horas de conducción. Hasta las fiestas de esta localidad vienen a competir niños del norte y centro del país acompañados por sus padres, mentores y familiares; incluso algunos arrastran aficionados de su pueblo que apostarán grandes sumas de dinero por ellos. Debido a su porte e indumentaria, es fácil deducir que son campesinos pobres. 

El próximo martes, 12 de junio, es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Coincidiendo con esta fecha, he decidido aproximarme a una realidad que no por lejana es menos preocupante. Según organizaciones defensoras de los derechos del niño en Tailandia, hay unos 200.000 menores que practican muay thay en algún momento del año, aunque solo sea para testar sus aptitudes, de los que unos 20.000 luchan de modo profesional para sostener económicamente a su familia, o aportar al hogar una suma de dinero imprescindible para su subsistencia. «En Tailandia hay mucha pobreza, en el norte, en el sur, son lugares donde solo pueden vivir del cultivo del arroz», cuenta Juan Rodríguez, un español que vive en Tailandia desde hace décadas, donde aterrizó a los 18 años para aprender muay thai y convertirse en luchador profesional. Amante y conocedor de los entresijos que mueven este deporte, afirma que «ahora con las nuevas leyes, que solo permiten hacer una cosecha o dos de arroz al año y con el cambio climático, el muay thai es una opción para salir de la pobreza, de poder hacer negocio. Imagínate, una persona puede ganar en un combate el sueldo de dos meses trabajando en un campo de arroz 16 horas al día».

Deporte nacional

Este arte marcial tiene más de 700 años y es el deporte nacional de Tailandia. Su génesis hay que buscarla en las técnicas de lucha que practicaban antiguos guerreros. Es mítica la gesta que realizó Nai Khanom Thom el 17 de marzo de 1774, un guerrero que derrotó uno tras otro a todos los oponentes que los invasores birmanos pusieron ante él, otorgándole finalmente la libertad por su maestría competitiva. Desde entonces cada 17 de marzo el país rinde homenaje a su héroe nacional, que encarna la esencia del muay thai y el orgullo del pueblo tailandés. Sin embargo, a pesar de esta solera no ha sido posible que el muay thai sea considerado olímpico por el Comité Olímpico Internacional (COI), debido a la mala imagen que proporcionan las peleas de niños con apuestas. 

Militares, políticos y policías

«El gobierno tailandés lo ha intentado cambiar prohibiendo luchar en los estadios a menores de 16 años», apunta Juan Rodríguez. Da un trago a su cerveza, y continúa: «Pero ¿qué pasa?, los propietarios de los recintos deportivos son militares, políticos y policías. Ellos mismos son quienes lo tienen que controlar y no lo controlan. La competición entre menores está establecida desde hace muchos años y no pueden cambiarlo en poco tiempo. Eso sí, ya no verás ningún combate de niños por televisión, se hacen antes o después de la retransmisión de los adultos. Para que los ojos internacionales no lo vean. Pero realmente aún existen combates en los estadios de niños con 14 y 15 años donde se mueve un volumen importante de dinero en apuestas». 

«Un niño puede ganar 50 euros por combate. Con tres al mes, vive su familia», dice el luchador español Juan Rodríguez

Con el consentimiento de los padres, los menores pueden competir legalmente fuera de los estadios, sobretodo se les puede ver en fiestas de pueblo sobre rings efímeros. En las ciudades luchan de modo seudoclandestino en los estadios, o en espectáculos descafeinados para turistas considerados 'shows'. Nya a sus 11 años lleva más de 50 combates a sus espaldas en un local por donde pasan cada día cientos de turistas chinos para ver muay thay. Suelta golpes como rayos y ya sabe lo que es ganar dinero combatiendo. Su objetivo es «ser campeona de Tailandia como su entrenador».

