CENTENARIO DE LA MUERTE DEL NATURALISTA

Francesc Darder: el amigo de las bestias

La vida del científico barcelonés invita a reflexionar sobre cómo han cambiado nuestras ideas acerca de la manera de abordar el estudio de los animales

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Oliver Hochadel

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Cuando Francesc Darder murió, el 8 de abril de 1918 a los 66 años, en los diarios de Catalunya –y hasta en los de Madrid– aparecieron extensos obituarios alabando al que fue el primer director del zoo de Barcelona. Darder había sido un «eminente hombre de ciencia», con «un gran espíritu de iniciativa y de ciudadanía» y poseedor del «sentimiento de ser útil a la sociedad como pocos».

El siguiente 'pico' de interés hacia la persona de Darder que encontramos en las hemerotecas es ya el de los inicio de los años noventa, cuando estalló la polémica en torno al llamado 'Negre de Banyoles'. Darder, en efecto, fue quien trajo, en 1886, aquel «guerrero bosquimano» disecado desde París a Barcelona, para exhibirlo en su colección de historia natural. En 1916, Darder trasladó esta colección a Banyoles, donde se fundó el <strong>Museu Darder</strong>. Aunque las críticas más duras por exponer durante casi un siglo los restos mortales de un ser humano se dirigieron al museo, la mala prensa afectó también al mismo Darder. En los artículos de aquellos años,  aparecía a veces como un traficante de carácter frío, carente de la más mínima ética, un «Doctor Dardenstein» cómo llegó a titular un diario. 

Un siglo después de su muerte, se puede mirar a Darder con algo más de distancia. Emerge así un personaje polifacético, hijo de su tiempo, pero también innovador. Queda claro que para él lo del 'Negre' no dejó de ser un episodio aislado, ya que su vida profesional no se centraba en la antropología si no en la historia natural. Trataba de animales de todo tipo: vivos y muertos, exóticos y autóctonos, sanos y enfermos, útiles y «ornamentales». 

Un «moderno»

Todas sus actividades se pueden subsumir bajo el concepto de una «historia natural aplicada»: es decir sacar el máximo beneficio de los animales y de sus productos, usando las nuevas tecnologías del momento, como la microscopia, las incubadoras y la fecundación artificial. Lo que convierte a Darder en un «moderno» no solo es manipular a los animales con esas tecnologías nuevas sino también su manera de difundir su programa: usando,  literalmente, todos los medios disponibles.

Fue quien trajo, desde París en 1886, un guerrero bosquimano conocido después como ‘El Negre de Banyoles’

Darder nació en 1851, en Gràcia. Veterinario de formación, fue el primero en España en tratar mascotas (y no solo caballos o vacas). Se dedicó también a la taxidermia y ofrecía «colecciones zoológicas» para escuelas. Publicó varias revistas de historia natural y media docena de libritos, como el 'Tratado completo sobre la cría de los palomos por un aficionado'. Darder difundía la cría de animales domésticos como palomas, patos y conejos para el propio consumo en casa, pero también para la venta. No sabemos muy bien el alcance del impacto de su programa divulgativo, pero lo cierto es que una mirada a la literatura  nos proporciona un personaje como el Quimet de 'La plaça del Diamant', que torturaba a la Colometa, su mujer, esperando hacerse rico con la cría de palomas en el ático.

Minigranja en casa

Criar animales en casa, en la ciudad, puede parecer una ocurrencia, una tontería. Pero entonces no lo era. Aunque Darder dirigía muchas de sus actividades a la clase medio-baja, él pertenecía a la burguesía catalana. Y hacia 1900 nada preocupaba más a los fabricantes y comerciantes que la revuelta callejera, expresión de conflictos sociales cada vez más intensos. Enseñar y animar a los obreros desfavorecidos a tener una minigranja en casa como complemento a sus míseros salarios era, en realidad, un intento de promover una cierta forma de pacificación social en una ciudad en plena polarización política.