Discusiones y desafíos

En las fiestas de Paktonchai es el momento de emparejar oponentes por edad y peso. Entorno al ring se suceden las discusiones y los desafíos, donde los niños son tratados como gallos de pelea por parte de los adultos que los tutelan. Finalmente mis amigos del gimnasio Bentonboon no logran encontrar oponentes entre los 80 niños que se han dado cita hoy para combatir. Su fama de ganadores hace que todos los contrincantes les tengan pavor y los eviten. Deben conformarse con observar el desarrollo de la competición desde la grada. 

Más de 30 combates tienen lugar en un cuadrilátero improvisado en un hangar donde los chavales se juegan mucho más que una derrota o una victoria. «Cobran para sobrevivir. Un niño puede ganar 50 euros por combate, si hace tres combates al mes y gana 150 euros, con esto una familia tailandesa puede pasar un mes, por eso también los padres se involucran con los niños; es que a lo mejor un cabeza de familia no pueden ganar este dinero trabajando», dice Juan Rodríguez. Hace una pausa, se encoje de hombros y me interpela: «¿Qué es mejor, esto o que los hermanos pequeños no puedan estudiar y que él, sus hermanos y sus padres estén trabajando en el campo? Las familias suelen sacrificar en el muay thai al mayor para que los pequeños estudien y puedan llegar a la universidad».

Similar a la prostitución

Sudarat Saereewat, presidenta de la Fundación para la Lucha Contra la Explotación Infantil (FACE), forma parte de una plataforma con prestigiosos activistas que trabajan desde hace años en un proyecto de ley para la seguridad de niños y jóvenes en deportes y entretenimiento que presentarán al Ministerio de Turismo, que es el que regula el entretenimiento. Para ella, «la idea de empujar a los chicos a practicar muay thai es similar a la prostitución, tanto los padres como los tutores no son conscientes del daño que les causan, ni les importa, lo único que les interesa son los ingresos que van a generar para la familia. En este punto son similares. Mientras comprar o vender sexo está mal visto, el muai thay como es tradición no se ve tan mal. Pero la idea de animarlos y convencerlos a practicar algo que les perjudica es exactamente lo mismo».

«Los padres no ven el mal que causan a los chicos. Solo les interesa el dinero», lamenta la activista contra la explotación infantil Sudarat Saereewat

La plataforma tiene pensado hacer una presentación pública del proyecto de ley ante todas las partes implicadas, los niños, sus padres y los empresarios, para que entiendan lo que está sucediendo. Y también que escuchen las conclusiones del estudio realizado por el Centro de Promoción de la Seguridad y Prevención de Lesiones de Menores (CISP) del Hospital de Ramathibodi (Bangkok). «El muay thai, debido a los golpes en la cabeza, causa en los niños daños cerebrales macroscópicos y microestructurales afectando sus funciones de memoria. Estos daños aumentan su gravedad con el número de años de boxeo. Las pruebas neuropsicológicas han demostrado una disminución significativa del cociente intelectual cuando la práctica del boxeo ha sido prolongada a lo largo de los años», asegura el doctor Witaya Sungkarat, que forma parte del equipo de neurólogos, pediatras y psicólogos que desde el 2012 realizan un estudio donde tiene una importancia capital el trabajo realizado con Imagen por Resonancia Magnética (IRM), para apreciar las lesiones que causan los golpes en el cerebro de los niños. «La tarea es revertir la conciencia de las personas. Lo ven como un modo de vida. Lo han vuelto cotidiano. Es muy malo animar a la gente a trabajar desde pequeños», sentencia Sudarat Saereewat.

Red de ojeadores

Los miles de niños que pelean en Tailandia están acechados por una amplia red de ojeadores que peinan el país en busca de futuras promesas. Los fichan y les ofrecen a campamentos de Bangkok gestionados por gimnasios de mucho prestigio que mueven los hilos de las apuestas y del muay thai. El agente paga a los padres en función de lo que acuerde con ellos y él cobra el 50% de las ganancias que genere el niño en el campamento. A cambio al crío se le cubren todas sus necesidades, incluidos los estudios, y resta internado para ser sometido a un régimen disciplinario muy fuerte con el fin de consolidarlo como un gran luchador. Uno de los campamentos más prestigiosos de la capital es el administrado por el gimnasio Jitmuangnon, donde muchos padres pagarían por ingresar a sus hijos. Son las cinco de la tarde, y un grupo de 15 chavales realizan ejercicios en el patio central del campamento. Como cada día, después de correr durante 30 minutos saltan a la cuerda 20 minutos más, atizan 800 veces un saco, golpean 300 veces el estómago de su compañero y simulan con el entrenador dos asaltos. 

Pepsi y Kan

Por la mañana, se han levantado antes de que salga el sol para evitar el calor, y han realizado otro entrenamiento igual al de la tarde pero aumentando el tiempo que corren a 45 minutos y los asaltos que practican con el entrenador a cuatro. Al finalizar el entreno charlo con Pepsi. Este chico que proviene de la provincia de Petchaboon, tiene 14 años y ha participado en 80 combates, lo que evidencia que lleva muchos años compitiendo. «Mi familia me apoya para que en el futuro sea campeón», asegura sonriendo. Abrazado a él para que les haga una foto está Kan, con cara de no haber roto un plato en su vida me cuenta que su familia vive a cinco kilómetros, pero que solo los visita en época de vacaciones.

«Los golpes en la cabeza dañan el cerebro y afectan a la memoria», asegura el doctor Witaya Sungkarat

En las provincias es fácil encontrar combates de niños donde el dinero corre como la pólvora, Pero en Bangkok es muy complicado, casi imposible. Dos meses de investigación fueron necesarios para dar con un estadio donde ver peleas profesionales entre menores. Está ubicado en un polígono industrial desolado en la periferia de Bangkok, a modo de 'matrioska'. Es decir, el estadio está en una nave industrial, que a su vez está dentro de otra nave industrial, que a su vez está dentro de una tercera nave industrial. Un lugar camuflado y muy difícil de encontrar, donde tienen lugar combates de adultos televisados. Al final, cuando se corta la retransmisión compiten los menores. Desde que se han suprimido los combates de niños en televisión el negocio de las apuestas del muay thai infantil ha bajado muchísimo. Antes había chavales que estaban cobrando 1.000 euros por combate, pero ahora es difícil que cobren más de 50 euros. Lo que ha provocado que las víctimas de la explotación pertenezcan a la población más necesitada del país. 

Ambiente aturdidor

Los niños sometidos a una gran presión se juegan el tipo en el cuadrilátero acompañados por una música tradicional hipnotizadora. Un griterío infernal y un febril intercambio de apuestas entre el público, durante todo el combate, generan un ambiente aturdidor donde  literalmente se parten la cara y lo que no es la cara. Observar un noqueo en directo hiela la sangre, ver como el crío cae desplomado quedando inerte sobre la lona dotan de sentido las palabras del doctor Witaya Sungkarat: «La actitud de la gente hacia el muay thai infantil importa más que una ley. Los adultos en nuestra sociedad deben ser conscientes de los daños que se les están ocasionando a estos niños y del efecto a largo plazo que van a tener los golpes que reciben en la cabeza. Deberíamos preguntarnos ‘¿qué ocurrirá cuando estos niños crezcan y en cierta medida sean los que conduzcan el país?, ¿cómo queremos que sea Tailandia en el futuro?, ¿está bien que personas con bajo coeficiente de inteligencia y buenas habilidades para la lucha sean los responsables del crecimiento del país en su conjunto?'». 

Los médicos aconsejan

El Centro de Promoción de la Seguridad y Prevención de Lesiones de Menores (CISP) del Hospital de Ramathibodi (Bangkok), después de un estudio en el que han participado 450 niños durante cinco años, y del que se prevé haya una segunda fase, ha definido una serie de medidas imprescindibles para que la práctica del muay thai por parte de menores sea saludable y evite las lesiones cerebrales.