Entre los públicos de Darder, o mejor dicho, entre sus clientes, figuraron también los señores adinerados de Barcelona. Ya desde el año 1872, Darder trabajó para Luis Martí-Codolar como asesor, veterinario y cuidador de la colección de animales exóticos que el banquero acumulaba en su Granja Vella, en Horta. En 1892, la quiebra de su casa de negocios forzó a Martí-Codolar a vender sus animales al Ayuntamiento de Barcelona. Sus 163 animales, que incluían el famoso elefante 'Avi', formaron el núcleo del primer zoo municipal, que se abrió al público, en el Parc de la Ciutadella el día de la Mercè de aquel mismo año. El empresario Darder se convirtió en funcionario municipal como director de la «colección zoológica».

Aquel establecimiento era completamente diferente al zoo de hoy. En primer lugar, era muy pequeño, ocupando una estrecha franja del parque, paralela a lo que hoy es la calle Wellington, de solo 2 hectáreas (¡el zoo actual ocupa 13!); no había vallas entre el zoo y el resto del parque; y no se cobró entrada hasta 1927.

‘Avi’, 20.000 pesetas

Inicialmente fue llamado Parque zoológico de aclimatación y naturalización, ya que Darder intentaba convertirlo en el elemento central de la puesta en práctica de su historia natural aplicada. Aclimatar especies exóticas a las condiciones de vida en Europa para sacar beneficios económicos (carne, huevos, lana, plumas, fuerza de tracción) fue algo típico de la segunda mitad del siglo XIX. La primera guía del zoo barcelonés, del año 1897, es un listado de los animales con sus precios. 'Avi', el más caro, costaba 20.000 pesetas. Para aliviar los presupuestos deficitarios del establecimiento, Darder organizaba subastas, donde se podían comprar gallinas (y huevos fecundados), y también patos, cabras, perros, e incluso grasa animal de los mataderos. 

Darder siempre intentaba animar a los visitantes del zoo para que se sumasen a su historia natural aplicada. Por ejemplo, junto a la jaula de los monos hizo colocar una instalación con gusanos de seda para que el público viera cómo la producían. Aunque es fácil imaginar cuál de las dos cosas atraía más a los visitantes. El mismo Darder sabía perfectamente que «las instalaciones de fieras en el parque son principalmente objeto de curiosidad». Por eso, pidió dinero al Ayuntamiento para comprar leones y panteras.

Se convirtió, en 1892, en el primer director del zoo de Barcelona, con una colección de 163 ejemplares

A partir de 1909, el zoo contó con un «laboratorio ictiogénico» donde se criaban peces. Así, Darder pudo impulsar la Festa del Peix, que se celebró a partir de 1910, primero en Banyoles y después en otras poblaciones catalanas. En estas grandes fiestas se lanzaron miles de crías de peces al agua para «repoblar» el lago de Banyoles, el Ter o el Llobregat. De nuevo –y con el apoyo político–, la historia natural aplicada de Darder se ofrecía para estimular a las capas populares a convertirse en pescadores para completar sus medios de subsistencia.

El zoo de Darder fue pues un híbrido entre la investigación aplicada y la diversión, entre el negocio y el ocio. Pero, a largo plazo, su idea de situar el zoo como un proveedor de animales no autóctonos para la cría en toda Catalunya no triunfó. Como se ve en la historia general de estos espacios, los zoológicos, pese a unos inicios poco definidos en el siglo XIX, acabaron convirtiéndose en instituciones de una cultura de masas, en los que las tareas de investigación o de negocio solo tuvieron un papel muy secundario, o incluso desaparecieron. 

Peligro de extinción

Entonces, ¿para que sirve un zoológico? La respuesta a esta pregunta ha variado mucho a lo largo de tiempo. En la segunda mitad del siglo XX, el zoo intentaba perfilarse como un Arca de Noé, para asegurar la supervivencia de especies amenazadas.

En el 2018, si pudiera ver su «legado», Darder se quedaría perplejo. El 'Negre' fue «repatriado», es decir, enterrado en Botsuana en el 2000; el lago de Banyoles está casi por completo colonizado por especies de peces que él introdujo y que hoy en día se intenta reemplazar por especies autóctonas; y el zoo ha estado en el punto de mira de las críticas animalistas y va desprenderse de la mayoría de sus animales exóticos para enfocarse en la fauna mediterránea.